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Encuentros de persona a persona

[Original en alemán]

Del número de noviembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿No nos es acaso satisfactorio sentir que otros nos aprecian y nosotros a ellos? ¿De dónde proviene este sentimiento espontáneo de cálida satisfacción? Es la presencia del Cristo, la Verdad divina de todo ser que podemos reconocer en los demás, y que llena nuestros pensamientos con calma, paz y amor comunicativo.

Cuando uno percibe la presencia del Amor divino, que hace feliz y satisface, otros la sienten también y responden a ella. Esto es lo cierto para todos los encuentros de persona a persona — en el hogar, en el trabajo, en la calle, en el tren, y hasta cuando vamos en nuestro automóvil. Dondequiera que nos encontremos con otras personas, podemos percibir una sensación de confianza y seguridad en la omnipresencia de Dios, el Amor divino, y verla manifestarse.

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que se le aparecía allí mismo donde los mortales ven al hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo. Así Jesús enseñó que el reino de Dios está intacto y es universal, y que el hombre es puro y santo”.Ciencia y Salud, págs. 476–477;

La Biblia nos exhorta: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Efes. 4:31, 32;

La verdadera hermandad entre los hombres quedará establecida cuando éstos entiendan que el hombre real es uno con la familia armoniosa de Dios, mantenido por la ley divina del Amor en perfección y plenitud sin límites. La mayoría de las dificultades que surgen entre las personas se originan en el concepto falso de que el hombre es un mortal con una mente y voluntad peculiares. El temor, el egoísmo, la irritabilidad, la desconfianza, la impaciencia, la dominación, la renuencia a reconocer el bien en otros — todo esto cierra la puerta al progreso, a revestirnos con la Mente de Cristo, que es lo que nos libera a todos.

Cristo Jesús nos dio la oración del Padrenuestro, que en su hermosa sencillez es la guía para toda oración sanadora. De las palabras “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”, Mateo 6:12; la Sra. Eddy da la interpretación espiritual: “Y el Amor se refleja en amor”.Ciencia y Salud, pág. 17; Esto se adapta a todos nuestros encuentros de persona a persona.

Cuando yo tenía mi propio negocio, la oficina de Impuestos Internos verificaba los libros del negocio cada año. Mucha gente que yo conocía sentía temor cuando venía el inspector a revisar sus libros porque creían que esas revisiones serían en detrimento de ellos y que conducirían a pagos cuantiosos por impuestos atrasados. Y como yo también caí en el error de esperar un mal resultado en lugar de bueno, tuve que luchar contra las mismas dificultades como consecuencia de una manera de pensar errónea. Pero yo era estudiante de Ciencia Cristiana, ¿porqué no la estaba poniendo en práctica?

Por último, reconocí que, como hijo de Dios, debiera esperar y expresar más amor fraternal, alegría, justicia y confianza en Dios; además, que no podía hallarme en ninguna situación en la que el odio, la mala voluntad y la injusticia pudieran tener superioridad. Razoné que debíamos ver a todo aquel con quien nos ponemos en contacto, no como un adversario que trata de crear temor y recelo, sino como al hijo bienaventurado de Dios, como la expresión consciente de la justicia y la armonía, del poder del Espíritu divino, del Amor divino. La Biblia nos aconseja: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”. Rom. 12:10;

Cuando llegó la siguiente verificación de libros, recibí al inspector con serenidad y gentileza con estas palabras: “Me alegro de que haya venido”. El inspector se sorprendió, y me contestó: “¡Nadie me dijo esto antes!” La transformación producida por la curación se hizo evidente instantáneamente. De inmediato me liberé de todo temor, recelo y sensación de culpa. El inspector se mostró excepcionalmente amable y cooperador. Reconoció que todo lo que le había mostrado había sido escrito según mi leal saber y entender.

La inspección terminó de una manera armoniosa y, por primera vez, sin censuras de importancia. Viendo el éxito de mi trabajo metafísico, me preparé concienzudamente para el futuro también, trabajando de acuerdo con la verdad espiritual explicada en la Ciencia Cristiana. La próxima vez, otro inspector me dijo muy bondadosamente: “Sé todo está en orden en su caso”. En esta revisión no se encontró ningún error.

¿Estamos dispuestos diariamente a ser cordiales con todos, atentos y desinteresados, cuidadosos de no impacientarnos, enojarnos e irritarnos — sin dejarnos dominar por pensamientos de crítica o de recelo? Un apretón de manos afectuoso, una sonrisa comprensiva, pueden tener un efecto sanador si proceden de nuestro amor a Dios y al hombre.

¿Y qué decir de nuestros amigos en nuestras iglesias filiales? ¿Los amamos a todos? ¿O criticamos de lleno a ciertas personas y antipatizamos con ellas? Decididamente que es más útil ver a cada persona con quien nos ponemos en contacto, como un hijo perfecto de Dios y que, partiendo desde esta base espiritual, sanemos toda situación que presente problemas.

La Sra. Eddy escribe: “Si hemos de abrir las puertas de la prisión a los enfermos, tenemos primero que aprender a vendar a los quebrantados de corazón. Si hemos de sanar por el Espíritu, no debemos esconder el talento de la curación espiritual bajo el sudario de su forma, ni enterrar el espíritu de la Ciencia Cristiana en las mortajas de la letra”.Ciencia y Salud, págs. 366–367;

¡Cuán agradecidos podemos estar de que la Ciencia Cristiana ha venido a nuestra vida! Correctamente utilizada, nos ayuda a ver los errores que hemos cometido y a corregirlos — por supuesto, con el consiguiente proceso de corrección, dominio de sí mismo y purificación. Los errores de los que nos hemos arrepentido y que hemos corregido pueden ser de escalones conducentes a alturas espirituales.

En nuestro diario encuentro de persona a persona tenemos la oportunidad de demostrar lo que el Apóstol Pedro encomendó a los cristianos de su época: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”. 1 Pedro 5:6.

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