Cualquiera puede aprender a comprender a Dios como Amor, y al hombre, que es Su creación, como el reflejo espiritual del Amor. Puede amar y hacer el bien con creces cuando es odiado y perdonar de la misma manera cuando ha sido agraviado.
Aun cuando uno apenas esté empezando a practicar la caridad cristiana, pronto se da cuenta de que ha comenzado un continuo aprendizaje; su anterior manera material de pensar y actuar, adquirida de una educación equivocada, gradualmente cede, en un proceso de regeneración, a su verdadera condición dada por Dios como una expresión del Espíritu, el bien. A medida que progresa, se le hacen mayores exigencias espirituales, y obtiene mejores resultados. Su deseo de llegar a conocer y vivir más el Amor divino, de acercarse más a Dios, es más constante y humilde.
La Sra. Eddy escribe en el libro de texto, Ciencia y Salud: “El desarrollo espiritual no nace de la simiente sembrada en el campo de esperanzas materiales; pero cuando éstas se desvanecen, el Amor propaga de nuevo las alegrías más elevadas del Espíritu, que no tienen mácula terrenal. Cada fase sucesiva de la experiencia desenvuelve nuevas perspectivas de la bondad y del amor divinos”.Ciencia y Salud, pág. 66;
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