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Lo que significa ser practicista de la Ciencia Cristiana

Del número de marzo de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Qué significa ser practicista de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens.? Significa que uno está preparado para situarse frente al mundo y declarar que todas las cosas son posibles para Dios, estar convencido de que la Ciencia Cristiana sana, y saber que Dios hace el trabajo.

No se necesita alquilar una hermosa oficina para practicar esta Ciencia o para sanar. Cada estudiante puede practicar lo que sabe, ahí mismo donde se encuentra, en su hogar, en su oficina, en la iglesia, o en el aula, o en una carretera muy transitada. La manera de practicar lo que se sabe de Dios y del hombre es lo que hace que una persona sea practicista.

Quizás habrá muchas personas que no están registradas en la lista de practicistas pero que quedamente están haciendo mucho para sanar al mundo actual. Si la contribución que uno hace parece ser menos dramática o es menos evidente que la de otros, Dios sabe lo que cada uno tiene para dar. Las victorias y el progreso de un estudiante vienen cuando está solo con Dios — cuando nadie más sabe lo que está pensando o haciendo.

Nuestro amado Maestro, Cristo Jesús, les advirtió a sus discípulos: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”. Mateo 10:8; No es necesario preguntarse si alguien vendrá para ser sanado — no si las siguientes palabras de nuestro Maestro son vividas: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. Juan 12:32; Si en verdad estamos elevando al Cristo, la Verdad, en la consciencia, viendo únicamente al hombre creado por Dios en donde aparece un mortal pecador o que sufre, la cansada humanidad encontrará el camino hacia esta Verdad sanadora. En verdad cada paciente ya tiene al Cristo, aunque no lo sepa. La tarea del practicista consiste solamente en reconocerlo y confirmarlo en cada persona que ve.

El que sana con amor a la manera del Cristo — por más modesta que sea su oficina — encontrará que personas de todas partes vendrán a él. Siempre se necesitan personas que verdaderamente sanen como el Cristo. El Cristo es una atracción poderosa, que atrae irresistiblemente a todo el que se encuentra dentro de su esfera de actividad.

Un requisito primordial y muy importante para quien desee ser practicista de la Ciencia Cristiana se encuentra en el Artículo VIII, Sección 22, del Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana: “Los miembros de esta Iglesia deberán mantener en sagrada confidencia toda comunicación privada que reciban de sus pacientes, así como cualquier información que reciban como resultado de la relación entre practicista y paciente”. Ésta es una de las reglas más necesarias que deben ser cumplidas por ambas partes. Es inadmisible que un practicista de la Ciencia Cristiana diga quiénes son sus pacientes o que divulgue información confidencial.

Además del gran amor a la humanidad que el practicisa debe tener para poder curar, necesita de muchísima paciencia además de mucho sentido común. Debe orar para tener el entendimiento que responda a la necesidad del pensamiento hambriento en el nivel donde éste se encuentre. Debe aprender a no hablar él todo el tiempo, impidiendo así que su paciente hable, como tampoco desanimarlo o confundirlo con metafísica profunda, sino que debe orar para ser como un niño, para ser comprensivo y tierno, no debe regañar ni exigir nunca al paciente más de lo que éste entiende en el momento.

También, cuando el practicista enfrenta circunstancias alarmantes, permanece tranquilo sabiendo que la presencia sanadora del Cristo está ya establecida, preparándolo así para dar un tratamiento completo en todo sentido.

Cuando se habla con futuras practicistas, a menudo se escucha a la mente carnal argumentando sobre la falta de tiempo para dedicarse al estudio consagrado que es necesario para prepararse para este importante paso. A menudo presenta sugestiones de temor de que no se cuenta con recursos. Pero cuando trabajamos para Dios, Él suple todas nuestras necesidades. ¿Qué otro trabajo da tantas satisfacciones, es tan gozoso como el que ve el error destruido? ¿Para quién podríamos trabajar que apreciara más nuestro trabajo, que para Dios?

No hay ningún misterio en el método que usa el practicista cuando se prepara para dedicarse totalmente a la práctica de la curación. La clase de instrucción en Ciencia Cristiana es de inestimable valor (ver el Manual de la Iglesia, Artículo XXVI). La clase le será un guía para el razonamiento metafísico y para ampliar su comprensión de la Verdad sanadora. Deberá practicar en su propia vida diaria lo que ha aprendido en la clase y en el estudio.

La práctica de la Ciencia Cristiana descansa sobre una base metafísica. Busca redimir a quien pide ayuda; es decir, liberarlo del pensamiento limitado hacia un reconocimiento verdadero de libertad y salud. Esto puede realizarse cuando el practicista entiende que Dios, el Amor divino, es en todos los casos el poder sanador — y en verdad la única Mente de cada uno de nosotros. La supuesta consciencia aparte de Dios, esa “mente mortal” que define todo materialmente y que incluye toda discordancia, pecado y muerte, nunca fue otra cosa más que un mito.

¿Qué posibles beneficios, entonces, podría obtener un practicista de Ciencia Cristiana al estudiar las leyes y penas que la mente mortal ha establecido sobre sí misma, su cuerpo, su universo de tiempo y espacio? Si un estudiante de esta Ciencia acepta las pretensiones de cualquier ley material, ¿no queda así incapacitado para tratar con esa ley o para resistirla? Cualquier concesión a la materia destruiría toda su fe en el poder divino. Lo que más necesita un practicista es entender la ley de Dios, la ley que gobierna al hombre y al universo armoniosamente y por lo tanto gobierna armoniosamente la creencia de un cuerpo material.

Estar totalmente consciente de que el hombre de Dios es espiritual, que vive en un universo de ideas correctas, gobernado y dirigido por la única Mente divina inteligente, es estar seguro de que la armonía de uno nunca puede ser atacada.

Vivimos bajo una ley del orden que es fidedigna, una ley armoniosa de salud y santidad, más firme que el curso de los planetas. El practicista debe entender esta ley perfecta de Dios en forma tal que nunca pueda ser engañado a aceptar o creer cualquier supuesta ley de la mente mortal. Su conocimiento está siempre del lado correcto del asunto — el conocimiento de lo que Dios es y de lo que el hombre es como reflejo de Dios. No se necesita ninguna información sobre sicología o anatomía para practicar Ciencia Cristiana.

Cuando se trabaja sobre una base espiritual, no se considera a la materia ni se necesita escuchar un largo relato de infortunios para poder refutarlos. Uno sabe tan cabalmente lo que la Mente divina está diciendo, que a ninguno de los relatos de la mente mortal pueden dárseles crédito. Tratar de vivir como lo hizo Cristo Jesús ayuda al practicista a seguir su ejemplo sanador.

¿Cómo se realiza la curación? Cuando entramos en un cuarto obscuro, no tratamos de estudiar la obscuridad para liberarnos de ella. Simplemente encendemos la luz que la desenmascara y la destruye. Por lo tanto, cuando el practicista eleva la luz de su comprensión a la manera del Cristo, por pequeña que sea, el paciente comparte la inspiración del practicista y recibe su bendición. Leemos en Salmos: “Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas”. Salmo 18:28; Cuando Dios enciende la lámpara del practicista esto es suficiente para ahuyentar la obscuridad.

Muy pronto se descubre que la pureza y el amor curan, porque ambos dan testimonio de la presencia del Cristo. La Sra. Eddy nos enseña en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Para poder curar a su paciente, el metafísico tiene primero que echar fuera de sí mismo los males morales, y así lograr la libertad espiritual que le capacitará para echar fuera de su paciente los males físicos;”Ciencia y Salud, pág. 366; y prosigue mostrándonos lo opuesto, el obstáculo que representa para la curación la esterilidad espiritual. Cuando se perciben las cualidades del Cristo en uno mismo y en el paciente, y se reconoce únicamente la presencia del Cristo, el pensamiento del paciente se eleva hasta que él percibe su propia perfección semejante al Cristo. ¡Y esto es la curación!

Uno podría preguntarse: “¿Estoy creciendo diariamente para ser más puro moralmente? ¿Estoy dejando de perder tiempo con el malhumor y el genio que quisieran apartarme de la pureza y la unidad de Dios, el bien? ¿Estoy poniendo cada vez menos atención al llamado de la carne y de la materialidad en todas las cosas? En otras palabras, ¿estoy en verdad mostrando las cualidades del comportamiento semejante al Cristo?” Nadie puede pretender practicar la Ciencia Cristiana más de lo que la practica en su propio pensamiento en el diario vivir.

A medida que estudiamos la vida de Jesús, vemos que él vivió la verdad más de lo que habló sobre ella. Lo que dijo estuvo siempre respaldado por su vida diaria. El estudiante de su método de curación bien podría detenerse y preguntarse: “¿Quién hace el trabajo? ¿De dónde viene este tratamiento? ¿Quién es responsable de la Verdad? ¿Quién es responsable del paciente? ¿Quién es responsable de mí y de mi familia?” Entender que Dios es la respuesta a todas estas preguntas abre las puertas para entrar a la gran sociedad de practicistas de la Ciencia Cristiana.

El practicista que trabaja persistentemente para purificar su propio pensamiento, obedeciendo las instrucciones de la Sra. Eddy, puede probar que nada, ni siquiera sus propios temores o dudas, puede detener la eficacia de un tratamiento en la Ciencia Cristiana. La verdad que se declara en un tratamiento es la Palabra de Dios, y Su Palabra va acompañada de poder y fruición. La Verdad necesariamente se impone a sí misma.

Lo único que el practicista necesita es tener un profundo conocimiento de Dios y saber que para Él todas las cosas son posibles. No necesitamos convencernos de que somos personalmente capaces, sino que simplemente debemos hacer nuestro trabajo honestamente y confiar en el poder de la Verdad. La primera frase del primer capítulo de Ciencia y Salud establece los requisitos simples para toda curación: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que para Dios todas las cosas son posibles, — un entendimiento espiritual de Él, un amor abnegado”.ibid., pág. 1.

Aquí tenemos la receta para el practicista de la Ciencia Cristiana.

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