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Antes de interesarme en la Ciencia Cristiana...

Del número de noviembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes de interesarme en la Ciencia Cristiana había sido un gran fumador durante la mayor parte de mi vida. Muchas veces había intentado dejar de fumar sin lograrlo, hasta que una mañana descubrí que había perdido todo deseo por el tabaco. No podía entenderlo, pues no había pensado en ello por mucho tiempo. Mi esposa había estado estudiando Ciencia Cristiana durante cinco años.

Unos tres años después de haber perdido el hábito de fumar, mi esposa me invitó a que la acompañara a ella y a sus amigos al culto de Acción de Gracias en una iglesia de la Ciencia Cristiana. No le respondí de inmediato pero finalmente accedí, a condición de que me permitieran sentar en la parte de atrás del auditorio de la iglesia. Mi esposa me dijo que podría sentarme donde quisiera.

Al aproximarnos al edificio de la iglesia se abrieron las puertas y pude ver el interior. La sensación maravillosa que se apoderó de mí es imposible de describir. Al entrar, sentí que ése era el lugar donde debía estar. Fue como volver al hogar y fue verdaderamente maravilloso: me senté en el centro de la congregación. Desde ese momento la iglesia se convirtió en parte de mi vida.

Al fin del año había dejado la bebida y el juego sin ningún problema ni gran esfuerzo, y toda mi vida comenzó a tomar un nuevo aspecto. Los dolores de cabeza y de estómago, y las molestias musculares se desvanecieron. El temperamento explosivo desapareció junto con los demás malos hábitos. Comprendí que había perdido el deseo de fumar gracias al trabajo metafísico que mi esposa había emprendido de acuerdo con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana en beneficio de las relaciones de familia en nuestro hogar.

Estoy muy agradecido a Dios por la Sra. Eddy y por la Ciencia Cristiana, por el amor, la alegría y verdad que me ha traído. También estoy agradecido por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial.


Con enorme gratitud puedo verificar el testimonio de mi esposo. Quisiera agregar que en muchas oportunidades me había mencionado que no podía comprender por qué no deseaba fumar, pero yo sabía por qué, y agradecí, alabé y glorifiqué a Dios por esta maravillosa curación. Cuando le pregunté qué le había parecido el culto de Acción de Gracias, mi esposo me dijo que era hermoso y que quería más. Mi corazón rebosó de alegría y amor.

Yo también estoy sumamente agradecida por las muchas curaciones que he tenido por medio de mi propia oración, y por ser miembro de La Iglesia Madre y nuestra iglesia filial.

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