Es posible que este tema — enseñando a los alumnos de la Escuela Dominical a defenderse del magnetismo animal — sea uno de los más importantes, aunque el menos obvio, de todos los elementos de la enseñanza en la Escuela Dominical.
En nuestras Lecciones-Sermón — y en realidad en toda la Biblia — encontramos continuas advertencias sobre lo necesaria que es una sólida defensa contra el magnetismo animal, y la Sra. Eddy estipula en el Art. XX del Manual de La Iglesia Madre que se enseñen las Escrituras a nuestros niños. También, luego de explicar cómo deben ser las primeras lecciones, escribe: “Las lecciones subsiguientes consistirán de preguntas y respuestas adaptadas a una clase juvenil, y pueden encontrarse en las lecciones del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana que se leen en los cultos de la Iglesia”.
Otra evidencia de la importancia de nuestro tema está estipulada en el Manual, Art. VIII, Sec. 6 “Alerta al deber”, que exige que cada miembro de La Iglesia Madre se defienda diariamente de toda sugestión mental agresiva. Puede ser que nos demos cuenta cabal de lo necesario que es probar la irrealidad del magnetismo animal — este enemigo de la espiritualidad, silencioso y secreto, sin poder alguno. Pero, ¿estamos, sin quererlo, dejando a nuestros alumnos de la Escuela Dominical indefensos en este punto? Habiéndoles dado la espada de la Verdad, ¿hemos retenido el escudo de defensa contra el error?
[Preparado por la Sección Escuela Dominical, Departamento de Filiales y Practicistas.]
Este interrogante nos hace pensar. Nos señala una meta elevada — armar a nuestros alumnos con la habilidad práctica, primero para identificar al magnetismo animal y luego para demostrar su nada específica, que no tiene poder alguno sobre ellos.
La mente mortal, si pudiera, quisiera persuadirnos a que no realicemos la tarea, a que esperemos una oportunidad más favorable para vencer el magnetismo animal; pero no tenemos que ceder a esa sugestión. Podemos actuar sin demora. Como el Apóstol Pablo escribió a los Corintios (2 Cor. 6:2): “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. Y nuestra Guía, la Sra. Eddy, agrega a esto la declaración (Ciencia y Salud, pág. 39): “Ahora es el tiempo para que los llamados dolores y placeres materiales desaparezcan, pues ni los unos ni los otros son reales, siendo imposibles en la Ciencia”. Ahora ciertamente es el momento para enseñar a los alumnos de la Escuela Dominical a reconocer y dominar las pretensiones del magnetismo animal. Pero, ¿cómo? Las siguientes palabras de la Sra. Eddy nos dan una parte importante de la respuesta: “Para romper esa sugestión terrenal, los mortales tienen que obtener la verdadera idea y el Principio divino de todo lo que realmente existe y gobierna el universo armoniosamente”.
Aunque nos enfrentemos y tratemos directamente con el magnetismo animal, damos énfasis a la idea verdadera, que presenta la Ciencia Cristiana, de todo lo que existe realmente, y al Principio divino de toda realidad. No sólo enseñamos a los alumnos lo que el magnetismo animal pretende ser, las formas que pretende asumir y cuán impotente e irreal es; sino también destacamos en todo momento la omnipotencia y la omnipresencia del Principio divino, que en realidad gobierna el universo, incluso a nosotros.
Si bien no hay dos clases, ni dos alumnos, que tengan precisamente las mismas necesidades o que necesariamente deban usarse con ellos precisamente los mismos métodos; conocemos una maestra que tiene gran éxito y presenta este tema del magnetismo animal de una manera que puede ser útil a los demás. Les dice a los alumnos una historia como ésta:
Un día el diablo — y en ese momento dedica un rato para explicarles que de acuerdo a la Ciencia Cristiana el diablo no es nada más que el error impersonal e impotente — llamó a uno de sus pequeños diablillos y le ordenó que hiciera que el Sr. A se enfermara. El diablillo corrió y saltó al hombro del Sr. A y le susurró al oído: “Estás enfermo; no te sientes bien; sería mejor que te acostaras”.
Como el Sr. A se dio cuenta de que alguien o algo le estaba diciendo una mentira, dijo: “¡Fuera!” y echó al pequeño diablillo de su hombro. El diablillo corriendo regresó a su amo. “No dio resultado”, gritó. El diablo le preguntó, “¿Qué le dijiste?” Y el diablillo se lo contó de buena gana. Entonces le dijo el diablo, “Oh, no lo hiciste bien. Vuelve y dile, ‘Estoy enfermo; no me siento nada bien; creo que sería mejor que me acostara’ ”. Esta vez tuvo éxito, porque el Sr. A creyó que era él mismo quien decía que estaba enfermo, y creyó la mentira.
La maestra entonces, pregunta a sus alumnos, “¿La primera vez, fue el propio pensamiento del Sr. A?” Los alumnos contestan, “No, no fue”. “¿Fue la segunda vez su pensamiento?” “No, no”.
“Entonces fue el magnetismo animal, ¿no es así? Eso es el magnetismo animal — una sugestión que susurra pretendiendo ser el pensamiento de ustedes”. Y continúa explicando que es el magnetismo animal el que habla, cuando dice: “No me va muy bien en la escuela”. O, “Los otros niños no me quieren”. O, “Sería mejor estar nadando en el lago, que estar en la Escuela Dominical”.
Esta maestra nos dice que los alumnos le traen pruebas notables de haber entendido y puesto en práctica la lección.
Al aprender a identificarse como reflejos de Dios, el único verdadero Yo o Ego, los alumnos pueden ver la diferencia entre las sugerencias del error y las ideas de la Mente. Pueden aprender a demostrar la verdad de que su verdadera identidad nunca es pecadora, discordante o enferma, porque es el reflejo perfecto de Dios.
Al enseñar la naturaleza del magnetismo animal y nuestro dominio sobre él, tomamos todas las precauciones necesarias para que esto no les parezca un monstruo terrible a los alumnos. Recalcamos que es una creencia que no tiene creyentes, un error que de hecho no tiene base real, aunque no debe ignorarse; debe verse bajo su luz verdadera — como nadie ni nada. Habiendo aclarado este punto, estamos en el camino correcto para enseñar a los alumnos lo que necesitan saber sobre este tema.
Al mismo tiempo reconocemos que todavía hay que hacer trabajo afirmativo, es decir, “obtener la verdadera idea y el Principio divino de todo lo que realmente existe y gobierna el universo armoniosamente”. Siempre tenemos el gran privilegio de enseñar a nuestros alumnos que el hombre es la idea de Dios, la expresión del Principio divino que gobierna el universo ahora, aquí, en todas partes y eternamente. Al partir de esta base, empezarán a comprender que no son, como se inclinan a creer, mortales que van a tientas tratando de triunfar en un mundo de otros mortales, con una pequeñísima probabilidad de éxito, compitiendo con individuos codiciosos, que trabajan para sí mismos, que son despiadados. No los vemos como si tuvieran mentes limitadas propias, facultades limitadas, diversos grados de habilidad, desventajas sociales o defectos personales. Los vemos como la expresión del Principio perfecto que todo lo gobierna, que gobierna en perfecta armonía el universo que crea. Cuando los alumnos adquieren este entendimiento básico, pueden comprender más rápidamente que son hijos amados del único Padre celestial, en conformidad con todas las otras ideas de Dios, y no como mortales, influidos por el magnetismo animal. En la medida en que les enseñemos que las creencias contrarias no son sus propios pensamientos sino sugestiones del magnetismo animal, adquieren la habilidad para vencerlas con autoridad y anular el supuesto poder de las creencias sobre ellos.
En la actualidad los jóvenes que han llegado a la adolescencia son bombardeados con sugestiones de sensualismo, comercialismo, sistemas ocultos y la afirmación de que la materia es la sustancia básica de la vida y el fundamento de la mente. Cuán verdadera y apropiada es la declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 102): “Las formas menos ofensivas del magnetismo animal están desapareciendo, y sus aspectos agresivos se están haciendo visibles. Los telares del crimen, escondidos en los recintos oscuros del pensamiento mortal, están a toda hora tejiendo redes más complicadas y arteras”.
Es una oportunidad y alegría enseñar a nuestros alumnos a no dejarse llevar por los falsos profetas de hoy en día y a disciplinarse para pensar como verdaderos Científicos, Científicos Cristianos. Estamos en condiciones de enseñarles a discernir entre el susurro del magnetismo animal y el impulso de la Verdad. Toda la sabiduría que necesitamos para este trabajo vital es nuestra, porque la sabiduría no tiene origen humano sino divino, y podemos confiar en Dios, la Mente infinita, para descubrir las verdades que se necesiten en cada momento. El maestro puede afirmarse en las palabras de Job (23:14): “Él, pues, acabará lo que ha determinado de mí; y muchas cosas como estas hay en él”.
Es muy importante desarrollar en el alumno la habilidad para reconocer rápidamente cuando el magnetismo animal está presionando con sus pretensiones. Por ejemplo, si un alumno hubiera aceptado un trabajo los domingos que le fuera a proporcionar algún dinero necesario, pero que lo privaría de la Escuela Dominical, se le podría indicar que es el magnetismo animal el que le está diciendo que la materia es más importante que el Espíritu, más deseable, más necesaria. Se le podría asegurar que Dios provee todo lo necesario, y que al solucionar el problema sobre esta base, no sólo acallará al magnetismo animal, sino que habrá obtenido una mayor comprensión espiritual y habilidad para sanarse y sanar a los demás.
Otro problema muy común que puede atribuirse al magnetismo animal es el del alumno que apenas puede mantenerse despierto durante la clase en la Escuela Dominical porque se acostó muy tarde la noche anterior. Qué valiosa lección podemos enseñar a los jóvenes en esas circunstancias — diciéndoles que es el magnetismo animal el que dice que la diversión de la noche del sábado puede interferir con el desarrollo espiritual del domingo.
El maestro cuya vida es un ejemplo de paz permanente la cual se obtiene al detectar el magnetismo animal y al dominarlo correctamente — como sugestión impersonal del error, sin origen, sustancia o identidad — se dará cuenta de que puede llegar al pensamiento de sus alumnos.
La Sra. Eddy nos ha dado las verdades necesarias sobre el magnetismo animal para asegurar su destrucción. En Ciencia y Salud y en sus otras obras encontramos la respuesta a toda pregunta sobre este tema. En la página 102 del libro de texto se encuentra esta poderosa declaración: “Siendo su base una creencia, y ésta una creencia animal, en la Ciencia, el magnetismo animal, mesmerismo o hipnotismo es una mera negación, que no posee inteligencia, poder ni realidad, y para los sentidos es un concepto irreal de la llamada mente mortal”.
Enseñando esto a nuestros alumnos de la Escuela Dominical, los armaremos para vencer el magnetismo animal. Les daremos tanto la espada como el escudo, es decir (Efesios 6:11), “toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”.
[Esta columna aparece trimestralmente en El Heraldo de la Ciencia Cristiana.]
