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La habilidad que todos tenemos

Del número de marzo de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hay una habilidad que todos tenemos. Siempre la hemos tenido. Y siempre la tendremos. Es la habilidad de ser lo que somos, la habilidad de ser la idea de Dios. La Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. explica cómo reconocer y expresar esta habilidad.

A medida que adquirimos la comprensión de que tenemos la habilidad de ser lo que verdaderamente somos, comenzamos a desechar capas de pensamientos materiales. El resultado es que podemos solucionar nuestros problemas más fácilmente. Una consecuencia natural de esto es que otros nos piden que los ayudemos a abandonar el materialismo con las limitaciones y conflictos que le son inherentes.

En un sentido más profundo, la habilidad de ser lo que verdaderamente somos es más que una simple habilidad, es más que una capacidad que podemos adquirir o dejar a voluntad. Que somos siempre lo que somos es el hecho natural e inseparable de nuestra verdadera identidad. La verdad es que debido a que la identidad real del hombre es la representación de la Mente divina, el hombre no tiene alternativa: nuestra identidad verdadera no es una entidad que puede elegir entre ser lo que es o ser otra cosa.

El hombre, de acuerdo con la Ciencia, no puede dejar de ser hombre. Si nos imaginamos que somos cuerpos mortales y personalidades físicas, nos equivocamos. Esto es porque el hombre que realmente somos no tiene la capacidad de formarse un concepto erróneo acerca de sí mismo. Nuestro ser verdadero es la expresión de lo que la Mente divina sabe. Y lo que la Mente divina sabe no está sujeto a conceptos erróneos.

Aun cuando podamos estar pensando que somos mortales restringidos y dolientes, el hecho es que nuestra identidad real continúa siendo la idea de la Mente a través de la eternidad. Lo humano es sólo una visión distorsionada de la realidad. La realidad está constituida de la Vida divina y de sus innumerables y eternas ideas. Cada idea es lo que es, por siempre. La pura espiritualidad es la característica de todas las ideas verdaderas — es una consecuencia de la omnipresencia del Espíritu divino. El Espíritu divino no está irregularmente presente a través de su creación. El Espíritu es la única substancia — el Todo — de lo que verdaderamente es.

¿Puede esta verdad, aparentemente abstracta, estar relacionada con la vida diaria? Y si es así, ¿cómo?

Algunas veces podemos sentirnos inclinados a pensar que no nos va tan bien como a otros. O, por el contrario, podemos creer que nos va mucho mejor que a otros. Ninguno de estos puntos de vista es espiritual, porque presupone un nivel mortal de existencia, puesto que toda existencia verdadera es puramente espiritual e impersonal.

Sentir que a otros les va mejor que a nosotros es el origen de la envidia. Sentir que a nosotros nos va mejor que a muchos otros es el origen de la superioridad. Como ideas de la Vida todos tenemos igual habilidad para ser lo que realmente somos — más aún, estamos siendo lo que realmente somos. En la medida en que nos damos cuenta de esto podemos hallar salud, llevarnos mejor con nuestros semejantes en nuestra vida diaria, y encontrar la paz de espíritu.

Ejercitar nuestra habilidad de ver y ser lo que somos no sólo nos sana sino que es la base para sanar a otros. En la práctica de la Ciencia Cristiana debemos evitar creer, por ejemplo, que uno es un mortal sano de mente espiritualizada a quien se le busca en procura de ayuda para un mortal enfermo de mente materialista. En la realidad de las cosas, debemos darnos cuenta de que Dios y Su idea — el hombre y el universo — son lo que son: infinitos, perfectos, indestructibles. Mary Baker Eddy nos dice: “La Ciencia Cristiana revela a Dios y Su idea como el Todo y lo Único”.Retrospección e Introspección, pág. 60;

La habilidad de ser lo que somos es perpetuada por Dios. Nunca la perdemos porque nunca podemos perder nuestra identidad. Nuestra identidad — inseparable del Alma — es tan permanente como el Alma, y el Alma es Dios, y Dios es eterno. Por lo tanto, nunca necesitamos recuperar nuestra identidad real. Si pensamos que la hemos perdido, debemos despojarnos de la creencia de que la identidad genuina es algo que puede perderse. La identidad no podría perderse más de lo que podría perderse el Alma omnipresente, Dios. Lo infinito no puede perderse. No hay lugar ni cosa que pueda obscurecerlo. Desde el punto de vista de la Ciencia Cristiana, el Alma y su idea — el hombre — existen por siempre, en todas partes.

Cristo Jesús realizó obras tan grandiosas porque sabía dónde estaba y quién era — el hijo de Dios. Dijo: “Sé de dónde he venido y a dónde voy”. Juan 8:14. Por medio de la Ciencia divina — la revelación del todo de Dios y de la naturaleza del hombre como emanación de Dios — podemos saber quiénes somos y dónde estamos. Sabiendo esto con convicción absoluta somos lo que somos. Aquello que absolutamente sabe lo que es, es lo que es.

El familiarizarse con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana es comenzar a despojarse de cualquier sensación de que no somos aptos o capaces de lograr el bien y de ser buenos. Es lograr la firme confianza que se obtiene al comprender espiritualmente al hombre y su perfección. La perfección del hombre no cambia ni puede cambiarse. Comprobamos esto cuando aceptamos nuestra habilidad dada por Dios para ser justamente lo que Él nos creó para ser — Su expresión inmaculada.

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