Es posible que a algunas personas les pueda parecer que lograr la salud es un sueño imposible. Sin embargo, tal pesimismo no tiene un buen fundamento. La salud, según enseña la Ciencia Cristiana, es una cualidad permanente de Dios, el Espíritu, y puede ser demostrada por medio de la espiritualización consagrada de nuestro pensamiento. Ahora mismo, la salud es una realidad de nuestro ser verdadero. La salud del hombre es realmente su perfección. Al vernos como expresiones de Dios, podemos probar esto hoy mismo tan rápida y eficazmente como lo hizo Cristo Jesús hace veinte siglos.
Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana demuestran que Dios y el hombre son inseparables como Principio e idea. El hombre es el reflejo de Dios, y nada puede disolver esta unidad que existe entre Dios y el hombre porque ninguno de ellos tiene entidad sin el otro. Estas declaraciones están muy bien sustentadas por las enseñanzas del Metafísico por excelencia, Cristo Jesús, que firmemente declaró: “Yo y el Padre uno somos”. Juan 10:30;
Es imposible contemplar al hombre sin comprender su relación con Dios, el bien eterno. La salud no es variable, porque Dios es el Ser eterno, invariable. No puede haber mala salud, porque, como dice la Sra. Eddy: “Dios es Todo, en todo”.Miscellaneous Writings, pág. 26; Él no pudo haber creado nada que no expresara Su naturaleza, Su bondad, pureza, amor y eternidad. La salud no puede faltar, porque Dios llena todo el espacio y gobierna todo ser verdadero.
Las falsas creencias que parecen formar parte de la mala salud — resfríos, fiebre, toda clase de enfermedad y malestar — no son permanentes ni tienen poder. No dan evidencia de la verdadera condición o cualidad del hombre. Estos falsos testigos quisieran traicionarnos y hacernos pensar que estamos enfermos cuando la verdad científica es que nuestra salud está perfectamente mantenida por Dios omnipotente. Sus testimonios quisieran inducirnos a poner nuestra atención en el cuerpo y en la evidencia que nos presentan los sentidos físicos, cuando nuestro remedio y defensa consiste en estar atentos a Dios y a la evidencia fidedigna del sentido espiritual.
La Sra. Eddy aclara este punto en Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana. “La salud no es una condición de la materia”, declara, “sino de la Mente; ni pueden los sentidos materiales ofrecer testimonio seguro sobre el tema de la salud. La Ciencia de la curación por la Mente demuestra que es imposible que nada fuera de la Mente pueda dar testimonio verídico o exponer el estado verdadero del hombre. Por tanto, el Principio divino de la Ciencia, invirtiendo el testimonio de los sentidos corporales, revela al hombre como existiendo armoniosamente en la Verdad, que es la única base de la salud; y así la Ciencia niega toda enfermedad, sana a los enfermos, impugna los testimonios falsos y refuta la lógica materialista”.Ciencia y Salud, pág. 120;
Para quienes sufren de alguna enfermedad o tienen algún malestar, el testimonio de los sentidos físicos puede parecer muy persuasivo. Pero a los que necesitan ayuda, la Ciencia Cristiana les ofrece mucho más que un alivio temporario. Les promete renovación y regeneración, y esta promesa está a disposición de quienquiera que desee aprender el significado espiritual de las enseñanzas y curaciones de Cristo Jesús.
La Ciencia Cristiana, cuando se la practica eficazmente, aparta el pensamiento que se concentra en sí mismo y lo lleva hacia la verdadera fuente de su ser, el Amor divino. La materia no puede ofrecer ayuda para restaurar nuestro sentido de perfección. El ser es espiritual. El reconocimiento de este hecho nos lleva a la demostración de la salud. La materia, o los remedios materiales, simplemente retardan la demostración de la eficacia absoluta del poder divino. Sólo la comprensión espiritual establece la verdadera salud.
Cristo Jesús sanó a leprosos y a paralíticos. Restituyó la vista y el oído, así como la mano seca de un hombre. Sanó a las multitudes. Entendió y demostró el poder sanador del Cristo, que revela la relación divina que existe entre Dios y el hombre.
Dios, el Espíritu, es la substancia de nuestro ser. La regeneración se manifiesta cuando afirmamos esta verdad y negamos las sugestiones de que la salud tiene una base mortal y material. A medida que espiritualizamos nuestro pensamiento, a medida que nos esforzamos por estar más conscientes del amor de Dios, de Su perfección, Su bondad y Su poder, y reconocemos que estas cualidades determinan nuestra salud, vemos que nosotros también comprendemos y podemos demostrar el poder sanador del Cristo. Nos sentimos más cerca de Dios. Cuando estamos conscientes del resplandor y del poder del Amor divino, nuestra consciencia se purifica y fortalece. Tenemos un sentido más amplio de la presencia y del poder de Dios y, como consecuencia, expresamos más salud y perfección.
La demostración científica de la salud empieza con Dios, la única causa, y no con el cuerpo, o la materia. El Salmista, al vislumbrar esta verdad científica, escribió: “¿Por qué te abates, oh alma mía? ¿y por qué te conturbas dentro de mí? ¡Espera en Dios; porque aun le tengo de alabar, salud de mi rostro y mi Dios!” Salmo 42:11 (según Versión Moderna);
El Cristo, la idea espiritual de Dios, nos libera de los conceptos limitados acerca de nosotros y nos revela nuestra verdadera identidad como hijos de Dios. Entonces sentimos gran consuelo al percibir lo que indica un himno: “Dios te vigila, te ama y te protege”.Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 278.
Moramos en el corazón del Amor divino. El hombre es la expresión plena de la Vida, la Verdad y el Amor ilimitados. La salud y la perfección son nuestra herencia divina, establecidas y mantenidas por Dios.
    