Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana llegaron por primera vez a mi atención cuando, por la aplicación de esta Ciencia, mi madre sanó de una dificultad que la había aquejado durante muchos años. La permanencia de su curación quedó comprobada porque hasta el momento de su fallecimiento, 33 años después, no volvió a padecer de esa enfermedad.
Después de esta curación comencé a estudiar Ciencia Cristiana. Aunque al principio de mi estudio de la Ciencia, trabajaba en un hospital como enfermera, administrando remedios materiales, pues nunca se me había enseñado otra cosa, pude aceptar esta Ciencia inmediatamente.
Recuerdo con profunda gratitud las muchas curaciones y la ayuda que he recibido por medio de esta Ciencia desde entonces. Con la ayuda del libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, he aprendido a apoyarme diariamente en la Biblia. He probado que Dios es “nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1).
Hace varios años tuve la siguiente curación. Me sentí muy mal y, como en esa época era Primera Lectora de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y debía leer en el servicio dominical el día siguiente, pensé que sería mejor obtener un reemplazante. Este razonamiento fue interrumpido por este pensamiento inspirado: “Por supuesto que puedes leer mañana. Tú has sido elegida para ocupar ese puesto y, por lo tanto, el lugar en que te corresponde estar es la iglesia, para leer la Palabra de Dios. Dios hace el trabajo, no tú. Con la ayuda de Dios, puedes estar allí”. Este pensamiento me impresionó profundamente. Obedecí esta inspiración y confié en ella.
A la mañana siguiente fui a la iglesia porque sentí que debía obedecer esa guía interior, aunque el problema físico aún no había desaparecido por completo. En consecuencia, al leer la Palabra de Dios, se destruyó el poder del error o la mala salud. En realidad sólo lo advertí por la tarde, cuando repentinamente me di cuenta de que la enfermedad no me había impedido ir al servicio religioso por la mañana. Para mí esto fue prueba de que cuando el pensamiento está colmado de verdad espiritual no hay lugar para el error mortal y material. Había sanado.
He aprendido mucho de una curación que tuve de una dolorosa inflamación en una rodilla que aparentemente se debió a un movimiento brusco que hice. Traté de mantener en mi pensamiento la idea de que en el reino de Dios no podía haber movimientos errados, porque todo movimiento está en Dios y es de Él y, por lo tanto, ningún movimiento puede culminar en resultados erróneos. Me vinieron a la memoria útiles declaraciones de la Biblia y del libro de texto. Sin embargo, el dolor y la inflamación se hicieron más intensos. Al día siguiente no habían disminuido, pero un día después, al tomar nuevamente el libro de texto, lo abrí donde dice: “Si el hombre parece incurrir en un castigo a causa de la materia, esto es sólo una creencia de la mente mortal, no un decreto de la sabiduría, y el hombre no tiene más que interponer su protesta contra esta creencia a fin de anularla” (pág. 384). En la misma página, leí lo siguiente: “Deberíamos librar nuestras mentes del pensamiento desalentador de que hemos infringido una ley material y que por necesidad tenemos que sufrir algún castigo. Tranquilicémonos con la ley del Amor”. Entonces pensé: Eso es lo que he omitido hacer, “interponer protesta” contra la creencia en una ley material, que no existe porque Dios no la ha creado. Sólo debo reconocer la ley del Amor, la ley de la armonía y la perfección. Pude percibir esto con suma claridad y vi la nulidad del testimonio de los sentidos materiales y la perfección del Amor inmortal. Me pareció que algo se desprendía de mí y me liberaba. Me levanté y caminé normalmente: el dolor y la hinchazón se habían desvanecido.
Otras curaciones que he tenido en la Ciencia, con la ayuda de mi propio trabajo metafísico, incluyen la de angina, dislocación de un tobillo, y dolor de muelas. Diferentes problemas han sido resueltos y he sentido claramente la dirección de Dios.
Con frecuencia pienso agradecida en Cristo Jesús y en su fiel seguidora, la Sra. Eddy, quienes, a pesar de las dificultades y la oposición que experimentaron, siguieron fieles a Dios y Le pusieron por sobre todas las cosas, razón por la cual han sido un ejemplo para todos.
La instrucción en clase ha sido muy valiosa para mí, y lo mismo debo decir de mi afiliación a La Iglesia Madre y a una sociedad de la Ciencia Cristiana en el país donde resido. Agradezco a Dios por haberme llevado a la Ciencia Cristiana, pues así he podido aprender el verdadero camino espiritual de la Vida.
Laren, N. H., Países Bajos
