Hace más de veinte años empecé a estudiar Ciencia Cristiana. Doy gracias a Dios por haber guiado mis pasos a esta bendita Ciencia cuando todo recurso material era inadecuado para resolver mis problemas. He obtenido una ayuda siempre presente del estudio diario de la Lección Bíblica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, de las obras de la Sra. Eddy, y mediante la práctica de esta Ciencia.
Hace poco caí enferma y tenía mucho dolor en el cuerpo. Sentía a la vez mareos y náuseas. A pesar de que negué todo dolor físico e hice un esfuerzo por mantener mi pensamiento en la omnipresencia y el poder de Dios, el dolor no cedía. Fui inspirada a pedir ayuda mediante la oración a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien me aseguró que de inmediato me ayudaría. En una hora el problema que parecía tan evidente cedió a la presencia sanadora de la Verdad espiritual, y luego desapareció completamente. Y no ha vuelto. Estoy agradecida a Dios por esta demostración de Su poder y por la practicista que me ayudó a obtenerla.
En muchas ocasiones he sido bendecida con la protección divina. Una vez que regresaba a mi casa después de haber asistido a una reunión en una iglesia filial, la mente mortal me sugirió que me encontraba sola en un lugar apartado y que como ya era tarde en la noche no tendría medios de transporte para regresar a mi domicilio. Negué esta sugestión del error, no aceptándola como verdadera. Repetí el Salmo veintitrés, meditando en cada uno de sus versículos. Reconocí que Dios estaba presente allí mismo donde yo me encontraba. Sentí una paz y una gran expectación del bien, y esto disipó toda ansiedad y temor.
De pronto se acercó al lugar un joven que sentándose en el cordón de la acera se puso a leer un libro a la luz del alumbrado público. Le pregunté si pasaría algún ómnibus por ese lugar. Mirando su reloj me respondió: “No”. Esta negativa no frustró mi esperanza de que tendría algún medio para irme a casa pues esperaba que Dios respondería a mi necesidad. Luego le pregunté qué libro leía. Mostrándome una de sus tapas, me respondió: “La Biblia”. Sentí gran alegría y di a Dios las gracias con todo mi corazón por esta bendición. Le dije al joven que yo era estudiante de Ciencia Cristiana y que también apreciaba mucho la Biblia. Este punto en común fue muy consolador para mí. El medio para llegar a mi casa fue suplido con toda normalidad. Fue para mí una experiencia muy hermosa y un paso adelante en mi desarrollo espiritual.
Agradezco a Dios el ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, por Su bien infinito y por todas las bendiciones recibidas, por el amado Maestro, Cristo Jesús, y por la Sra. Eddy que nos dio la interpretación espiritual de las Escrituras en el libro Ciencia y Salud, revelándonos que el reino de Dios está siempre con Sus hijos.
Montevideo, Uruguay