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El bien es siempre el vencedor

Del número de junio de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La verdad siempre triunfará sobre el error, el amor sobre el odio, la armonía sobre la discordancia. ¿Es esto difícil de creer? Ésta es una verdad y siempre puede ser probada por aquellos que tienen fe en Dios y mantienen firmemente el concepto cristiano de la omnipotencia y omnipresencia de Dios.

Dios es Verdad y Amor. Éstos son nombres para el creador único y omnipotente. La armonía y la bondad son Sus atributos; por lo tanto, podemos saber que estas cualidades son reales y eternas, mientras que el error, el odio, la discordancia — todo mal — son irreales, temporales y transitorios. Existen únicamente en creencia, y persisten en creencia sólo en tanto que la consciencia humana cree que existen.

La Sra. Eddy escribió en cierta ocasión: “La falsedad está sobre las alas de los vientos, mas la Verdad se elevará por encima de ella”. Y luego añade: “Los arqueros apuntan al vocero de la Verdad; pero un corazón leal a Dios es paciente y fuerte. La justicia espera, y está acostumbrada a esperar; y lo que es justo alcanza la victoria eterna”.Miscellaneous Writings, pág. 277;

Cuando esto fue escrito, las tergiversaciones y las falsas declaraciones estaban haciendo estragos en las filas de los estudiantes y seguidores de la Sra. Eddy. Aquellas fueron horas difíciles para la Asociación de Científicos Cristianos iniciada doce años antes. La envidia, el odio y la malicia estaban influyendo a sus miembros para que enviaran envenenadas flechas mentales para destruir la idea-Cristo que tan recientemente había venido al mundo en la forma de la Ciencia Cristiana.

Mucha gente — y probablemente todos los miembros de la Asociación o sus parientes — había sido sanada por medio de la Ciencia Cristiana. Pero la tentación de buscar el engrandecimiento humano, y la ambición de satisfacer sus propias voluntades, influyó a algunos imprudentes adherentes de esta compasiva religión a usar métodos mentales dudosos y a levantar calumnias para disolver su organización cristiana. Cayeron en esto, y otros fueron embaucados y los siguieron, aun cuando todos deben de haber sabido que esta religión existía sólo para bendecir al mundo por medio de la promoción de la curación metafísica.

Uno se pregunta cómo pudieron haberse desviado tanto. Pero la Ciencia Cristiana muestra que este instinto adverso y criminal para destruir la idea-Cristo es un poder hipotético, idéntico al descrito en el libro del Apocalipsis como el gran dragón rojo —únicamente una creencia del mal, no una entidad verdadera. Es una falsa y maliciosa pretensión de poderío que en todas las épocas ha tentado a los mortales para tratar de destruir la idea espiritual que, en verdad, está inevitablemente destinada a establecer la armonía sobre la tierra.

El mal al que se refiere la Sra. Eddy no era desconocido en la cristiandad — Herodes y Judas se prestaron en esos remotos días a este instinto malicioso de la mente carnal y trataron de destruir a Cristo Jesús. Ni tampoco fue el ataque de 1888 el último en ser lanzado por el adversario contra el Cristo, como éste está representado en la Ciencia Cristiana. Uno de los peligros que aún ahora enfrentan los cristianos es el de ser influidos por el enemigo del cristianismo, la mente carnal, ya sea para que ésta los haga sus víctimas o para que los use en sus propósitos.

La historia indica que la mente carnal resiste como sea el desarrollo en el pensamiento humano de las ideas sanadoras de la Verdad divina. Estas ideas están destinadas a exponer eventualmente la irrealidad del error y a aniquilarlo del todo. No es de sorprenderse, entonces, que los portaestandartes de la Verdad hayan sido a menudo el blanco de las flechas del enemigo — ya sea para eliminarlos o para seducirlos a unirse a las filas de los destructores, colocándolos así en la categoría de Judas, quien finalmente se destruyó a sí mismo.

Pero nadie necesita sucumbir a la falsedad y ser víctima o herramienta de la mente mortal. La fortaleza altruista y espiritual, la lealtad y el amor a la Verdad, el ejercicio de una sencilla sabiduría que puede detectar y exponer las tácticas ocultas del adversario, lo protegerán a uno de daño personal o — de lo que es aún peor — de ser atrapado como lo fue Judas para servir los propósitos malévolos de la mente mortal de traicionar la idea-Cristo.

A través de los siglos esta bienaventuranza del Maestro ha estado consolando a los cristianos que han sido víctimas de ataques: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”. Mateo 5:11, 12.

Pero, ¿qué consuelo hay para aquellos que temerariamente se identifican con el adversario y se prestan para ser usados por él a fin de perseguir a los fieles defensores de la Verdad, atacando así al Cristo? ¿Hay para ellos, en el mejor de los casos, únicamente el pozo sin fondo del olvido o, en el peor de los casos, el fuego abrazador de un remordimiento perpetuo? ¡No! Dios, la Verdad, es Amor, y la Ciencia Cristiana muestra que no sólo la víctima puede ser protegida y preservada, sino que también el que se haya prestado a ser usado como una herramienta en las manos del adversario es restaurado misericordiosamente a la gracia cuando renuncia a su adhesión al enemigo, la mente carnal, y de todo corazón vuelve a servir a la idea-Cristo.

Todo lo que la mente carnal, o el adversario, pretenda hacer, nunca puede silenciar la voz de la Verdad. No puede impedir que la consciencia humana acepte progresivamente al Cristo, la verdadera idea de Dios. No puede perturbar la armonía del verdadero ser del hombre. El bien es siempre el vencedor.

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