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Venciendo el falso sentido del yo

[Original en español]

Del número de marzo de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una de las cosas que me fue más difícil vencer al estudiar sinceramente la Ciencia Cristiana fue el yo humano. Estaba muy contenta con lo que yo creía era mi perspicacia para darme cuenta de lo que pensaba la gente, especialmente en mi trabajo. Y como me creía muy sincera, me enfrentaba a esas personas criticándoles sus defectos e intenciones. Esto hacía, a pesar de que Cristo Jesús nos advierte: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. Mateo 7:1;

Sin embargo, esta propensión a criticar me hacía muy infeliz pues mis relaciones humanas no eran cordiales. Cada vez que tenía una desavenencia con alguien, ya fuera un familiar, amigo, o compañero de trabajo, se me presentaban condiciones desarmoniosas: decaimiento y tristeza, irritación en la garganta, y fiebre.

La amorosa practicista de la Ciencia Cristiana que me atendía, me guió pacientemente hasta que un día el error fue descubierto. El Apóstol Pablo dice: “El que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña”, Gál. 6:3; y la Sra. Eddy explica en Ciencia y Salud: “Este pensamiento de la nada material humana, que la Ciencia inculca, encoleriza la mente carnal y es la causa principal del antagonismo de la mente carnal”.Ciencia y Salud, pág. 345;

Me di cuenta de la gran estupidez de la mente carnal, o mortal, que se sentía muy importante erigiéndose en juez infalible, y reconocí que esto era la causa de mi aflicción.

Entonces sentí una gran alegría pero, no obstante, tuve que seguir orando y estudiando mucho, pues mi carácter humano no había cambiado. Sin yo quererlo, las situaciones desarmoniosas continuaban.

Henry Drummond en su disertación “The Greatest Thing in the World” (La cosa más grande del mundo), define la propensión desagradable o el mal genio, como “el vicio de los virtuosos” y dice: “Es la calentura intermitente que da prueba de una enfermedad que no es intermitente, es la burbuja ocasional que se escapa a la superficie y que descubre alguna podredumbre que hay debajo; ... en otras palabras, es la manifestación instantánea de cien pecados feísimos e indignos del cristiano”.

Este pasaje hizo un gran impacto en mí. Pero yo sabía que no hay recompensa sin esfuerzo. Así que seguí orando y buscando la luz que finalmente me hiciera ver en cada situación humana la voluntad de Dios, y aprender a esperar pacientemente la evidencia de la operación de la inteligencia divina.

A pesar de lo que me estaba pasando, como le pasó a Pablo —“Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” Rom. 7:15;— no desmayé porque tenía fe de que Dios es omnipotente y omnipresente.

Un día la mente mortal se me presentó especialmente agresiva, produciendo un ambiente de gran alteración y desarmonía en mi trabajo. Inmediatamente pude negar el mal, y me aferré a la omnipotencia de la Verdad, que se expresa en paz y amor. A las pocas horas, el problema se solucionó y quedó convertido en la nada que en realidad siempre había sido.

¡Qué gozo indescriptible experimenté! No sólo por haberse solucionado ese problema en particular, sino porque al ver solamente el poder de Dios, el bien, pude vencer la tentación de la mente mortal, el temperamento que anteriormente me había aprisionado. Desde ese momento seguí progresando en mi estudio de Ciencia Cristiana, y a comprender más del significado de la individualidad verdadera.

La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “No hay sino un solo Yo o Nos, un solo Principio divino o Mente divina, gobernando toda la existencia; el hombre y la mujer, intactos para siempre en sus caracteres individuales, al igual que los números, que jamás se mezclan entre sí, a pesar de ser regidos por un mismo Principio. Todos los objetos de la creación de Dios reflejan una sola Mente, y todo aquello que no refleje esta Mente única, es falso y erróneo, como lo es la creencia de que la vida, la substancia y la inteligencia son a la vez mentales y materiales”.Ciencia y Salud, pág. 588; Y su definición del “Yo Soy” dice: “Dios; la Mente incorpórea y eterna; el Principio divino; el único Ego”.ibid.

Entonces entendí que el hombre espiritual es creación de Dios y que es el único hombre verdadero — que posee como reflejo de su Hacedor fuerza, inteligencia y poder continuos. Sentí que Dios me amaba y que cuanta más comprensión espiritual obtuviera por medio de la oración y la práctica de la Ciencia Cristiana, más cerca estaría de Él, y más podría recibir de lo que Él tenía para darme, y más podría expresar Su amor hacia otros.

Todos somos espiritualmente iguales. Cada uno de nosotros puede buscar el camino que nos lleva al descubrimiento de nuestra verdadera identidad — a la comprensión espiritual de que Dios es el único Yo, o Nosotros, y que el hombre es el reflejo de Dios.

Por cierto que es muy recompensador emprender esta búsqueda.

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