Los verdaderos recursos son realidades espirituales que existen en el reino del Espíritu, Dios. Son inherentes al hombre, la expresión de Dios. Puesto que Dios es Todo-en-todo, no puede haber nada que no esté incluido en esta totalidad. Debido a que la gente no comprende esto, a menudo piensan de sí mismas como personas aisladas en un mundo principalmente indiferente a sus necesidades. Pero la lección que aprendió el hermano mayor en la parábola bíblica nos muestra la realidad: que el hombre nunca está separado de su primogenitura del bien. Dios, el Padre, ya sabe esto y dice: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas”. Lucas 15:31;
Así estamos todos — cada uno de nosotros — siempre con Dios, y provistos por el Amor, del bien limitado e inagotable. Esta verdad es la base del verdadero ingenio: tener los recursos y saber cómo usarlos.
Sin embargo, muy a menudo aceptamos erróneamente el concepto de que vivimos en el reino de la materia, y que estamos sujetos a la suerte, la limitación y la carencia. Esta falsa creencia se exterioriza en nuestra vida diaria bajo condiciones tales como falta de inspiración, de compañía, de aspiraciones legítimas, de ideas constructivas. El temor de que la escasez mundial pueda sobrepasar la habilidad de los hombres para enfrentarla, pretende trastornar la estabilidad y el equilibrio de la sociedad. Aparejado con esto está la evidencia inquietante de que la emoción excesiva no siempre cede al razonamiento y que a menudo nos rehusamos a controlar el despilfarro. Y es así como los sentimientos y la sensibilidad personales pueden llegar a predominar en los asuntos humanos, ya sean éstos de índole personal o nacional. Todo ello, pretendiendo que puede retardar el progreso o la realización de objetivos, tiene un efecto paralizador o disruptivo.
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