En el verdadero ser, cada individuo es valioso y digno de tomarse en cuenta. Y podemos probar esto. Podemos ser buenos. Podemos ayudarnos unos a otros. Podemos expresar afecto puro. Podemos vivir confiando completamente en Dios.
¿Nos estimamos unos a otros incesantemente, sin excepción? Si así lo hiciéramos aprenderíamos algo de la verdadera armonía, el cielo. Podemos comenzar hoy. Podemos permitir que la fidelidad a Dios y al hombre se desarrolle en nuestra vida cual bella flor. Podemos aprender a demostrar bondad. Si estimamos y apreciamos a nuestro prójimo es porque hemos empezado a ver que toda la familia del hombre es valiosa.
En la exposición de la vida de Cristo Jesús dada en la Biblia, vemos cuán profundamente Jesús estimaba a la humanidad. El le habló a Nicodemo del nacimiento espiritual y de la vida eterna. Sanó la enfermedad y el pecado. Resucitó a Lázaro de la muerte. Estimaba a todos, y ayudó a sus discípulos a verse a sí mismos y a los demás como hijos de Dios. Les dió a ellos y a nosotros un mandamiento especial: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado”. Juan 15:12;
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