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El ojo de la aguja

Del número de marzo de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Qué cosa tan preciosa es nuestra habilidad de ver! Es maravilloso que la gente encuentre, por medio de la Ciencia Cristiana, que la vista no es limitada ni transitoria, y que la materia no es realmente el medio por el cual vemos. Dios, la Mente que todo lo ve, es el origen de todas las capacidades del hombre, incluyendo su vista.

Y porque Dios es el creador y la substancia de toda existencia verdadera, todo lo que se puede ver es, en realidad, espiritualmente mental. El Espíritu divino es la Mente paterna y dentro de esta Mente está la idea infinita, el hombre y el universo. Esta idea es el reflejo de Dios. Le pertenece a Él, y Él la sostiene en toda su belleza, contorno, forma y color originales. Todo objeto en la Mente está por siempre claramente definido e identificado por su creador. En el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, leemos: “De los elementos infinitos de la Mente única emanan toda forma, color, cualidad y cantidad, y éstos son mentales, tanto primaria como secundariamente”.Ciencia y Salud, pág. 512;

El mantener presente los hechos espirituales del ser, puede sanar problemas de la vista. El orar de esta manera triunfa sobre las sugestiones de que la vista es una actividad compleja del cuerpo mortal, sujeta a cambios erráticos, y que cuando se deteriora debe ser tratada, ya sea con lentes prescritos por un oculista o mediante sistemas médicos.

Los primeros pasos a dar son rechazar las creencias de que el hombre ve por medio de la materia y de que su vista puede ser menos que perfecta, y destruir cualquier temor de que no se pueda restaurar la vista completamente por medio de la oración. Es bueno recordar que, puesto que Dios no sabe nada de imperfección o limitación, toda sugestión de deterioro no tiene base alguna en la verdad. Por lo tanto, no necesitamos temer al deterioro, porque un error siempre sigue siendo un error, jamás cruza una línea imaginaria para convertirse en verdad. En razón de que Dios, el que todo lo ve, permanece perfecto, Su expresión espiritual, el hombre, permanece perfecto.

El problema de la vista defectuosa no es físico, ni jamás es personal. Es una sugestión mental agresiva e impersonal del mal, del materialismo, semejante a la sugestión presentada en la alegoría del segundo capítulo de Génesis que declara que de alguna manera la neblina ha obscurecido el bien ya creado por Dios. De este mentiroso, el diablo, el mal, Cristo Jesús dijo: “El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Juan 8:44;

Una estudiante de la Ciencia Cristiana de pronto se dio cuenta de que le estaba siendo difícil leer. Los 3 y los 8 se veían igual en el directorio telefónico, y desapareció el ojo de la aguja. El “mentiroso”, la consciencia material, apareció a la entrada de su pensamiento, sugiriéndole que necesitaba lentes.

Vigorosamente ella afirmó que esta pretensión no era verdad, que no representaba su estado real, armonioso. Firmemente rechazó toda la mentira, simbolizada en el Génesis por la alegoría de la serpiente engañando a Eva para que conociera tanto el bien como el mal, y por la caída de Adán de la gracia. Reafirmó su estado como heredera de todo el bien, como la evidencia perfecta de Dios, en quien toda individualidad es por siempre completa.

La estudiante de la Ciencia Cristiana fue guiada a profundizar su comprensión de las infinitas capacidades de Dios, y de ella misma como el reflejo, la emanación del ser de la Mente. A través de su estudio llegó a percibir que la consciencia ve, y puesto que ella era la evidencia o expresión individualizada del Alma única — la consciencia divina — en todo momento ella era la personificación directa y exacta de la vista de la Mente.

A medida que pasaban los meses, la condición empeoró. No parecía haber ningún resultado visible de su dedicado estudio. Pero ella no vaciló. Más bien se regocijó de que en cada momento Dios le estaba revelando todo lo que necesitaba ver, y se apoyó aún más en la Mente como el origen de su vista. Confiaba en la Mente cuando ensartaba una aguja o buscaba un número telefónico, y siempre lograba lo que esperaba. Su convicción de que la vista es espiritualmente mental aumentó.

Luego, una mañana, sintió una gran molestia en los ojos, y su vista se nubló en extremo. Pero ella recurrió a las obras de la Sra. Eddy, y estos mensajes le llamaron la atención: “Nunca ha habido momento en que el mal fuese real”.No y Sí, pág. 24; y “La supremacía del bien destruye el sentido del mal”.ibid., pág. 32.

Apoyada por estas verdades, se fue a su trabajo, pero a media mañana tuvo que dejar de trabajar. Recurrió al Amor divino al tratar las mismas sugestiones de incapacidad e incomodidad.

Entonces hizo algo totalmente inesperado — se rió fuertemente, y exclamó: “¡Yo no aceptaría todo esto ni por un millón de dólares! Maldad, tú declaras haber hecho a un hombre, pero, como Jesús hizo notar, sólo eres padre de una mentira, y en ti no hay verdad. Estoy tan a salvo como lo está Dios”.

Se llenó de felicidad y de dominio. Durante los dos días siguientes continuaron las sugestiones, pero su alegría no disminuyó. Y al tercer día pudo ver la letra de imprenta más pequeña, y el ojo apareció otra vez en la aguja.

¡Cuán agradecidos podemos estar de que la diligencia y la perseverancia en la verdad traen consigo la seguridad que se necesita en cada situación! Durante muchos meses esta mujer había estado obteniendo un concepto más claro de la vista como facultad espiritual de la Mente, y deshaciéndose de la fuerte obsesión de que la vista física depende de los músculos, los nervios, el iris, etc. La iluminación espiritual, demostrando que nada en realidad estaba sucediendo sino sólo la comunicación del bien por parte de Dios a Su idea, el hombre, eliminó con su brillo la mistificación en el pensamiento mortal en cuanto a esta inapreciable actividad de la vista.

Es sabio estar alerta a las declaraciones de la medicina material de que la vista está sujeta a deterioro o falla desde el momento mismo del nacimiento humano. De hecho, el deterioro de la vista no es inevitable. La creencia de que es inevitable no tiene poder si nos damos cuenta de la falsedad del deterioro y lo descartamos por completo sobre la base del estado completamente espiritual del hombre. El deterioro es meramente una pretensión presuntuosa de la mente carnal o mortal. Una vez que se descubre y se niega persistentemente, pierde su aparente influencia mesmérica sobre el pensamiento humano.

Las verdades espirituales nunca cambian. La vista es una facultad indestructible de la Mente, no de la materia. Por lo tanto, nunca tenemos que recurrir a métodos materiales para sanar. La Ciencia Cristiana es suficiente para satisfacer nuestras necesidades de visión bajo toda circunstancia.

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