Cuando nos enfrentamos a una condición adversa, tal vez pensamos que tenemos que liberarnos de algo. Pero en realidad, para liberarnos de ello necesitamos descubrir, en primer lugar, que no hay condición adversa verdadera, que nunca hubo un cambio de la armonía del ser, porque la armonía de la bondad de Dios es infinita y no puede haber nada opuesto. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, escribe: “Las Escrituras, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, dan la nota tónica de la Ciencia Cristiana, y éste es el tono prolongado: ‘Pues Jehová es Dios, y no hay otro fuera de Él’ ”.Miscellaneous Writings, pág. 366; Uno de los muchos pasajes de la Biblia que dan esta “nota tónica de la Ciencia Cristiana” es: “Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro”. Deut. 4:39;
Para entender la absoluta totalidad de la bondad de Dios, necesitamos estar dispuestos a aceptar la verdad de que no hay nada aparte de Él, nada desemejante a la suprema armonía de Su realidad. Ésta es la verdad que el Maestro, Cristo Jesús, probó; la verdad que nos hace libres. Puesto que Dios es Todo-en-todo, la verdadera existencia es inalterablemente perfecta.
Esto significa que Dios es la única Mente, Vida, sustancia y acción que hay. Pero no basta con decirlo; es necesario que vayamos más allá y veamos lo que queremos decir con esto. Nuestro concepto de la totalidad no debe tener restricciones, excepciones, ni reservas. No debe haber vestigio de creencia en algo desemejante a Dios. Cada palabra que nos aclara lo que Dios es para nosotros, cada sinónimo, debe guiarnos a la comprensión de la totalidad de Dios y de Sus manifestaciones y a la total exclusión de todo lo que sea diferente. Entonces entenderemos que la supremacía del Espíritu no implica ni la más mínima creencia en la realidad de la materia; que el Alma, como la única consciencia verdadera, significa la nada total del sentido material y su mundo de error.
Puede ser que nuestros conceptos acerca de la realidad no siempre estén de acuerdo con la totalidad integral de Dios. Por ejemplo, ¿nos permite nuestro concepto de la perfección creer que pensamos en la perfección mientras estamos pensando en algo distinto, en algo imperfecto? La palabra misma, perfección, significa pureza absoluta sin el más mínimo elemento degradante. Hablamos de la armonía siempre presente, ¿pero, pensamos a veces que la armonía es algo que falta y que tratamos de obtener? Debemos ver que en la realidad de la armonía total no hay la más mínima fricción o tensión. La verdadera salud, entonces, no es un estado precario de vigor material que cambia, sino la comprensión de que la realidad es armoniosa y que no hay nada más. En realidad, no hay nada desemejante a la perfección y a la armonía porque el perfecto Todo-Dios está expresado eternamente en acción del todo armoniosa.
Si ponemos especial atención a los escritos de nuestra Guía, vemos que muchas veces, junto con declaraciones de verdades espirituales, rechaza la creencia en una mente mala, lo opuesto del bien. Nosotros también debemos rechazar del pensamiento toda creencia en algo que pueda debilitar nuestro reconocimiento de la realidad.
La Sra. Eddy dice: “Ni el magnetismo animal ni el hipnotismo entran en la práctica de la Ciencia Cristiana, en la cual la verdad no puede ser invertida, mas lo inverso del error es verdad”.Ciencia y Salud, pág. 442.
Debemos cuidar que ni el magnetismo animal ni el hipnotismo entren en nuestra práctica de la Ciencia Cristiana que hacemos tanto para nosotros como para los demás. Debemos estar seguros de que, puesto que la Verdad es Todo, no hay error que pueda invertirla. Entonces podemos estar seguros de que, como “la verdad no puede ser invertida”, nunca lo estuvo. Así sabemos que, lo que parece ser algo equivocado es siempre lo opuesto irreal e hipotético de la invariable rectitud de lo verdadero.
Sin embargo, la naturaleza de nuestro actual concepto de las cosas es tal que, a veces, aún después de haber orado persistentemente, todavía parece que hay un error opuesto — posiblemente un cuerpo enfermo. Debemos estar alerta para no llegar a la conclusión de que hay dos estados reales del ser — la armonía de la realidad y la discordancia del error. Si aceptamos el error sobre la misma base que la verdad, pareceremos pensadores parciales, creyendo que somos en parte malos y en parte buenos, en parte materiales y en parte espirituales. Creemos que somos dos seres y perdemos de vista el hecho verdadero de que somos espirituales y nada más. Y, tal vez, hasta lleguemos a decidir que somos alguien que trata de mejorarse, aunque el Amor nunca deja de mantenernos perfectos.
Si nos estamos esforzando por mantener nuestro pensamiento en el hecho de que la armonía es verdadera, y por eliminar la discordancia, esto es una ayuda. Sin embargo, tal vez no hemos logrado que esto perdure, porque no hemos desarraigado debidamente el error — la suposición de que hay algo más que la única Mente omnímoda y sus ideas. No estamos apoyándonos en el hecho de que la Verdad, por ser Todo, jamás se transforma en error.
Pero no puede haber una identidad opuesta que cree en el error como tampoco puede haber un Dios opuesto que incluye error. Como ideas del Espíritu, no somos ni nunca fuimos conocedores parciales de lo espiritual y creyentes parciales de lo mortal, sino siempre el efecto espiritual del conocimiento que Dios, la Mente, efectúa. Aquello que cree en algo más que la infinitud no es nuestro pensamiento verdadero sino el error, un concepto hipotético acerca de nosotros mismos que no puede existir ni existe. Nos liberamos de la propia decepción del error de doble ánimo, al reconocer con agradecimiento que nuestra única acción mental es el resultado de nuestra verdadera consciencia o Mente. Y podemos hacer esto porque Dios nos ha dado Su espíritu. Debido a que la Verdad ya es verdadera, la persistencia en aferrarse exclusivamente a ella, resultará en ser, conscientemente, lo que siempre somos, la expresión individualizada de la armonía de Dios.
No porque la acción del error sea real, sino porque es hipnótica, es posible que repetidamente nos engañemos en creer que hay un residuo de error, algo que quedó y que descuidadamente hicimos a un lado o lo combatimos como algo real. El insistir pacientemente en que la Mente divina es nuestra única fuente de pensamiento nos permitirá discernir la verdad científica de la unidad y totalidad de la Mente. Entonces estamos dispuestos a aceptar únicamente la existencia del Espíritu, y no del Espíritu y la materia; únicamente del bien, y no del bien y del mal. Nuestra defensa y curación no consisten en mantener un pensamiento parcial y tratar de mejorarnos sino en el conocimiento absoluto de la actual y total perfección.
¿Podemos ser demasiado absolutos en nuestras oraciones y así descuidar las necesidades humanas? No, porque la consciencia de Dios y Sus ideas como la suma total de la realidad, abre el pensamiento a las cualidades que satisfacen la necesidad humana. Cuando ponemos todo el peso de nuestro pensamiento presente del lado de lo divino en lugar de lo mortal, encontramos el bien en todas partes. Nuestro cuerpo y actividades humanas llegan a ser mejores porque el conocimiento espiritual puro, aplicado específicamente, es una ley para la situación humana. Por supuesto, no le decimos superficialmente a alguien que menciona una dificultad, que no hay nada malo en él; pero, si es receptivo, le explicamos la verdad. No declaramos sin comprobarlo que no hay creencia errónea. En cambio, nos sentimos agradecidos porque la Ciencia Cristiana nos enseña cómo destruir nuestra creencia en el error, al descubrir la nada total del error.
El conocimiento total y absoluto de la verdad requiere que seamos constantes al aplicarla en todos nuestros pensamientos, no sólo para beneficiarnos a nosotros mismos, sino para ayudar a los demás y al mundo. Nuestro razonamiento debe estar constantemente en conformidad con el significado pleno del Espíritu infinito. Esto es, estar completamente alerta al hecho de que el mal en cualquier parte del universo es meramente un argumento falso de que hay más que el Todo-en-todo y su expresión.
Podemos saber con certeza que lo opuesto del mal es verdadero. Puesto que la verdadera luz de la Verdad resplandece cada vez con más brillo en el mundo actual, la oscuridad irreal del mal debe disminuir. El error parece más riguroso en sus pretensiones porque se le está descubriendo. Sin embargo, aunque los errores del sentido material puedan tomar formas más alarmantes, no nos perturbaremos, porque estamos viendo más y más claramente que la luz de la Verdad es todo lo que hay; que la oscuridad no existe.
A medida que renunciamos al razonamiento parcial para obtener el conocimiento absoluto, nos liberamos a nosotros mismos y a los demás de creencias que nos encadenan. La inspiración empieza a reemplazar a la pereza, y la confianza en el bien a reemplazar el temor. A medida que perseveramos en el estrecho camino de la espiritualidad pura, las semillas de la siembra del Espíritu — alegría, salud, santidad — pueden crecer y florecer. Encontramos que la respuesta a todas las dificultades está en aceptar y practicar incondicionalmente la Verdad; que el Espíritu es Todo y que “no hay otro”. Esto nos capacita para llenar nuestra consciencia con la bondad de la realidad en forma tan competa que el cielo que está dentro de nosotros gobierna toda nuestra existencia terrenal.
