“Usted no puede creer en todo lo que lee”.
Cuando un conocido o amigo dice esto, ¿nos detenemos a pensar? ¿Empezamos a preguntarnos sobre la calidad y veracidad de nuestra información? Tal vez el relato que escuchamos o leemos es tendencioso o no es lo que realmente necesitamos saber. ¿Recordamos, con cierta inquietud, la advertencia de Jesús: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”? Mateo 7:15;
Hoy en día la gente pone en duda a menudo la validez de la información que se le proporciona. A veces se le inunda con informes contradictorios acerca de un evento o situación. Otras veces sólo recibe un punto de vista sintetizado en un editorial que, en muchas ocasiones, no es el relato completo de los hechos. Nos sentimos asfixiados por la palabra escrita oral. Parece que tenemos muchas contradicciones o embustes y éstos conducen a la frustración, al desaliento, a falsas conclusiones y aun a la indiferencia.
¿Qué hacer para tener la certeza de que podemos enfrentar cualquier problema local, nacional o internacional con agudeza y percepción? En la Ciencia Cristiana aprendemos que la sabiduría, siempre disponible, proviene de la comprensión de la Ciencia de la Verdad. Esta Ciencia nos capacita para descubrir la insidiosa evidencia de los sentidos materiales y llegar a conclusiones veraces.
Las Escrituras contienen narraciones de personas que presenciaron lo ocurrido y otras de oídas, algunas de ellas aparentemente contradictorias, y datos estadísticos que parecieran ser inaplicables. Mediante su devoto estudio, la Sra. Eddy vio que a través de las Escrituras es lo espiritual lo que es de máxima importancia. Ella escribe: “La Ciencia divina enseñada en el lenguaje original de la Biblia vino por inspiración, y necesita inspiración para ser entendida”.Ciencia y Salud, pág. 319; El espíritu, y no la letra nos da hoy en día — como lo hizo con los discípulos y los profetas — discernimiento, visión y perspicacia.
Cristo Jesús nos aseguró que si buscamos el reino de Dios primero, entonces tendremos todo lo que necesitamos humanamente. “Todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33; Su vida fue una prueba de su unión con Dios, la Verdad; su humildad y pureza le permitieron ver más allá del testimonio de los sentidos. Luego de haber ayunado cuarenta días en el desierto, el tentador, o sea la creencia en más de una Mente, Dios, exigió que el sentido material con sus deseos y necesidades fuera satisfecho. Le hubiera dado pan, protección contra todos los males terrenales, y poder sobre todo el mundo si hubiera admitido la evidencia material, si hubiera concordado con que hay substancia y verdad en la materia y si hubiera abandonado su amor y confianza en Dios. La respuesta de Jesús fue: “Vete, Satanás”, 4:10; y mediante este rechazo estableció su confianza en el poder de Dios que destruye el mal en todas sus formas.
Gracias a su espiritualidad y anhelo constante de dar testimonio de Dios y de escuchar Su dirección, Jesús tuvo siempre un claro discernimiento y el poder de sanar. Aquellos que estaban a su alrededor, a menudo ignoraban la verdad infalible. Cuando la mujer enferma lo tocó en medio de la multitud, Jesús de inmediato reconoció su receptividad a la verdad, mientras que los discípulos vieron solamente una apremiante multitud. En otra ocasión le contó a sus discípulos la parábola del fariseo en el templo, que se enorgulleció porque recordaba a Dios en sus oraciones, había ayunado, pagado el diezmo y no había vivido en forma pecaminosa “como los otros hombres”, mientras que el publicano que también estaba ahí, pedía perdón humildemente. El Maestro declaró que el publicano penitente estaba mucho más justificado ante Dios por su humildad y exaltado por Él que el fariseo que expresó falta de sinceridad y amor. (Ver Lucas 18:9–14.)
Y cuando una mujer pecadora se le acercó con humildad para ser perdonada, aunque los que lo rodeaban se burlaban, Jesús la perdonó sabiendo que su arrepentimiento era sincero. La Sra. Eddy escribe: “Jesús obró valerosamente, en contra de la evidencia acreditada de los sentidos, en contra de los credos y las prácticas de los fariseos, y refutó a todos los opositores con su poder curativo”.Ciencia y Salud, pág. 18;
La percepción y el poder espirituales que Jesús sintetizó pueden ser nuestros y podemos utilizarlos hoy mismo. Conociendo la omnipotencia y la omnipresencia de la Verdad podemos ver la irrealidad del sentido mortal. Dejando que predomine el entendimiento divino, podemos conocer la verdad. Podemos negar la confusión, la ignorancia, la decepción y llenar nuestro pensamiento con la verdad del sentido espiritual. Al hacerlo, el error no nos puede engañar.
La Sra. Eddy nos da a conocer que: “Hablando científicamente, no hay mente mortal con la cual construir creencias materiales, nacidas de la ilusión”. Y continúa: “La única Mente, Dios, no contiene opiniones mortales”.ibid., pág. 399. Cualquier error en la premisa o en la conclusión son, verdaderamente, ilusiones sin existencia real para nosotros o para nadie más. Cuando vemos que Dios es la única Mente y que todos los hombres, en verdad, tienen sólo esta Mente única, logramos el dominio sobre la creencia de que hay mente en la materia o poder en el pecado. El sentido falso nos nos puede engañar más porque una falsedad jamás puede engañarnos cuando ya hemos aprendido a reconocer lo verdadero.
La búsqueda de la verdad ha sido y es continua. La exclamación “¿Qué es la verdad?” provino del interrogatorio de Pilato tanto como proviene de nosotros, hoy en día. Sin embargo, podemos alegrarnos ya que por medio de la Ciencia Cristiana, la Ciencia de la Verdad, podemos tener la percepción, el pensamiento perfecto y el poder de Dios para dirigir nuestra vida hacia el Espíritu, y ayudar a la humanidad.
En lugar de permanecer pasivos cuando enfrentamos los acontecimientos cotidianos, podemos estar conscientes y ser reflexivos, examinando cada situación a la luz de nuestra comprensión espiritual, conscientes de nuestro amor por Dios y el hombre, trayendo así a cada suceso la verdad y su presencia sanadora. Para lograr esto se necesita preparación. La Biblia y los escritos de la Sra. Eddy son nuestros inapreciables auxiliares. Nos enseñan cómo abandonar la voluntad humana y dejar que se cumpla la voluntad de Dios. Nos enseñan la receptividad, la humildad y el amor. Nos dan directivas para ser desinteresados y para escuchar la Palabra de Dios y nos enseñan cómo orar eficazmente.
Nuestro diario estudio y oración espirituales son esenciales. Nos permiten enterarnos de lo que realmente está sucediendo. Esta preparación concienzuda y desinteresada nos faculta para clasificar y filtrar las impresiones que nos llegan, verlas a la luz del Espíritu y de la Verdad, brindarles a los acontecimientos el respectivo valor espiritual, así bendeciremos a la humanidad y a nosotros mismos.
Por medio de la inocencia y la pureza de nuestra vida y pensamientos, podemos descubrir el error, desenmascararlo y corregirlo. La voz callada y suave de la Verdad está siempre con nosotros para indicarnos la dirección correcta. El sentido espiritual puede gobernar nuestros sentimientos, percepciones y actos. Cuando nos preguntamos si lo que estamos viendo y oyendo es la representación verdadera de lo que está sucediendo la respuesta viene mediante nuestra comprensión espiritual. Oramos, escuchamos, y entonces llegamos a conclusiones correctas. Ésta es la verdadera preparación.