Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La felicidad que procede del Alma

[Original en español]

Del número de junio de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando solicité mi afiliación a una Sociedad de la Ciencia Cristiana, en la entrevista me preguntaron: “¿Qué es Dios para usted?” “¡Mi felicidad!”, contesté espontáneamente. ¿Por qué di esta respuesta? ¿Por qué no dije “Dios es Amor”?

En respuesta a la pregunta “¿Qué es Dios?”, la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor, infinitos, incorpóreos, divinos y supremos”.Ciencia y Salud, pág. 465; De estos términos sinónimos para Dios, “Amor” fue el que más significaba para mí. Las palabras “Dios es Amor” hicieron tal impacto en mí cuando comencé a estudiar Ciencia Cristiana, que me impulsaron a estudiar con inmenso interés. Paso a paso había ido comprendiendo que Dios, el Alma, el Amor divino, es la fuente de toda felicidad verdadera.

Cuando aceptamos la gran verdad de que Dios es Amor y vivimos plenamente con este entendimiento, rechazamos naturalmente los argumentos del error que tratarían de convencernos de que tenemos razón para sentir tristeza, ansiedad, preocupación o decepción. Este rechazo no viene de la voluntad humana sino de la comprensión de que sólo el bien — la felicidad, la armonía y el gozo — procede de Dios.

Las apariencias materiales puede ser que sugieran muchas razones por las cuales no debiéramos sentirnos felices. Pero no logran cautivar nuestro pensamiento y sentimiento si reclamamos nuestra unidad con el gozo del Alma. Nuestra felicidad no depende de ninguna cosa material o humana; depende de Dios, el Alma.

Esta felicidad es tan natural como el canto de un pájaro. Canta en el corazón reconociendo que las razones para estar agradecidos son innumerables. Hay belleza, armonía, bondad en todo lo que nos rodea cuando demostramos la armonía del Alma y rechazamos como irreales las limitaciones de los sentidos materiales, los cuales aceptan la discordancia, la tristeza y el sufrimiento como naturales.

Cuando Cristo Jesús les habló a sus discípulos al final de su ministerio, les dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”. Juan 15:11; ¿No se estaba refiriendo acaso al goce espiritual de conocer el amor del Padre que él manifestaba tan naturalmente?

Podemos manifestar el gozo del Alma, Dios, la fuente genuina de la felicidad, cuando utilizamos con toda fidelidad y sinceridad la verdad espiritual que entendemos. Una verdad fundamental y espiritual es que el hombre es el hijo de Dios. Cuando esta verdad es entendida y aceptada no hay poder que nos pueda quitar la felicidad que es una herencia natural del hijo de Dios.

Esta comprensión significa que aceptamos la verdad de que nuestro ser es espiritual, no material. Nuestros pensamientos y consciencia reflejan la alegría del Padre, el Espíritu divino, el Amor. Sabemos que por ser Sus hijos expresamos la alegría de vivir y la salud y la abundancia del bien que son la realidad de nuestro ser. Nos sometemos gozosos a Su voluntad, reconociendo la infinitud de Su amor. Escuchamos Su voz y seguimos Su dirección. Reconocemos que no dependemos de condiciones materiales para nuestro bienestar, sino del Principio divino, el Amor.

Cuando aceptamos la verdad de que el hombre es el hijo de Dios, como Cristo Jesús lo enseñó y como lo reitera la Ciencia Cristiana, lo más importante es demostrarlo en la vida diaria. La paz, el gozo y la sabiduría emanan del Padre. No aceptamos el sufrimiento, la tristeza y el dolor como verdaderos porque no emanan del Padre, sino que son creencias mortales, la falsificación de todo lo que es verdadero y bueno. Son mentiras que niegan la omnipresencia de Dios.

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Para la verdadera felicidad, el hombre debe armonizar con su Principio, el Amor divino; el Hijo debe estar de acuerdo con el Padre, en conformidad con Cristo”. Y luego añade: “La verdad del ser hace al hombre armonioso e inmortal, mientras que el error es mortal y discordante”.Ciencia y Salud, pág. 337;

Las sugestiones del error presentan argumentos que contradicen la verdad. Algunos de estos argumentos se pueden rechazar fácilmente; pero otros son tan sutiles e involucran conceptos materiales tan predilectos de los hombres que éstos los consideran realidades y los aceptan como tales. Por ejemplo, muchos creen que una situación financiera precaria se puede remediar por medio de amigos influyentes, que el dinero resuelve toda clase de problemas; que el dinero es seguridad; que la vida es interesante y substancial cuando se satisfacen todos los deseos materiales. ¡Cuán lejos están de la verdad estas creencias y cuánto desengaño y sufrimiento encierran!

Hay sólo una respuesta para todos estos puntos de vista erróneos: saber que Dios es Amor y obedecer Su ley, la ley de la Vida, la Verdad y el Amor. “Si tu ley no hubiese sido mi delicia, ya en mi aflicción hubiera perecido”, Salmo 119:92; dice el Salmista. Necesitamos buscar la ley de Dios y regocijarnos en ella por medio de la comprensión espiritual que se obtiene con el estudio, la oración, la inspiración y la aplicación de ella.

Un consagrado estudio de la Biblia juntamente con Ciencia y Salud y los otros escritos de la Sra. Eddy, ilumina el entendimiento y nos guía a comprender y amar a Dios y a entender la verdad acerca de nuestro ser.

La Sra. Eddy dice claramente que “el Alma tiene recursos infinitos con que bendecir a la humanidad, y la felicidad se lograría más fácilmente y se guardaría con más seguridad, si se buscara en el Alma”.Ciencia y Salud, pág. 60. El cambio de pensamiento y consciencia de una base material, humana, limitada e imperfecta, a una base espiritual, perfecta e ilimitada, se logra por medio del estudio, la oración y la demostración del Amor divino. Los obstáculos y pruebas que se presentan pueden vencerse apoyándonos firmemente en nuestro Padre-Madre Dios. Mientras más difíciles parezcan ser las pruebas para la creencia material y finita, tanto mayor debiera ser nuestra fe en el Amor. El Amor siempre gana la victoria.

La Sra. Eddy ha escrito mucho sobre la felicidad que tiene su origen en el Alma. Innumerables veces he sentido esta felicidad, que existe de por sí, así como su única fuente, Dios, existe, y esta felicidad la sentí claramente en la siguiente experiencia: Nuestra familia debía mudarse de una casa con un gran jardín donde habíamos vivido por más de veinte años a un apartamento — un cambio que aparentemente no era favorable. Todos habíamos aceptado este cambio, confiados en el gobierno del Amor y en el entendimiento de que nuestra casa permanente y real es la Mente divina. Esta verdad permitió que todos los preparativos para la mudanza se hicieran armoniosamente.

Pero una tarde, poco antes de mudarnos, me invadió una gran tristeza. De repente me encontré agobiada por argumentos y pensamientos negativos. No los acepté como verdaderos porque sabía que no venían de mi Padre-Madre Dios. Mi comprensión de la Ciencia Cristiana me capacitó para contrarrestar la evidencia de los sentidos materiales, y, sin embargo, parecía que toda verdad declarada por mí no vencía esta tristeza.

Entonces me volví hacia Dios con sincera humildad. “Padre, por mí misma no puedo hacer nada”, oré. “Mi esperanza está en Tu gracia”. En unos instantes me sentí en paz. Mi pensamiento se vio libre de la invasión de la ansiedad y tristeza agresivas, y me sentí feliz. Nada había cambiado exteriormente, pero el Amor, como un soplo de viento que disipa los nubarrones negros y deja que aparezca el cielo azul y brillante, había disipado la tristeza.

¡Qué maravillosa es la demostración de que Dios es Amor, siempre cercano y pronto a socorrer! El Alma, Dios, imparte y sostiene nuestra felicidad.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / junio de 1976

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.