¿Qué es, en realidad, el valor moral?
Fundamentalmente es conservar la integridad, cueste lo que cueste. Es la cualidad que impulsa a una persona a dejar de lado el egoísta provecho personal y a expresar moralidad, honradez y virtud. Lo que lo caracteriza no es el mero dejar de actuar incorrectamente, sino el adherirse valiente y activamente al bien. Sin ser sofocante ni restrictivo, el valor moral libera, permitiéndonos vivir sin temor. Sin él, ninguna sociedad sana puede subsistir. La Sra. Eddy nos dice: “La honradez es poder espiritual. Falta de honradez es debilidad humana, que pierde el derecho a la ayuda divina”.Ciencia y Salud, pág. 453;
El valor moral constante genera un clima en el que se efectúa la curación en la Ciencia Cristiana; la veracidad les es fundamental a ambos.
La veracidad inflexible en la que descansa el valor moral, exige que pensemos de cada uno como realmente es, en su espiritualidad y perfección establecidas por Dios. El hombre, en su verdadero ser espiritual, manifiesta las cualidades divinas — integridad, belleza, abundancia, plenitud — jamás deformidad, fealdad, carencia. Cualquier otro punto de vista es mendaz. El mantener la convicción de que la integridad está sostenida por Dios, es oración que sana.
La Biblia establece normas definitivas para una conducta responsable. Algunas de ellas son: “No cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”. Éx. 20:14–16; Estas normas pueden practicarse hoy en día tanto como cuando fueron establecidas, es decir, cuando Moisés las comprendió claramente. No toleran ninguna forma de libertinaje.
Los mandatos del Antiguo Testamento podrán parecernos remotos, mas, ¿lo son realmente? Lo superficial — la manera de vestirse, de alimentarse y de vivir — cambia. Los verdaderos valores son invariables. Esto se evidencia cuando nos damos cuenta de que muchos de los personajes bíblicos, personas como nosotros, enfrentaron los mismos desafíos básicos que enfrentamos ahora y salieron adelante con valor moral. A menos que seamos moralmente valientes, puede parecer fácil, aunque sepamos lo que debemos hacer, someternos a las sugerencias equivocadas de otros. Especialmente a las de alguien a quien amamos o respetamos.
Cuando uno se mantiene firme en lo correcto, uno siente dominio y gozo genuinos. Cuando vemos que otros son ejemplo de valor moral, los admiramos. ¿Por qué, pues, vacilamos algunas veces?
El egoísmo y la apatía muchas veces nos dirigen hacia el así llamado camino fácil. Algunas veces también ocurre que los puntos de vista acerca del bien y el mal no están claramente definidos o que el fin parece justificar los medios. La serpiente — el sentido corporal — constantemente está susurrando alguna cosa ilícita: “Esto da placer o satisfacción”, o “Todos lo hacen”. El verdadero valor moral jamás transige.
Por lo general, de alguna manera, el temor es el culpable. Puede ir desde la aversión a ser diferentes hasta el terror de recibir un castigo severo. El temor puede hacernos olvidar nuestro dominio como hijos de Dios. Así mismo, insiste en que existe alguien o algo aparte del bien infinito que puede producir el mal. El estar conscientes de nuestra individualidad verdadera y espiritual rompe las cadenas del temor.
No puede haber peligro en el Amor omnipotente y siempre presente. Ni tampoco puede presentarse la tentación. El hombre verdadero, la identidad de cada uno de nosotros, obtiene todo el bien de su afectuoso Padre siempre presente. De Él provienen en gran abundancia la paz, la salud y la provisión. No se necesita de la maniobra humana para obtener substancia pues ya tenemos todo. El percatarse conscientemente del estado verdadero del hombre mantiene nuestro pensamiento en la perspectiva correcta, y entonces decimos y hacemos lo correcto naturalmente.
La verdad absoluta acerca del hombre es que él es perfecto. No puede hacer otra cosa que manifestar honradez porque él refleja la Verdad, Dios. Humanamente es posible que a veces surjan conflictos; mas a pesar de la aparente distancia entre la perfección y nuestro estado presente, uno siempre puede recurrir instantáneamente a Dios y comenzar el camino hacia la redención. Nunca es demasiado tarde. ¿Quién se hace el sordo? No Él, sino nosotros. Nuestro Padre siempre está presente. Nuestro Padre-Madre eterno responde a nuestra oración, a nuestro llamado de ayuda. A Sus ojos somos siempre inocentes, honestos y buenos.
Jesús exhortó a sus discípulos a que orasen para no caer en tentación. En efecto, lo dispuso como parte integral del Padrenuestro. Indudablemente lo dispuso para nosotros también. Nos es dado saber que Dios dirige nuestros pasos todos los días y que nos infunde el valor para darlos. La Mente divina, reconocida como nuestra única Mente, gobierna nuestro pensamiento y nos libera de obstáculos erróneos o decepciones. La convicción divinamente inspirada acerca de lo que es correcto — así como de lo que es incorrecto — simplifica el tomar decisiones. Cristo Jesús confiaba en Dios para fortalecer su determinación cuando se enfrentaba a la tentación. El Mostrador del camino permanecía tan unido a Dios que no podía menos que manifestar el bien más elevado.
El mantenernos firmes en nuestra posición exige vigilancia diaria. Generalmente se necesita valor para decir las cosas tal como son. Posiblemente necesitemos fortaleza sostenida por la comprensión científica para confiar en el poder sanador de Dios a pesar de la confianza general en el tratamiento médico. Algunas veces es necesario tener valor moral para negarse a hacer uso del licor o del tabaco. Cada esfuerzo que hacemos para mantenernos firmes en favor de nuestro sentido más elevado del bien, hace más fácil el esfuerzo siguiente. Podemos saber y confirmar que Dios nos da sabiduría y fortaleza. Él nos mantiene en la verdad. “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío”. Salmo 19:14;
Muchas situaciones que a primera vista parecen no ser exigencias de valor moral, realmente lo son. Por ejemplo, seguir de buen humor cuando todo parece andar mal, o ir a la escuela o al trabajo aunque no se tenga gana. El deseo de conservar la paz, cueste lo que cueste, en el hogar o en el trabajo, puede llevarnos a atenuar los malentendidos en lugar de corregirlos. Esto sólo posterga las cosas. La Verdad sana. Fidelidad a Dios, en lugar de limitarse a complacer a la gente, impulsa al verdadero Científico Cristiano. Pablo exhorta a los cristianos: “Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo”. Efes. 6:13; Luego aclara que esta protección es la verdad, la rectitud, y, por sobre todo, la fe.
En una ocasión, una tos persistente me molestaba. Varias veces me salí de los cultos religiosos por consideración a los demás. Un domingo, cuando la tos persistía, nuevamente me preparé para salir. Escuchando fervorosamente las citaciones que se leían, oí este pasaje de la Sra. Eddy: “El valor moral es ‘el León de la tribu de Judá’, el rey del reino mental. Libre y sin temor anda por la selva”.Ciencia y Salud, pág. 514; Al principio, esto me pareció no servirme de ayuda. Luego reconocí que sí venía al caso. Sentí la necesidad de expresar valor moral para quedarme allí y confiar en el poder sanador siempre presente de Dios, y esto tomó prioridad, aun sobre mi deseo de ser considerada con los demás. Una maravillosa seguridad de dominio vino tras esta decisión. La tos cesó. Éste fue el primer primer gran paso hacia una curación completa.
Si los síntomas de una enfermedad se presentan severamente, es posible que las sugerencias de algún remedio material nos tienten. Entonces debemos insistir firmemente en nuestra libertad espiritual de todos los males. En la omnipresencia divina no mora el temor, el desaliento o la frustración. Reconocer con comprensión que el Principio lo incluye todo anula la pretensión de cualquier otra presencia contraria expresada como enfermedad o pecado. Cuando nos aliamos con la Verdad, encontramos seguridad y bienestar.
El Apóstol Santiago nos asegura: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. Sant. 1:12; Dios nunca nos tienta. Sólo el mal, al hablar por medio de los deseos mortales, nos seduce. El mantener valientemente la fe asiéndonos firmemente a la mano de Dios preserva nuestra pureza.
Dios gobierna al hombre. El hombre refleja a la perfección el todo poder de Dios. Gozosamente irradia la fortaleza del Principio. Dios es Todo. En la Ciencia no hay otra presencia o influencia. El hombre, Su reflejo, permanece puro y recto. Estas verdades, comprendidas y practicadas, anulan la corrupción y fortalecen la integridad en las personas y en los gobiernos. Al saber estas verdades, hombres, mujeres y niños pueden comprobar que las tentaciones no tienen cabida en sus pensamientos, que no pueden hacer mal alguno, y que nada desemejante a Dios forma parte de ellos. “La vestidura del Espíritu es ‘blanca y resplandeciente’ ”, nos recuerda la Sra. Eddy, “como la túnica de Cristo. Aun en este mundo, por tanto, ‘sean tus ropas en todo tiempo blancas’. ‘Bienaventurado el hombre que soporta [vence] la tentación; porque cuando haya sido probado [encontrado fiel], recibirá la corona de vida, que ha prometido el Señor a los que le aman’ ”.Ciencia y Salud, pág. 267.
