“El momento ha llegado” decimos muchas veces, pensando en asuntos personales o mundiales cuya culminación y solución se aproximan. ¿Pero para qué ha llegado realmente el momento? En medio de la confusión y aturdimiento del pensamiento del mundo, las palabras de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens., resuenan como un toque de clarín: “El momento ha llegado, cuando una noción finita del infinito y de un cuerpo material como el asiento de la Mente tiene que ceder a un concepto más divino de la inteligencia y sus manifestaciones, — al entendimiento más claro que la Ciencia da del Ser Supremo, o el Principio divino, y de su idea”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 285; Éste es un llamado que despierta a la acción. Está conmoviendo a la humanidad hasta los confines más remotos de la tierra. ¿Y a quién está llamando? A usted y a mí, aquí y ahora.
La Ciencia Cristiana va más allá de la “noción finita del infinito” que tiene el mundo, revelando a Dios en siete amplios sinónimos: Espíritu, Mente, Alma, Principio, Vida, Verdad, Amor Ver ibid., págs. 115, 465, 587; — todos los cuales se mencionan o se indican en la Biblia. La naturaleza incorpórea de Dios fue percibida por la Sra. Eddy como una revelación pura. Dios se le reveló a Sí mismo como Mente, no como una persona humana magnificada con una Mente infinita, sino como Mente misma; no como un ser físico glorificado y dotado de Vida, sino como Vida misma, Amor mismo, Verdad misma, etc.
Los cristianos de muchas denominaciones oran a Dios, en cierto sentido, como si lo hicieran a un ser humano magnificado o a una persona corpórea. La Sra. Eddy había crecido con este concepto, y amaba a este Dios. Pero cuando, como resultado de una profunda búsqueda espiritual, obtuvo su curación física, Dios se le reveló como infinitamente superior a todo concepto humano o corpóreo de Él, no como remoto e intangible, sino supremamente real y accesible.
A medida que obtenemos el concepto espiritual e incorpóreo de Dios, se eleva nuestro concepto del hombre. Comenzamos a ver que lo que realmente amamos en otro no es lo físico, porque la corporalidad desprovista de vida y mente cesa de ser nuestro amigo o nuestro ser querido, aun en apariencia. Se hacen querer por su amor, alegría, fortaleza espiritual, sinceridad y sabiduría. Estas cualidades nada tienen que ver con la corporalidad. Están tan presentes en el pensamiento cuando el cuerpo ya no está aquí como lo estaban antes, y cuando vemos estas cualidades como espirituales, originadas en Dios y no en una persona, están perpetuamente con nosotros y se manifiestan en nuestra vida.
La naturaleza incorpórea de Dios hace que Él esté siempre accesible, que sea siempre operante, siempre confiable, siempre la única divina presencia, el único poder, la única consciencia. Comenzamos a ver que Él lo incluye todo en Sí mismo, y que nada existe fuera de Él. Esto hace que Él sea Todo-en-todo. Este Dios no puede ser delineado, no tiene forma o cuerpo finitos; no existe nada fuera de Él, ni tiene opuesto, límite o término. Ni nosotros ni nuestros seres queridos podemos estar jamás fuera de Él o separados de Él, ni siquiera por un segundo. Por eso nos dice el Apóstol Pablo: “En él vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28; Que Dios, el Espíritu, lo es todo, es el punto de partida de todo razonamiento correcto, ya que las conclusiones basadas en la materia son falibles, finitas y mortales.
Los sinónimos que definen a Dios no son abstracciones impracticables y sin relación con nuestra vida diaria. Nos muestran lo que verdaderamente constituye nuestra vida: cada día en nuestra experiencia humana sentimos la vida y enfrentamos la vida; sentimos amor y la necesidad de amor; necesitamos verdad y honestidad, integridad y justicia, libertad, pureza y moralidad; necesitamos un espíritu de valor y progreso; necesitamos inteligencia. La mente humana tiene un concepto finito y fluctuante del bien. Busca el bien en la materia y lo pierde, cuando, en realidad, todo bien se origina en Dios, en el Espíritu, y es eterno. Verdaderamente, el momento ha llegado de practicar la comprensión espiritual que sólo la Ciencia del cristianismo puede dar.
Nuestro concepto de Dios no puede limitarse a los sinónimos que Lo definen. Debe incluir la idea que Lo expresa. Mente sin idea es tan imposible como idea sin Mente. Son dos aspectos distintos de un todo integral. Cuanto más comprendemos la unidad de Dios y Su idea, tanto más práctica se hace la Ciencia Cristiana en nuestra vida diaria. Cuando la Sra. Eddy percibió a Dios como Mente, también Le percibió como el único Ego, el gran Yo soy, reflejado en toda Su creación. ¿Qué es, entonces, el hombre?, cabe preguntar. No podría ser material y corpóreo, finito y mortal, pues ésa no podría ser la imagen y semejanza de la Mente perfecta; debe ser mental y espiritual y expresar la naturaleza y substancia de la Mente, Dios, no la de la materia y mortalidad. ¿Qué engendra la Mente? Idea. La idea, entonces, es real y substantiva. No tiene que ser traducida a una substancia extraña llamada materia para manifestarse tangiblemente. El concepto del hombre como idea — no físico — es revolucionario.
La palabra “idea” proviene de la raíz griega que significa “ver”. Imagen también es algo que se ve, una presentación visible. ¿Qué ve la Mente, el Ego único que lo incluye todo? ¿Qué puede ver sino el verse a sí misma en expresión infinita como idea? ¿Y dónde ve esto? Dentro de sí misma porque nada existe jamás fuera de la Mente. Por lo tanto, es absolutamente imposible que el hombre, la idea de Dios, exista fuera del reino de la Mente infinita, del Amor divino, de la Vida eterna, de la armonía perpetua.
La idea es real y tangible al sentido espiritual, y éste es el único sentido que existe. La creencia humana dice que podemos tener una idea de algo, pero que para ser practicable y real, esa idea se tiene que traducir en materia. No ocurre así con el Espíritu. La idea del Espíritu se halla instantáneamente accesible, siempre claramente definida, individual, perfecta y eterna. No se puede fragmentar, dividir o arrancar de su fuente. La idea es espiritual y completa — el concepto glorioso que Dios tiene de Su propia perfección. La idea de Dios — el verdadero ser de usted y el mío — es el concepto o incorporación de belleza en forma, color, calidad y cantidad. Podemos percibirlo en la gloria de un amanecer, en el brillo de una puesta de sol, en la majestad de un paisaje, en la maravilla de una flor, en el canto de un pájaro y en la integridad de nuestro ser.
La idea de Dios incluye la infinita variedad del ser en resplandor y luz, y el hombre espiritual es la representación de esta gloria. Nunca se empobrece, ni está solitario, agotado, enfermo, ni es pecador o temeroso. Nunca está en la obscuridad. Todo su ser es lo que Dios sabe de Sí mismo; no carece de nada. La idea de Dios es la manifestación inmediata de la Mente; no necesita de tiempo ni pasar por un proceso para existir.
El Maestro lo demostró. Siempre tuvo todo lo necesario cuando era necesario: salud para los enfermos, pan para las multitudes, dinero para los impuestos y compasión para el mundo. La Mente que él manifestó — la Mente única — no alberga sensualidad, condenación, carencia ni demora. Esta Mente sólo está consciente de la perfección de Dios y del hombre, y el reconocimiento instantáneo de esta perfección por parte de Cristo Jesús evidenciaba de inmediato lo que llenaba la necesidad humana. Su comprensión de Dios era la base de sus curaciones; vencía el pecado, restablecía la salud y resucitaba a los muertos.
Para que la humanidad se desprenda de la “noción finita del infinito y de un cuerpo material como el asiento de la Mente” hay que desenmascarar los ocultos medios y arbitrios del mal. Pero el hecho de que Dios es Todo hace del mal una falsedad, una ilusión. Debemos recordar esto y crecer en entendimiento espiritual para afrontar y vencer cada mentira de que hay vida en la materia. El hecho de que el momento ha llegado para espiritualizar nuestro concepto de Dios significa que ha llegado el momento para espiritualizar toda nuestra manera de pensar. Ésta es una exigencia imperativa.
La obra de la Sra. Eddy no habría sido completa si solamente hubiera expuesto la belleza de la perfección de Dios y hubiera dejado oculta la creencia latente de la humanidad en el amor al pecado y en la realidad del mal. La Sra. Eddy dice: “El conocimiento del error y de sus procedimientos tiene que preceder aquel entendimiento de la Verdad que destruye el error, hasta que todo el error material y mortal desaparezca finalmente, y el hecho eterno, el hombre creado por el Espíritu y del Espíritu, sea comprendido y reconocido como la verdadera semejanza de su Hacedor”. Para comprender íntegramente esta importante directiva, se debe citar la oración precedente: “Cuando las erróneas creencias humanas se dan cuenta siquiera un poco de su propia equivocación, empiezan a desaparecer”.Ciencia y Salud, pág. 252;
La Verdad desenmascara y destruye el error haciendo que la falsa creencia se dé cuenta de su propia falsedad. El desenmascaramiento y la corrección necesarios no se logran buscando en el error para averiguar qué es el error y dónde está, sino por la Verdad que constantemente es Verdad, haciendo que el error se descubra y se destruya a sí mismo. Para demostrar la falsedad de una mentira, no la exageramos ni la anunciamos: decimos la verdad. Esto no oculta ni condona la mentira: la descubre y hace así que se destruya a sí misma. Lo mismo sucede en la demostración de la Ciencia.
El mundo está comenzando a darse cuenta de la influencia creciente del ocultismo, de los secretos métodos mentales del mal para manipular el pensamiento público por medio del lavado de cerebro y del hipnotismo colectivo. Sin embargo, la influencia hipnótica de la mente mortal rápidamente adormece a la gente nuevamente, oculta el error y hace que se olvide el peligro. Pero el despertar está cerca. La Ciencia Cristiana está demostrando que la manera de elevar a la mente mortal por encima de sí misma y lograr la reforma no es por medios y arbitrios materiales u organizaciones humanas, sino mediante la espiritualización del pensamiento humano. Para esto, el momento ha llegado.
El abandono, por medio de la revelación de la Ciencia, del concepto limitado que de Dios tiene la mente humana, resulta en que la curación cristiana reaparece; y para esto también el momento ha llegado. La promesa de Jesús es: “Estas señales seguirán a los que creen:... sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. Marcos 16:17, 18; Su mandamiento a sus seguidores en todas las épocas es: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”. Mateo 10:8;
A la Sra. Eddy le fue revelada la curación por medio del Cristo en toda su plenitud y promesa, y ella la practicó fielmente. A nosotros, sus seguidores, igualmente nos es revelado el poder sanador, y nuestro poder para ejercerlo aumenta con la espiritualización de nuestro pensamiento y la cristianización de nuestro vivir. No hay gozo comparable a la convicción de que la Ciencia Cristiana nos capacita para que ayudemos a otros por medio de nuestra comprensión de Dios; y no hay sacrificio demasiado grande que se pueda hacer para lograr esta comprensión. Anhelamos el espíritu del Cristo por medio del cual podamos decir a otros con certeza: “Vé, tu hijo vive”. Juan 4:50; Pero esto se logra solamente por medio de la humildad, la oración y un gran progreso espiritual.
La naturaleza divina se reconoce en las cualidades del Cristo, tales como constancia, humildad, pureza, moralidad, honestidad, afecto, gratitud, sinceridad, paciencia, perdón, fortaleza y amor. Estas cualidades provienen del Espíritu. No se originan en la mente humana. Las poseemos en la medida en que la mente humana se somete a la Mente divina. La mente humana no es un instrumento de la curación cristiana. Estas cualidades denotan lo divino brillando a través de lo humano, que se evidencian cada vez más a medida que la niebla de la mortalidad se desvanece. Ésta es la coincidencia de lo humano con lo divino, el estado espiritual de pensamiento que trae la curación.
El estar conscientes del hecho de que Dios es Todo, nos hace estar alerta a las tentaciones de la mente carnal y prontos para reducirlas a la nada. La Ciencia exige que mantengamos puesta la armadura de luz y que permanezcamos vigilantes dentro de la ciudadela de la consciencia espiritualizada, para defenderla. Esto garantiza nuestra seguridad y es la única manera en que podemos practicar la curación cristiana. El Apóstol pregunta: “¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad?” Gál. 5:7;
En las palabras de la Sra. Eddy: “El hombre tiene que amar a su prójimo como a sí mismo, y el poder de la Verdad tiene que verse y sentirse en salud, felicidad, y santidad; entonces se reconocerá que la Mente es Todo-en-todo, y que no hay materia con la cual contender”.Miscellaneous Writings, pág. 183.
El momento ha llegado para que la humanidad lo demuestre, para que su concepto finito de la Deidad se someta a la gloria de la revelación y para que el pensamiento humano se espiritualice y se practique la curación cristiana.