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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Una serie señalando el desarrollo progresivo del Cristo, la Verdad, a través de las Escrituras.]

Moisés, Líder del Éxodo

Del número de julio de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una vez establecida la Pascua, los hebreos obedecieron la orden de dejar Egipto sin demora (los egipcios estaban finalemente aterrados por la sucesión de plagas). En consecuencia, los israelitas y su líder, Moisés, volvieron sus pasos hacia Canaán, la tierra de sus antepasados (ver Génesis 12:5; 47:1).

La primera etapa luego de dejar Ramesés fue Sucot, que, al parecer, estaba situada al sur del camino que conduce directamente a Canaán. Esta ruta tenía sus peligros, porque habría conducido a los israelitas por entre el hostil territorio filisteo; por lo tanto, “la columna de nube” (Éxodo 13:21) que les fue dada divinamente y los guió y protegió, los llevó por un desvío hacia el sur, en las cercanías de Baal-zefón, que algunos han identificado con la moderna Suez.

Fue aquí que los egipcios, que se habían recobrado parcialmente de la conmoción y del pánico, cayeron sobre la multitud que huía. Ahora eran los israelitas a quienes dominaba el pánico. Es cierto que la columna de nube se colocó entre ellos y sus enemigos, dándoles un alivio temporario, pero aún así, su posición parecía ser, para la mayoría, en extremo peligrosa. Enfrente tenían el Mar Rojo, al suroeste una cordillera rocosa, mientras que cualquier retirada aparecía bloqueada por las fuerzas egipcias.

El terror se apoderó de los hebreos, quienes rápidamente se dirigieron hacia su líder, quejándose amargamente de que era preferible ser esclavos en Egipto antes que enfrentar la muerte en el desierto en su búsqueda de libertad. Aun la valiente respuesta de Moisés de que debían estar firmes y eliminar el temor, esperando con confianza la salvación que, con toda seguridad, les daría Dios, no fue de gran utilidad. Las palabras que se le atribuyen a Jehová mismo, representaron un mayor desafío (Éxodo 14:15): “Dí a los hijos de Israel que marchen”. ¿Marchar hacia el mar, para ser tragados por las olas? ¡Esto, por cierto, no era ninguna liberación! Pero los israelitas, sintiéndose desalentados, no hicieron caso de lo que Dios le dijo luego a Moisés: “Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo”.

Lo que la versión King James de la Biblia llama “el Mar Rojo” es, literalmente, “el mar de los juncos” o “cañas”. Algunos eruditos creen que ésta era una extensión de agua tierra adentro, al norte del Golfo de Suez. Puede haber sido relativamente poco profunda, aunque, generalmente, imposible de pasar; pero en esta ocasión leemos que cuando Moisés obedientemente extendió su mano sobre ella, se levantó un viento fuerte y continuo del este, o posiblemente del sureste, que dividió las aguas del mar permitiendo que Israel pasara por la tierra seca.

Aún seguían protegidos en su avance por la columna de nube, ya que su huida había sido bien protegida por ella. Cuando al fin los egipcios los siguieron tardíamente y llegaron al centro del canal, los hombres de Israel ya habían llegado a salvo a la otra orilla. Entonces, lo que hasta ese momento habían sido paredes protectoras de agua para los hebreos, atrapó a los egipcios con sus caballos y carros. De este modo quedó confirmada la protección que Moisés le había asegurado a sus vacilantes seguidores.

Muchos pasajes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, recuerdan con alegría esta señal de liberación. La jornada hacia la Tierra Prometida estaba ahora encaminada, y el liderazgo de Moisés estaba más afirmado.

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