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Recursos e ingenio

Del número de noviembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los verdaderos recursos son realidades espirituales que existen en el reino del Espíritu, Dios. Son inherentes al hombre, la expresión de Dios. Puesto que Dios es Todo-en-todo, no puede haber nada que no esté incluido en esta totalidad. Debido a que la gente no comprende esto, a menudo piensan de sí mismas como personas aisladas en un mundo principalmente indiferente a sus necesidades. Pero la lección que aprendió el hermano mayor en la parábola bíblica nos muestra la realidad: que el hombre nunca está separado de su primogenitura del bien. Dios, el Padre, ya sabe esto y dice: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas”. Lucas 15:31;

Así estamos todos — cada uno de nosotros — siempre con Dios, y provistos por el Amor, del bien limitado e inagotable. Esta verdad es la base del verdadero ingenio: tener los recursos y saber cómo usarlos.

Sin embargo, muy a menudo aceptamos erróneamente el concepto de que vivimos en el reino de la materia, y que estamos sujetos a la suerte, la limitación y la carencia. Esta falsa creencia se exterioriza en nuestra vida diaria bajo condiciones tales como falta de inspiración, de compañía, de aspiraciones legítimas, de ideas constructivas. El temor de que la escasez mundial pueda sobrepasar la habilidad de los hombres para enfrentarla, pretende trastornar la estabilidad y el equilibrio de la sociedad. Aparejado con esto está la evidencia inquietante de que la emoción excesiva no siempre cede al razonamiento y que a menudo nos rehusamos a controlar el despilfarro. Y es así como los sentimientos y la sensibilidad personales pueden llegar a predominar en los asuntos humanos, ya sean éstos de índole personal o nacional. Todo ello, pretendiendo que puede retardar el progreso o la realización de objetivos, tiene un efecto paralizador o disruptivo.

Creer que vivimos en un reino material conduce a la conclusión falsa de que la humanidad, y no Dios, es suprema, y que los hombres son entidades que se gobiernan a sí mismas. Por lo tanto, piensan que únicamente de ellos depende corregirlo todo por medio del intelecto y de las actividades materiales. De intención o inconscientemente, ignorarían, negarían o superarían el poder y la supremacía de Dios omnipotente. Esta confianza en medios materiales trae consigo la necesidad de investigar constantemente la materia para obtener nuevas ideas, nuevas aptitudes y nuevos recursos.

La Ciencia Cristiana muestra cómo los hombres pueden cambiar su razonamiento de una base material a una base espiritual, y así encontrar la realidad — la verdad del ser. Luchar por encontrar satisfacción y perfección en la materia es inútil. La verdadera necesidad consiste en obtener satisfacción y realizaciones espirituales. Los verdaderos recursos forman parte de la creación ya completa de Dios. Refiriéndose a esta creación, la Biblia dice: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos”. Gén. 2:1; Y la Sra. Eddy nos dice: “La creación está siempre manifestándose y tiene que seguir manifestándose perpetuamente, debido a la naturaleza de su fuente inagotable. El sentido mortal invierte esta manifestación y califica las ideas como materiales”.Ciencia y Salud, pág. 507; ¿Puede entonces jamás haber realmente carencia de verdaderos recursos o de la habilidad de usarlos? ¡No! Cada idea se mantiene intacta en el Espíritu, y cada idea incluye en sí misma su total y perfecto estado de madurez y realización.

Los problemas de cualquier índole se resuelven sólo cuando realmente apelamos a los recursos infinitos de Dios. Jesús sabía esto. Él apeló a los recursos del Espíritu, Dios, para alimentar a las multitudes, cambiar el agua en vino, pagar los impuestos, restablecer la vida y la salud de la gente y sanar el pecado. Esta clase de habilidad demostrada por Jesús se adquiere con una mayor comprensión de lo que significa demostrar verdaderamente el Amor.

Al igual que la mujer samaritana que Jesús conoció, así también nosotros tenemos que descubrir finalmente que sólo los recursos del Alma, el Espíritu, dan satisfacción verdadera y permanente. En el relato según el Evangelio de San Juan sobre la conversación de Jesús con esta mujer, Jesús no solamente elevó el pensamiento de ella de la materia al Espíritu, sino que usó la sed que ella sentía como un claro ejemplo de la naturaleza insaciable del sentido material. Al referirse al pozo que tenían a su lado, le dijo: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan 4:13; 14;

Esta mujer cuya vida, de acuerdo con el relato bíblico, debe de haber estado llena de deseos frustrados e insatisfechos, no había percibido que su verdadera necesidad era la de obtener la verdadera satisfacción que se encuentra únicamente en los profundos recursos de Dios, el Alma. Pero Jesús, con su gran percepción espiritual, vio su necesidad y se la hizo notar. Le mostró que ella podía usar ingenio recurriendo a los recursos espirituales, que ya le pertenecían en la realidad de su ser verdadero y satisfecho, siempre unido a Dios, imperturbable ante las presiones y la inseguridad del sentido material. Aunque su sed interior era por el bien espiritual, su experiencia humana la había agravado en lugar de satisfacerla. El alivio podía venir únicamente por medios espirituales — apelando a los recursos del Alma; usando el verdadero ingenio. Jesús le mostró a ella estos recursos más elevados.

Evidentemente la consciencia de aquella mujer había respondido al Cristo, la Verdad, porque le dijo a Jesús: “Dame esa agua”. De la misma manera, el Cristo nos despierta a nosotros también a la necesidad y disponibilidad de los recursos de Dios. Sra. Eddy nos dice: “El Cristo es la idea verdadera, proclamando el bien, el mensaje divino, que viene de Dios a los hombres, hablando a la consciencia humana”.Ciencia y Salud, pág. 332; Si prestamos atención al mensaje del Cristo, también diremos: “Dame esa agua”. Cambiar nuestro pensamiento de lo superficial a las profundas realidades de la Verdad es el primer paso hacia el verdadero ingenio. Empezamos a utilizar los recursos de Dios de los cuales el hombre, Su idea, está dotado.

En la vida diaria, a menudo se piensa que el verdadero ingenio es la habilidad que se tiene en momentos de gran necesidad para utilizar talentos humanos tales como inventiva, improvisación, adaptabilidad o creatividad para rectificar los problemas urgentes. El ingenio o aptitud — según se cree generalmente — es algo que poseen unos pocos afortunados. Que si tenemos ingenio, tenemos una bendición. Si no, entonces pensamos ¡que es muy poco lo que podemos hacer! Pero si mediante una mejor comprensión de que Dios es todo aprendemos a utilizar los recursos que Dios nos da, entonces reconocemos que no solamente nosotros podemos ser receptivos y usar las ideas de Dios sino que ello es posible también para todos. Comprendemos que el ingenio es una actividad del Amor. De esta manera estamos en verdad abasteciendo a las necesidades de los demás — no humana, sino divinamente.

El verdadero ingenio no es simplemente un regalo o talento otorgado a unos pocos elegidos. Es saber cuáles son los verdaderos recursos, dónde están, y cómo obtenerlos. De esta manera utilizamos las provisiones del Espíritu y del Alma. De modo que la persona que se siente inclinada a levantar sus manos en una crisis y exclamar: “¡Pero, qué puedo hacer!”, o que sea tan inepta que sus esfuerzos prácticos para ayudar sirvan de poco o nada, puede reclamar para sí la habilidad que Dios le ha otorgado para valerse de los recursos del Alma a fin de hacer frente a cualquier situación. Puede encontrar que tiene en sí misma la habilidad para usar eficazmente los talentos y recursos que son el regalo de Dios para el hombre.

Las ideas espirituales traen a luz la perfección debido a la actividad completa y armoniosa del Alma. Son satisfactorias, duraderas y correctas. Si creemos que por tener riquezas materiales no necesitamos ingenio, también podemos saber que los verdaderos recursos tienen un significado mucho más profundo y perdurable que sus falsificaciones materiales. El que deja de pensar de sí mismo o de su prójimo como un mortal satisfecho o insatisfecho, y reclama para sí la inseparabilidad del hombre de los recursos esenciales y espirituales de Dios, tal persona se está identificando directamente con el verdadero ingenio.

Los ecólogos y otros hombres y mujeres que reflexionan están expresando actualmente mucha preocupación por el uso acelerado e irreflexivo que se hace de los recursos materiales de nuestro planeta. Temen que la vida, como la conocemos, no pueda continuar en este planeta si no dejamos de lado el uso desenfrenado de terrenos, de combustible de origen fósil, del agua y de otros recursos materiales que se consideran necesarios para la existencia humana. Razonando desde una base material, encuentran que sus temores son justificados.

Pero la existencia espiritual es la única existencia verdadera. La substancia es espiritual, no material. Aquellos que entienden algo de la totalidad de Dios, el Espíritu, y la nada de la materia, reconocen que la verdadera necesidad es acabar con la creencia mesmérica de que la vida depende de los recursos limitados de la tierra o, en efecto, del universo.

Demostrar el verdadero ingenio en nuestra propia vida, o sea, utilizar los recursos del Espíritu, y reconocerlo para otros, da dominio sobre las limitaciones de la materia y sobre las falsas pretensiones de que ellas puedan destruir la creación. Reclamando el ingenio para nosotros mismos y sabiendo que le pertenece a todos, estaremos en cierta medida tomando nuestro lugar para seguir a Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino. Estaremos ayudando a establecer el reino de los cielos en la tierra — no por medio de actividades culturales, económicas o sociales basadas en la materia y honradas por el tiempo, sino que estaremos utilizando el manantial de los recursos inagotables del bien, siempre disponibles para el hombre.

Aquí tenemos una de las declaraciones de la Sra. Eddy sobre este tema: “El talento y el genio de los siglos han calculado erróneamente. No han basado sus argumentos y conclusiones en cuanto al origen y los recursos del ser, — sus combinaciones, fenómenos y resultados,— sobre la revelación, sino que, por el contrario, han edificado sobre las arenas del razonamiento humano. No han aceptado la sencilla enseñanza y vida de Jesús como la única y verdadera solución para el inquietante problema de la existencia humana”.La Unidad del Bien, pág. 9.

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