“No matarás” (Éxodo 20:13) abarca una esfera más amplia que lo que indica el concepto técnico de matar, o sea, el asesinato premeditado de un ser humano.
La primera mención que se halla en la Biblia de un acto de esta índole aparece en el relato alegórico del ataque homicida de Caín contra su hermano Abel. En la alegoría se muestra un trasfondo amenazador de malos pensamientos que precipitan la violencia y la destrucción.
Se describe que estos dos jóvenes vivían en un ambiente pastoril. Caín, el mayor, era labrador, mientras que su hermano prefirió ser pastor de ovejas. No hay mención de que hubiera habido contienda alguna entre ellos, hasta que cada uno trajo una ofrenda a Jehová. La ofrenda de Abel que estaba compuesta de algunas ovejas fue aceptada, mientras que la de Caín, quien ofrendó el producto de sus campos, fue, aparentemente, ignorada. Cualquiera que haya sido la razón de este rechazo, la ira y el resentimiento se encendieron en el pensamiento de Caín, y mató a Abel (ver Génesis 4:8) — acto que lo condujo rápidamente a la reprensión severa y al destierro perpetuo ordenado por el mismo Dios cuyo favor Caín esperaba recibir.
Entre los escritos proféticos del Antiguo Testamento hay indicios de que la destrucción insensible denunciada en el Sexto Mandamiento no se limitaba necesariamente en su aplicación a la muerte de seres humanos, porque se nos recuerda que “el que sacrifica buey es como si matase a un hombre” (Isaías 66:3). Además, un pasaje anterior en este mismo gran libro condena en el nombre de Dios el sacrificio innecesario de otros animales (ver Isaías 1:11).
En su Sermón del Monte, Cristo Jesús demostró no solamente su familiaridad con el Sexto Mandamiento sino también su deseo de apoyarlo totalmente. No vaciló en citar específicamente lo que la ley mosaica exigía: “No matarás” (Mateo 5:21), pero procedió a ampliar su significado asegúrandoles a sus oyentes que la ira desenfrenada es tan censurable como el acto mismo de matar, el que demasiado a menudo sigue a la ira, como en el caso del acto impetuoso de Caín.
El pensamiento sabio y perspicaz del Maestro respecto al sexto y a los otros mandamientos es demostrado claramente en el uso repetido de la frase: “Pero yo os digo” (Mateo 5:22, 28, 32, etc.) lo que constituía un desafío para los que lo escuchaban, y también una introducción a su propia interpretación profunda de los Mandamientos y de otros aspectos de la Ley Hebrea.
De acuerdo con la conocida traducción que de Mateo 5:22 hace la Versión King James de la Biblia, Jesús quería que sus seguidores recordaran que “cualquiera que se enoje contra su hermano sin una causa, será culpable de juicio”; pero es digno de atención que en el griego las palabras “sin una causa” no están incluidas en los primeros y más importantes manuscritos que tenemos ahora. ¿No podrá ser que esta excusa haya sido insertada por un copista posterior, con el propósito de escapar de la indicación absoluta del Maestro de que el sentir ira hacia otro es tan peligroso como la violencia física o aun el asesinato?
Ampliando su interpretación del Sexto Mandamiento, Jesús entendió que este mandamiento condenaba el uso de palabras despectivas, hirientes o groseras, las que a su vez bien podrían provocar actos criminales. Es obvio que él consideraba que una reconciliación rápida y completa haría mucho para evitar las agresiones homicidas contra las cuales Moisés previno al pueblo de su época (comparar Mateo 5:23, 24).
El Apóstol Pablo hizo resaltar aún otro aspecto del Sexto Mandamiento al recordar que “la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6), repitiendo así el pensamiento del Maestro de que lo que intenta ser una obediencia literal a la ley a menudo equivale a la destrucción de su propósito (comparar Marcos 7:6-13).
