La Iglesia Cristiana nació el Día de Pentecostés — cincuenta días después de la última Pascua celebrada por Cristo Jesús. Ocupados continuamente en oración profunda y unánime, los discípulos habían estado esperando el advenimiento del Espíritu Santo, el Espíritu de verdad que les fuera prometido por su Maestro. Estaban esperándolo, preparándose para recibirlo. Estaban listos para él.
En el libro de Hechos se dice que los discípulos “estaban todos unánimes juntos.. . Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. Hechos 2:1, 4;
Estaban todos unánimes en la manifestación del Cristo, en la comunicación divina e imparcial de la eterna verdad acerca de Dios y del hombre. En ese momento supremo se cumplió la profecía de Joel: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones”. Joel 2:28;
Esta revelación o visión del Cristo se presentó a los discípulos en la forma de una luz “como de fuego” — la luz de la unión perfecta y de la percepción espiritual. La Biblia nos dice además: “Y se añadieron aquel día como tres mil personas”. Hechos 2:3, 41;
¡Tres mil es una buena cantidad! Fueron atraídos solamente por el Espíritu Santo, el Cristo, o la Verdad, manifestándose mediante el pensamiento inspirado y unido de los discípulos.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “La llegada de este entendimiento es lo que significa el descenso del Espíritu Santo, — aquel influjo de la Ciencia divina que iluminó el Día de Pentecostés con tanto resplandor, y que se va repitiendo ahora como antaño”.Ciencia y Salud, pág. 43;
El desarrollo del Cristo en la consciencia humana es, sin duda, un espíritu continuo, y los Científicos Cristianos necesitan darse cuenta de que puede ser tan activo y efectivo ahora como lo fuera en la época de los discípulos. Los Científicos Cristianos deberían sentir el entusiasmo y la unidad de propósito que expresaban los discípulos — el amor puro y trascendental del Cristo, no de persona o poder personal. Y es necesario que se esmeren porque este espíritu afectuoso trascienda hoy en día cada culto de las Iglesias de Cristo, Científico, y que sea la fuerza impulsora de todo el trabajo que hacen para la iglesia.
Esta luz del Cristo atrae irresistiblemente a la gente hacia ella. El resplandor impersonal del Amor divino — y ninguna otra cosa — es la atracción. El Cristo, que se manifestó mediante la devoción pionera del Día de Pentecostés, es, en el siglo veinte, la fuerza vital y vivificante del movimiento de la Ciencia Cristiana, y lo será por todos los siglos venideros.
En la actualidad, los Científicos Cristianos no pueden dar margen a que se descuide ni un solo aspecto de iglesia, ni un cargo, ni una actividad, en sus devotos esfuerzos por preservar, mediante la oración, el espíritu puro del Día de Pentecostés que atrajo a los “tres mil”.
¿Está cada uno de ellos expresando las cualidades del Cristo: humildad, paciencia, tolerancia, amabilidad, inspiración, y amor fraternal, en su trabajo de iglesia? ¿Tienden a reaccionar, a sentirse ofendidos cuando alguien dice algo sobre ellos que no creen justificado? ¿Se apresuran a justificarse? ¿O serenamente saben que Dios es el Juez, el omnisapiente, que sanará con el bálsamo del Amor divino y la comprensión todo lo que necesita ser sanado? ¿Se han desilusionado cuando no han sido nombrados o elegidos para el cargo que esperaban o consideraban que estaban bien preparados para desempeñar?
La Sra. Eddy sabiamente aconseja: “Debemos renunciar con gracia a lo que nos es negado, y avanzar con lo que tenemos, porque no podemos hacer más de lo que somos ni entender lo que no está madurando en nosotros”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 195;
Renunciemos con gracia — con amor — “a lo que nos es negado”, sabiendo que a Dios se le sirve en todos los cargos, ya sea en la comisión directiva o en la guardería infantil. Amar fervientemente a los otros miembros de la iglesia es mucho más importante que meramente desempeñar un puesto. La expresión de la cualidad del amor del Cristo en la iglesia actúa como una irresistible ley divina de atracción para los que buscan consuelo y sanación divinos. La irradiación de amor imparcial no conoce límites. No permanece encerrada entre las paredes de la iglesia sino que se extiende a la comunidad y más allá de la comunidad.
Al tratar profundamente de ver cómo podemos reflejar más de las cualidades del Cristo en nuestra actividad de iglesia, podemos preguntarnos: “¿Amo tanto a la Sra. X como a la Sra. B? ¿Amo más a la Sra. G que a la Srta. H o que al Sr. L?” El Amor divino lo incluye todo en su amor; y nosotros podemos esforzarnos por incluirlo todo en nuestro amor. Perdonando y olvidando las faltas de nuestro prójimo, podemos elevarnos más en la comprensión de lo que verdaderamente es el hombre como el reflejo espiritual y perfecto de Dios.
¿Nos vemos perturbados por reuniones de la iglesia que no dan los resultados que nosotros pensamos que deberían dar? ¿Insistimos en pensar cómo algunas personas pueden ser tan inmaturas en su metafísica — estar tan equivocadas? A pesar de lo que parece estar ocurriendo humanamente, estas reacciones materiales se desvanecen en el deseo humilde de confiar en Dios para que Él resuelva las cosas de la mejor manera para todos. El Cristo es la cabeza indiscutible de la iglesia, y predominará. Puede que este hecho espiritual no se evidencie en este momento o en el siguiente, pero se evidenciará en el momento oportuno y de la manera apropiada. Todas las cosas cooperan juntas para bien — para el progreso de la iglesia, para fortalecer su amor expansivo.
La Iglesia verdadera no está constituida de muchas personalidades finitas o grupos de personalidades, sino de ideas individuales de Dios que expresan las cualidades divinas de su Hacedor. Al abrigar en el corazón las cualidades divinas que reflejamos, podemos mantener la unidad de Espíritu que enlazó en uno a los discípulos en el Día de Pentecostés. La armonía y la unidad dentro de la iglesia jamás dejan de ser evidentes a aquellos que no pertenecen a ella, y por cierto que actúan como una poderosa influencia para atraerlos a nuestras puertas.
El propósito de la Iglesia de Cristo, Científico, es el de regenerar y sanar. Este propósito se logra mediante el pensamiento unido; y el pensamiento unido procede del amor. El amor — el reflejo del Amor divino — es la esencia misma y el poder motivador de la iglesia. Es el elemento sanador de la iglesia. Es lo que hace funcionar a la iglesia. Es la verdadera razón para afiliarse a ella, para participar en sus actividades, para crecer individualmente debido a ella. Sin amor, la iglesia no podría cumplir su misión. Es esta luz y afecto mismos lo que la humanidad está buscando. Cuando el Cristo, el espíritu del Amor, no es constantemente la fuerza impulsora de nuestro trabajo de iglesia, perdemos el elemento que atrae a los “tres mil”.
Es la actividad espiritual de la unidad y del amor en nuestra consciencia lo que impulsa a los visitantes a nuestras iglesias a decir: “Esto es lo que quiero. Esto es lo que he estado buscando. Esto contesta mis preguntas sobre la vida. Éste es el amor que necesito”.
Cuando los cultos de nuestras iglesias se caracterizan por la unidad y el amor, emiten cierta medida del ánimo del Espíritu Santo que inundó el pensamiento de los discípulos y les dio una comprensión más elevada del Cristo. Los cultos entonces irradian con el influjo de la luz que excluye toda clase de mal, que trae dulce paz al pensamiento perturbado y aporta despertar espiritual y curación a aquellos que buscan la verdad. La gloriosa luz sanadora del Cristo jamás puede ser extinguida mientras los miembros de la iglesia amen científica y desinteresadamente.
Cuando hay aparente falta de armonía — desacuerdo, confusión, resentimiento, renuncia de miembros y carencia de nuevos miembros, crítica destructiva, ambición desenfrenada — todo esto debemos reconocerlo como el intento de la mente carnal de resistirse a que la destruya la Iglesia de Cristo, Científico, la institución que está sanando a la humanidad y salvándola de todos sus males y frustraciones.
Podemos orar para saber que el magnetismo animal, que arrastraría al incauto al nivel de pensamiento impuro, sin principio, y enfermizo, jamás puede impedir la marcha progresiva de la Ciencia Cristiana, jamás puede detener su efectividad sanadora o dañar de manera alguna su estructura.
Si el magnetismo animal, o el anticristo, la falsificación del Cristo, pudiese lograr que los miembros de la iglesia incesantemente se criticaran los unos a los otros y estuvieran en desacuerdo, luchando por posición y poder, podría socavar y debilitar esta institución divinamente autorizada. Alerta a las sutiles manipulaciones de la mente carnal, podemos negarle realidad e influencia. La Sra. Eddy declara: “El error no tiene caballito, por muy osadamente que se cabalgue o espléndidamente se enjaezca, que pueda saltar adentro del santuario de la Ciencia Cristiana”.No y Si, pág. 44;
La Iglesia de Cristo, Científico, es una institución única. Es bueno que sepamos que sus enseñanzas no pueden ser diluidas para transigir con las tendencias degradadntes del pensamiento materialista, o acomodarse a ellas. La Ciencia Cristiana, como ha sido descubierta por Mary Baker Eddy, es de completa actualidad y aplicable a nuestra era actual y a todas las eras futuras. Jamás necesita ajustarse al nivel de métodos aparentemente más sencillos o utilizar artificios para atraer adherentes. Por medio del Cristo, el poder del Amor divino, la Ciencia Cristiana atraerá el pensamiento a su propia altitud espiritual y satisfará el corazón investigador con sus enseñanzas puras basadas en el Principio.
Leemos en la Biblia que en una ocasión “la gloria de Jehová llenó el tabernáculo”. Éx. 40:34. Esto fue un precursor de la gloria del Día de Pentecostés, y una promesa de la gloria que en la actualidad puede llenar la Iglesia de Cristo, Científico. Cuando cada uno de los miembros refleje el glorioso amor y unidad de pensamiento semejante al Cristo, la inspiración del Espíritu Santo, esto atraerá a los “tres mil”, y a muchos más.
