Uno de mis conceptos favoritos del Espíritu es la omnipresencia de la inteligencia. A mi parecer este concepto expresa la naturaleza del Espíritu infinito que está con nosotros en todas partes, hablándonos, iluminándonos y guiándonos en todo instante. El Salmista cantó: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado... aún allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra”. Salmo 139:7, 8, 10;
Tanto el Espíritu como la Mente son sinónimos de Dios, y cuando reconocemos que sólo hay una Mente, también estamos aceptando la eterna presencia del Espíritu. Ésta es la forma básica por la cual espiritualizamos nuestra consciencia y así experimentamos la presencia y el poder de Dios, el bien todopoderoso. Nuestra experiencia humana es siempre el resultado de nuestros pensamientos — lo que admitimos en nuestra consciencia tiene la tendencia a reflejarse en nuestra experiencia. La espiritualización de nuestro pensamiento mediante el reconocimiento de que la Mente divina es todo y de que sólo hay una Mente, es un proceso de purificación que excluye el mal de nuestro pensamiento y por consiguiente de nuestra vida diaria. La Ciencia Cristiana nos demuestra que para tener un Dios, así como lo exige el primer mandamiento, hay que tener una sola Mente, y esa Mente es el Espíritu infinito que no abriga el mal, ni pecado, ni enfermedad ni muerte.
Al explicar el precepto divino: “No tendrás otros dioses delante de mí”, la Sra. Eddy dice: “Este mí es el Espíritu. Por lo tanto el mandato significa esto: No tendrás ninguna inteligencia, vida, substancia, verdad ni amor, sino aquellos que sean espirituales”.Ciencia y Salud, pág. 467; Ciertamente éste es el método directo de espiritualizar el pensamiento. La mente mortal que se expresa por medio del pensamiento materialista, y es lo opuesto de la Mente divina, debe ser silenciada, rechazada y destruida. Debemos aprender a eliminar las creencias falsas de nuestro pensamiento. Para lograrlo, necesitamos negar los errores del sentido material, la falsedad del magnetismo animal, y llenar entonces nuestra consciencia con las ideas puras que provienen de Dios.
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