La Ciencia Cristiana me sanó a pesar de que conocía poco de sus enseñanzas. Me encontré en una situación en la que tuve que decidir entre buscar ayuda por medios materiales o confiar completamente en Dios.
Hacía unos siete años que mi esposa estudiaba Ciencia Cristiana, y aunque nuestros hijos habían tenido curaciones por medio del tratamiento de la Ciencia Cristiana, algunas de las cosas que yo oía y observaba no estaban de acuerdo con mi concepto de la lógica, de manera que me rehusé a examinar más a fondo sus enseñanzas. Así pasaron varios años más.
Sin embargo, no me parecía bien que existiera división entre nuestra familia, así es que comencé a leer el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, con el sólo fin de utilizarlo como base de mis argumentos para convencer a mi esposa a que abandonara la Ciencia Cristiana. Pero al leerlo me di cuenta de que esto era lo que había estado buscando desde mi juventud. No hay palabras que puedan describir la alegría y el agradecimiento que mi esposa expresó cuando le conté lo que había percibido al leer Ciencia y Salud.
Poco después de iniciar la lectura del libro de texto, mi nueva comprensión acerca de Dios fue puesta a severa prueba. Me encontraba un día trabajando en el sótano de mi casa, cuando algo cayó de las vigas y me picó en el cuello. Descubrí más tarde que este insecto era una araña del tipo llamado “viuda negra”. Me la quité con la mano y seguí trabajando, pero a los pocos minutos me fue imposible continuar. Al contarle a mi esposa que algo me había picado y que me causaba gran malestar, me dijo: “Necesitas ayuda. ¿Quieres que llame a un médico, o quieres ayuda de la Ciencia Cristiana?”
Años atrás, cuando vivía en Sudamérica, me había familiarizado con las creencias acerca de insectos venenosos, y ahora temía por mi vida. Recuerdo que le dije a mi esposa: “Si la Ciencia Cristiana es eficaz, deberá serlo inmediatamente, pues no creo que estaré aquí para cuando logre llegar alguna otra ayuda”. Pedimos ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana. Nos apoyó por medio de la oración y le pidió a mi esposa que me leyera la “declaración científica del ser” del libro de texto, y el Salmo noventa y uno. Y así lo hizo. Las dos primeras frases de la declaración niegan la vida en la materia y la ponen en la Mente, Dios. Éstas son las palabras (pág. 468): “No hay vida, verdad, inteligencia ni substancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”. Recuerdo que le pedí a mi esposa que me leyera esta declaración y el Salmo antedicho repetidas veces mientras yo absorbía la verdad sanadora contenida en ellos. El malestar disminuyó y me dormí.
Al despertar dos horas más tarde, todo vestigio del problema había desaparecido. La curación fue tan completa que me fue posible salir a una excursión de pesca con un amigo como habíamos acordado. No quedó ninguna apariencia de envenenamiento ni vestigios del gran temor que sólo unas pocas horas antes había arrostrado. Verdaderamente tuve una vislumbre de la verdad de que “el que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1).
Un gran deseo de comprender lo que me había sanado llenó mi pensamiento. Con la paciente ayuda de mi esposa y de nuestros amigos, todas las numerosas preguntas que me hacía a mí mismo encontraron respuesta, y al aprender a razonar desde la base de la plenitud de Dios, la lógica humana cesó de ser un obstáculo para mí.
A medida que mi comprensión aumentaba, crecía mi deseo de afiliarme a la iglesia, pero ¿cómo podía hacerme miembro cuando todavía me dominaba el vicio del tabaco? El empleo de la voluntad humana para deshacerme de este vicio me había fallado una y otra vez. Una noche, sentado al borde de mi cama antes de acostarme, oré en voz alta: “Oh, Padre, libérame de esto. Tú sabes que no lo necesito. Purifícame”. Un gran sentido de paz inundó mi pensamiento al dormirme. A la mañana siguiente ni pensé en los cigarrillos. El deseo de fumar me abandonó por completo. Poco tiempo después mi esposa me dijo: “Veo que ya no fumas”, y así fue. La curación ha sido permanente. También sané al mismo tiempo del deseo ocasional de tomar bebidas alcohólicas.
He tenido muchas curaciones y he progresado mucho espiritualmente desde aquel día de 1944. Mi afiliación a una iglesia filial y a La Iglesia Madre así como la instrucción en clase continúan bendiciéndome. He tenido la alegría y el privilegio de servir en nuestra iglesia filial en muchos cargos, inclusive en el de Primer Lector.
Sané en una semana de los graves efectos de un accidente en un tractor, al orar a Dios.
Estoy agradecido por la ayuda y la guía que he tenido y que me capacitaron para establecer y administrar con buen éxito un negocio durante muchos años. Problemas financieros fueron solucionados de tal forma que no dejan lugar a duda de que la Mente, Dios, nos estaba guiando a todos.
Estoy profundamente agradecido por la paz y armonía que hemos tenido en nuestra familia y al pariente de mi esposa que le presentó la Ciencia Cristiana.
Padre Glen Arm, Maryland, E.U.A.