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[Original en español]

Como estudiante de Ciencia Cristiana* he...

Del número de julio de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Como estudiante de Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. he tenido muchas demostraciones del poder sanador de Dios. Quiero relatar una que, para mí, fue la más grande, porque a pesar de haber conocido esta religión durante muchos años, no fue hasta que pasé por esta experiencia que pude decir: Encontré a Dios.

Después de mi alejamiento del camino de esta Ciencia me vi de pronto dominada por una condición física que, para las teorías médicas, era algo serio en el vientre, que solamente podía tratarse con una intervención quirúrgica. Fui operada tres veces. Después de seguir un tratamiento, a los dos años volví a ser operada. Al cabo de algunos meses la condición se manifestó nuevamente y esta vez en forma de un tumor.

El cirujano que conocía todo el caso se mostró muy preocupado, y dijo que debería permanecer en cama durante quince días medicinándome para después ver qué resolución tomaría él.

Llegué a mi casa muy desilusionada y sin ninguna esperanza de salvación. Me acosté y lloré mucho; luego dejé todo en manos de Dios. Admití que tenía fe en Dios, pero carecía de entendimiento acerca de Dios y no había usado el poco que tenía. Oré pidiendo ser guiada. Entonces, como un relámpago, me vino el pensamiento: “Si tú sabes el camino, ¿por qué te apartas de él?” Me levanté al instante y de la literatura de Ciencia Cristiana que tenía en mi poder, tomé un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana y leí un artículo que hablaba de que todo está bien con el hombre bajo el gobierno divino. Fue como si despertara de un sueño. Me sentí bien y segura, con la convicción de que todo marchaba bien conmigo porque Dios era mi Vida, mi salud, mi Todo. Seguí levantada y decidí no tomar ninguna medicina más y asistir a los cultos de una Iglesia de Cristo, Científico.

Cumplido el plazo de quince días fui al médico, quien con gran asombro comprobó que el tumor había desaparecido. Le costó convencerse y leía y releía mi historia clínica. Luego me dijo: “Esto es asombroso, yo mismo no puedo creerlo, pero es así. Usted está completamente sana. Olvídese de los médicos y de la medicina por mucho tiempo, y en su historia clínica voy a escribir con letras muy grandes: UN BUEN ESTADO DE SALUD”.

No hay palabras para expresar la gratitud que sentí en ese momento. Entonces recordé la tercera estrofa del Himno No. 330 del Himnario de la Ciencia Cristiana, que dice:

Perverso y necio me extravié,
pero encontrarme supo,
y tierno, sobre Su hombro fiel
hasta el redil me trajo.

Esta curación ocurrió hace casi veinte años y la condición nunca volvió a manifestarse.

Otra demostración que tuve hace poco tiempo fue la de una grave quemadura al volcarse una sartén de aceite hirviendo sobre mis manos. Me sentí presa de gran temor. Mi hija solicitó telefónicamente de una practicista de la Ciencia Cristiana que me diera tratamiento. Mis manos se habían quedado rígidas y no podía mover los dedos. Al día siguiente ya pude usarlas, y antes de una semana tenía toda la piel nueva. Lo más maravilloso es que no quedó rastro alguno, como si nada hubiese sucedido, y en el hecho espiritual, así era, pues en el reino de Dios no hay accidentes.

Agradezco a Dios por Cristo Jesús, por Mary Baker Eddy, por la practicista a quien solicité ayuda y que siempre está pronta a brindármela, y por todos los practicistas del mundo que con tanto amor están trabajando por la humanidad, y por la oportunidad que tenemos los miembros de La Iglesia Madre de colaborar en esta gran Causa.


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