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Por ser mis padres sordomudos, yo sufría...

Del número de noviembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Por ser mis padres sordomudos, yo sufría de un crónico problema auditivo. Recientemente me he dado cuenta de cuánto amor me prodigaba mi madre al levantarse de su tibio lecho, a veces en temperaturas de 9 grados bajo cero noche tras noche, durante casi dieciocho años.

Mi hermano, que cuidó de mí durante mis años de formación, asistía a la universidad un año y luego no iba el siguiente para que yo pudiera asistir un año. Habíamos planeado seguir este sistema para poder continuar nuestra educación, pero era tal mi sordera que mucho antes de terminar el primer semestre me di cuenta de que nunca podría tomar los exámenes porque no podía oír a los profesores, ni siquiera sentándome en la primera fila. Abandoné los estudios y mi hermano cursó y completó su licenciatura más rápidamente.

La sordera parecía ser la causa principal de una severa depresión mental que empeoraba cada año hasta que supe de la Ciencia Cristiana. Estaba lista para recibir la Verdad.

Mientras leía Retrospección e Introspección por la Sra. Eddy, esta declaración sobresalió (pág. 28): “Yo había aprendido que la Mente reconstruye el cuerpo, y que ninguna otra cosa podría hacerlo”. Mi reacción fue: “¡Cómo, lo que esta querida señora me está diciendo es que esto es verídico ahora mismo — que la Mente reconstruye el cuerpo!”

Pocos días después sentí un ruido en mi cabeza como el rugido de un león, y a continuación una substancia dura salió de mi oído. Esto hubiera parecido imposible para el sentido humano, pero percibí que la Mente es nuestro gran Médico.

comencé a glorificar a Dios. Fue una verdadera sorpresa y placer escuchar mi propia voz tan claramente. Luego empecé a cantar himnos con ese gozo que trae toda curación —¡profundamente agradecida!

La depresión mental continuó por algunos años hasta que se produjo la curación total. Durante este tiempo mi pensamiento inquieto e inestable me hizo mudar de casa varias veces, pero agradezco a Dios por las Lecciones-Sermones del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana que fielmente estudiamos. Un lunes por la mañana hace ya más de un año, en una Sala de Lectura del centro de la ciudad, al leer el siguiente versículo bíblico, sané del continuo deseo de mudarme y huir de mí misma. Dice así (Proverbios 16:3): “Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados”. Me dije silenciosamente: “Padre, la palabra ‘afirmarse’ significa ‘afianzarse’. ¡Oh, Te doy gracias por la curación!” Esto me sanó en ese preciso instante, y me sentí libre y en paz.

Le llegó su turno a la aparentemente difícil lección de hacer a un lado la depresión mental. Muchos pensamientos impíos quedaron al descubierto, tales como la autocompasión, el odio, la crítica, y otros similares. Leí lo siguiente en el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 446): “El ejercicio de la voluntad produce un estado hipnótico, nocivo a la salud y a la integridad del pensamiento”. En el mismo párrafo se encuentran estas palabras: “Al ignorar el error que ha de extirparse, nos exponemos a menudo a su maléfica influencia”.

Esto me elevó del pozo de la desesperación a la gloriosa luz de la Verdad, y el resultado fue un maravilloso cambio de carácter.

Estoy agradecida a nuestro Padre por la instrucción en clase y por los hermosos y útiles artículos que se publican en las publicaciones periódicas de La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana. ¡Y cuánto aprecio siento por el The Christian Science Monitor!


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