Una recóndita presencia acompaña a cada uno de nosotros — a cada hombre, mujer o niño — que nos sacará de cualquier clase de problema. Es la presencia de Dios. Mediante el reconocimiento de que Dios siempre estaba con él, Cristo Jesús descubrió que las multitudes sanaban y eran proveídas. El descubrir esa misma presencia sanadora es el feliz trabajo de todo aquel que sigue las enseñanzas del Maestro.
Mary Baker Eddy, que descubrió la Ciencia espiritual ejemplificada en la vida de Jesús, más de una vez habla de nuestra necesidad de silenciar los sentidos físicos a fin de que Dios pueda ser oído. Nos dice: “Cuando el error se esfuerza por ser oído por sobre la Verdad, dejad que ‘el silbo apacible y delicado’ produzca los fenómenos de Dios”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 249;
El profeta Elías oyó el “silbo apacible y delicado” de Dios después que un gran viento, un terremoto y un fuego habían fallado en revelarle a Dios (ver 1 Reyes 19:11, 12). La presencia de Dios todavía nos habla a todos, pero ahora, como antaño, pocos están dispuestos a permanecer quedos y escuchar.
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