Para la mayoría de nosotros el terrorismo político significa violencia — violencia cuyo propósito es matar — a veces perpetrado contra un individuo determinado, otras veces promiscuamente.
Analicemos dos casos de amenaza de violencia narrados en la Biblia, pero donde los individuos contra quienes estaba dirigida emergieron ilesos, perfectamene protegidos y a salvo.
El primer caso se halla en el Antiguo Testamento, en la historia de Jacob y Esaú, en el libro del Génesis. Jacob, mediante un fraude, había desposeído a Esaú de su primogenitura. Después de una larga lucha consigo mismo Jacob había logrado arrepentirse lo suficiente como para desear reunirse con su hermano y tratar de arreglar las cosas. Pero temía de que un hermano engañado y vengativo pudiera atacarlo violentamente. En realidad, todo parecía acusar que éste sería el caso. ¿Pero qué sucedió? Esaú corrió al encuentro de Jacob, “le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó”.
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