Me ha ayudado mucho iniciar el estudio de la Lección-Sermón de cada semana como lo hace un músico cuando aprende una nueva pieza musical. Por lo general, toca toda la pieza para tener una idea de su contenido. Luego empieza otra vez desde el principio, y cuando llega a un pasaje difícil, se detiene y lo repasa cuidadosamente hasta que lo domina y lo toca fácilmente y con inspiración.
Cada semana acostumbro seguir este método al estudiar por primera vez nuestra Lección-Sermón. Leyendo de corrido las seis secciones me doy cuenta de cómo se desarrolla el esquema. Después, volviendo al comienzo, busco el significado de algunas de las declaraciones más profundas con la ayuda de un diccionario, libros de referencia de la Biblia, y las Concordancias de los escritos de la Sra. Eddy. Así continúo hasta que se me revelan nuevos puntos de vista con mayor claridad sobre el tema. Entonces esta inspiración espiritual se convierte en la substancia de mi actividad diaria.
Me gusta pensar acerca de nuestro estudio sistemático como se lo llamó originalmente: “Lección Bíblica”.
En este estudio de la Biblia, continuamente procuro saber que Dios se da a conocer a Sí mismo a través de las páginas, y que se revela a Sí mismo suficientemente para responder a las necesidades que enfrentaré durante el día. El hecho de que la Mente divina es siempre la fuente y el hombre la emanación inevitable de esa fuente, excluye, así me parece, la necesidad de tener que luchar por la lógica específica de la lección de la semana. Más bien, al apoyar mi estudio en la receptividad espiritual, me doy cuenta de que escucho y valoro mejor todo lo que procede de la idea espiritual. Hay menos de un razonamiento sobre las verdades divinas y más de un reconocimiento de las mismas. Por cierto, el estudio pasa a ser un ejercicio del método espiritual mismo del cual uno está leyendo. En este sentido el estudio de las Lecciones Bíblicas es una demostración.
Es necesario estar dispuesto a aceptar. Recuerdo que en los primeros años sentía que el beneficio que recibía estaba hasta muy separado de lo que aprendía por medio del estudio. Como un joven que se siente arrastrado irremediablemente por un torbellino de impulsos y acontecimientos superiores a su dominio, esta promesa ofrecía una esperanza, un apoyo seguro. Como resultado leía al comienzo las Lecciones Bíblicas como cuestión de fidelidad. Más que nada quería servir a mis semejantes, y por eso busqué seguridad para mí y para mi aspiración de ser obediente. La demostración de las verdades que leía vino después.
Me ayuda tener presente cómo la lección de esta semana surge de la lección anterior y guía hacia la de la semana siguiente. Es como un maravilloso curso espiritual universitario. Si bien cada sección es una gema completa en sí misma, tiene un lugar especial en el esquema de la lección de la semana, y esa lección de la semana, también completa en sí misma, está ligada a la que antecede y a la próxima. Por eso nuestro pensamiento no tiene que volver a orientarse cada lunes, sino que sigue adelante en la dirección de la luz espiritual. A veces me es difícil recordar si un pasaje que uno está empleando mucho en su práctica está en la lección de esta semana o en la de la semana anterior, o en la que la antecede, porque todas se complementan en un maravilloso sentido de continuidad.
    