Antes de interesarme en la Ciencia Cristiana había sido un gran fumador durante la mayor parte de mi vida. Muchas veces había intentado dejar de fumar sin lograrlo, hasta que una mañana descubrí que había perdido todo deseo por el tabaco. No podía entenderlo, pues no había pensado en ello por mucho tiempo. Mi esposa había estado estudiando Ciencia Cristiana durante cinco años.
Unos tres años después de haber perdido el hábito de fumar, mi esposa me invitó a que la acompañara a ella y a sus amigos al culto de Acción de Gracias en una iglesia de la Ciencia Cristiana. No le respondí de inmediato pero finalmente accedí, a condición de que me permitieran sentar en la parte de atrás del auditorio de la iglesia. Mi esposa me dijo que podría sentarme donde quisiera.
Al aproximarnos al edificio de la iglesia se abrieron las puertas y pude ver el interior. La sensación maravillosa que se apoderó de mí es imposible de describir. Al entrar, sentí que ése era el lugar donde debía estar. Fue como volver al hogar y fue verdaderamente maravilloso: me senté en el centro de la congregación. Desde ese momento la iglesia se convirtió en parte de mi vida.
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