Roberto y Ricardo se enfrentaron. Sus voces resonaban en la quietud de la noche, estridentes y tensas.
Entonces se abrió una ventana del segundo piso del edificio de apartamentos vecino y se oyó una voz exclamar: “¡Terminen con ese ruido! ¡Roberto, sube aquí!” Era la voz del papá de Roberto, que puso fin a la discusión.
Roberto se dio media vuelta y se dirigió a su casa, pero Ricardo lo siguió. Forcejearon en la escalera. Ambos eran atletas, pero Roberto demostró ser el más fuerte. Derribó a Ricardo y subió las escaleras corriendo. Entró precipitadamente en su apartamento dando un portazo y recostándose contra la puerta. Lágrimas de vergüenza inundaron sus ojos. “¡No pude golpearlo! ¡Traté, pero no pude pegarle!”
El padre guardó silencio deteniéndose cerca de él. Roberto supuso que su padre había oído la pelea en las escaleras y se imaginó que había estado orando. Se veía tranquilo.
Entonces el padre, poniéndole las manos en los hombros, le dijo: “No sientas vergüenza, hijo. Tienes que estar agradecido. Reflejas a Dios, el Amor divino, y tuyo es el don de la ternura. Eso es fuerza y no debilidad”. El papá se sentó a conversar con él, y la mamá se les unió. Sabía lo que había ocurrido. Cuando se unió a ellos, Roberto se dio cuenta de que ella se condolía de él. La familia estaba acostumbrada a hablar sobre los problemas a medida que éstos surgían.
Conversaron acerca de cómo los muchachos y los hombres pensaban que debían expresar sólo las cualidades denominadas “masculinas”: la fuerza, el valor, la protección, la firmeza. — Debido a que el padre aporta estas cualidades a su familia, se denominan cualidades paternales — dijo el padre.
La mamá coincidió en que la ternura, el perdón, y el consuelo son principalmente cualidades maternales. — Pero, en verdad, — agregó— la combinación de ambas, las masculinas y femeninas que todos tenemos, hace que una persona sea íntegra.
— Eso es — dijo el papá—. Una combinación. En ocasiones mamá es la que debe decidir por todos nosotros y vigila que te comportes bien cuando estoy ausente. Entonces ella necesita expresar las cualidades paternales —. Para sorpresa de Roberto, su papá, un oficial del ejército, le contó que sus primeras promociones habían resultado del amor que él sentía por los hombres bajo su mando, y de su comprensión, cualidades que podían parecer más maternales que paternales.
— No es preciso ser una jovencita para expresar delicadeza y perdón, como tampoco tu mamá nunca se porta como un hombre, por muy firme que sea.
A veces la confusión acerca de las cualidades que los cónyuges deben expresar trae desavenencias. El padre y la madre de Roberto le contaron cómo sus propios padres habían tenido altercados. Roberto sabía que sus abuelos paternos se habían divorciado. — En ese entonces yo tenía quince años y fue difícil para mí — le dijo su papá.
Roberto preguntó por qué nunca había oído palabras ásperas entre su papá y mamá. La mamá le explicó de este modo: — Cuando tenemos diferencias, el amor que sentimos el uno por el otro, unido al hecho de que estamos conscientes de compartir las cualidades que provienen de Dios, nos ayuda a evitar el punto de vista limitado y egoísta. Y ambos sabemos cómo afectan las desavenencias a las familias.
Su papá continuó: — Tú sabes que Dios es nuestro Padre divino. Es a la vez nuestro Padre y Madre. Aunque ambos padres humanos nos desilusionen, esas cualidades derivadas de Dios se manifiestan en nuestra vida de algún modo. Dios provee a nuestras necesidades. Y más aún, todos somos Sus hijos y tenemos todo lo que Él provee. Tú ya sabes eso.
Roberto lo sabía. Había aprendido acerca de ello en su casa y en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Pero nunca había pensado acerca de una combinación de las verdaderas cualidades masculinas y femeninas.
La mamá había abierto Ciencia y Salud en la página 16. Se lo dio a Roberto, señalándole donde la Sra. Eddy cita la primera línea del Padrenuestro. Esta oración de Cristo Jesús aparece en la Biblia. Ver Mateo 6:9–13; En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy la cita línea por línea, dando el significado espiritual de cada frase.
Roberto leyó la primera línea en voz alta: “Padre nuestro, que estás en los cielos”. Luego leyó lo que dice la Sra. Eddy: “Nuestro Padre-Madre Dios, del todo armonioso”.Ciencia y Salud, pág. 16.
Había oído esto muy a menudo, pero ahora se detuvo a pensar acerca del significado. Se preguntaba por qué la Sra. Eddy había agregado la palabra “Madre”. Se diría que su papá casi le leyó el pensamiento porque añadió: — Cristo Jesús siempre se refirió a Dios como Padre. En su época, la gente no mencionaba a la madre con tanta frecuencia. Sin embargo, las cualidades maternales se evidenciaron a través de su delicadeza y perdón. Se manifestó también en el cuidado que demostró por su propia madre, aun cuando estaba en la cruz.
Roberto estaba mirando las palabras “que estás en los cielos”. Había aprendido que “cielos” en vez de ser un lugar físico, es en realidad la presencia de Dios en nuestros pensamientos — es ser gobernado por Dios. Roberto percibió entonces que el cielo es la atmósfera espiritual donde la paternidad y maternidad de Dios se combinan en perfecta armonía.
Momentos antes a Ricardo y a él les había faltado armonía. Comprendió que si se hubiera dejado gobernar por Dios, no hubiera habido lugar para una pelea.
Roberto se sintió en paz. Se alegró realmente de no haberle pegado a Ricardo. Sabía ahora que su fuerza no se evidenciaba en violencia; que era mucho más hombre sin ella.
Ese conocimiento perduró en él. Lo ayudó años más tarde cuando llegó a ser un oficial profesional del ejército como su padre, y su comprensión de lo que es la paternidad y la maternidad lo ayudó aún más cuando tuvo su propia familia.
