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¿Es inofensivo el juego?

Del número de noviembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


El juego es un fraude que comete una persona contra sí misma.

Los que abogan porque se extienda el juego y la lotería, afirman que el juego es lo que le gusta a la gente, y se apresuran a caracterizarlo como una “actividad inofensiva”.

Un amigo mío, que ha estado sin empleo desde hace algún tiempo, debe de ser una de esas personas a las que se refieren los que abogan por el juego. Cada semana compra varios billetes de lotería con parte de su exiguo cheque, que recibe como subsidio de desocupación, esperando, aunque sin razón, que un golpe de suerte lo saque de sus problemas financieros. Debido a que se aferra desesperadamente a esta falsa esperanza, no se esfuerza con el valor que es necesario en esta época para realmente resolver sus varios problemas.

Para algunos, el juego no es otra cosa que un derroche monstruoso de dinero. Para muchos, sin embargo, los resultados son todavía más serios como, por ejemplo, para aquellos que creen que no pueden triunfar por sus propios esfuerzos pero piensan que quizás un golpe de suerte los lleve repentinamente a la cumbre. Mas, por muy difícil, hasta imposible, que parezca la situación en que nos encontremos en determinado momento, debemos — por respeto propio y por nuestro bienestar moral y espiritual — triunfar, no basándonos en la suerte o la casualidad, sino basándonos espiritualmente en la continua e ininterrumpida corriente del bien que fluye de Dios hacia Su preciado reflejo, el hombre.

Cristo Jesús nos aseguró, una y otra vez, la presencia y amor de Dios. Dijo: “Pedid, y se os dará”. Mateo 7:7;

¿Pedir qué? Pedir que se acreciente nuestra comprensión espiritual, nuestro valor, persistencia, confianza en el cuidado de Dios. Pedir que seamos capaces de reconocer Su bondad, la cual está continuamente obrando en nuestra vida.

El Cristo, o la Verdad, es el mensaje de Dios a la humanidad, que trae a nuestra consciencia la realidad de nuestra identidad espiritual. Nuestra verdadera individualidad, como expresión de Dios, no conoce carencia, frustración o falsos temores. Éstos son los resultados de la ignorancia, de la creencia en la materia y sus limitaciones, de la autocompasión.

La Sra. Eddy no alienta la contemplación y dependencia de la humanidad en la materia, ni la acostumbrada falta de confianza en la substancia espiritual. Dice: “El sentido finito no tiene concepto verdadero del Principio infinito, Dios, o de Su infinita imagen o reflejo, el hombre”.Ciencia y Salud, pág. 300;

Aquel que deja que lo atrape la costumbre egoísta y codiciosa del juego, está haciendo de la suerte la fuente del bien, y todavía debe vislumbrar este “concepto verdadero” de Dios y de Su expresión espiritual: el universo y el hombre.

A veces oímos decir: “Sí, compro billetes de lotería, y si gano, ¿quién puede decir que no es el medio por el cual me provee Dios?”

¿Qué clase de argumento es éste? Dios ya nos está proveyendo, dándonos más de lo que aceptamos en nuestro excesivo pedir. Dios no necesita de carreras de caballos, loterías o ruletas para darnos lo que necesitamos. ¿Y qué clase de provisión es ésa que le quita a uno para dar a otro? La provisión de Dios viene en forma de ideas espirituales, de bien espiritual. Si somos pacientes, si abrimos sinceramente nuestro pensamiento al Amor divino, nuestro propósito, sustento y felicidad también se nos manifestarán. Tenemos que probar humanamente nuestra comprensión de lo que ya es espiritualmente verdadero.

La Sra. Eddy, en el capítulo sobre la oración, en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, escribe: “¡Cuán huecos son nuestros conceptos de la Deidad! ... ¿Estamos realmente agradecidos por el bien ya recibido? Entonces nos aprovecharemos de las bendiciones que tenemos, y esto nos capacitará para recibir más”.ibid., pág. 3;

“Recibir” y “tener” son estados mentales. En realidad, están relacionados con “dar” — el expresar diariamente nuestras cualidades derivadas de Dios, tales como compasión, amor, inteligencia, humildad. La comprensión espiritual es nuestra verdadera riqueza.

Cristo Jesús dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé”. Juan 15:16.

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