Hace algunos años mi esposo y yo estábamos buscando para comprar un lote de terreno bien ubicado, pues teníamos planeado construir nuestra casa. Estábamos conscientes de que el hogar está realmente constituido de cualidades espirituales, tales como la paz, la armonía y la alegría. Nuestro deseo era demostrar este entendimiento sabiendo que ninguna creencia errónea podía impedir un deseo justo.
Durante muchos meses nuestros paseos de los domingos por la tarde se convirtieron en una búsqueda incesante. La impaciencia ya empezaba a adueñarse de mí, pues a pesar del tiempo transcurrido y de mi manera de pensar espiritual y de mis oraciones, la solución no se presentaba. Mi esposo, sin embargo, no se dejó influir por la impaciencia, y seguimos en nuestra búsqueda.
Luego, en un momento muy especial para mí — cuando estaba preparándome para tomar instrucción en clase — se presentó la oportunidad tan esperada. Fui a la clase, y con el correr de los días me di cuenta cuán inútil y equivocada es la ansiedad. Oré para que se presentara la solución correcta a su debido tiempo, y me apoyé en Isaías 54, versículos 2–4: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás y la mano derecha y a la mano izquierda.. . No temas”. Las palabras de Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras fueron esclarecedoras para mí: “No podemos edificar con seguridad sobre cimientos falsos” (pág. 201).
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