¿Ha pensado usted alguna vez en la importancia que tienen las corrientes? Hay corrientes de agua, de aire, de pensamiento, etc. Estas corrientes moldean nuestra vida y moldean la historia.
Las corrientes de agua, por ejemplo, han esculpido el Gran Cañón en un espectáculo de luz y color de indescriptible belleza. Las corrientes de agua fluyen a través de los lagos y los preservan del estancamiento. Recorren los campos resecos trayendo fertilidad y cosechas. Las caídas de aguas descienden a los lozanos y verdes valles; los arroyos cantan en los bosques. Las corrientes de viento depuran la atmósfera; disipan el humo y la niebla, y purifican el aire contaminado.
Las corrientes de pensamiento son la razón fundamental de todos los cambios sociales. Determinan la moda; crean la atmósfera mental de un país, comunidad, hogar. Dan forma a nuestras leyes, esbozan el código sanitario de una nación, determinan su orden social.
Una corriente es flúida, es algo que fluye con rapidez, libre de obstrucciones. Siempre es acción, nunca estancamiento. Sin acción deja de ser corriente. Esta acción no es espasmódica, una agitación intermitente, sino un fluir continuo e incesante.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Las corrientes serenas y vigorosas de la verdadera espiritualidad, cuyas manifestaciones son la salud, la pureza y la inmolación propia, tienen que profundizar la experiencia humana, hasta que las creencias de la existencia material se reconozcan como una escueta impostura, y el pecado, la enfermedad y la muerte cedan para siempre su lugar a la demostración científica del Espíritu divino y al hombre de Dios, espiritual y perfecto”.Ciencia y Salud, pág. 99;
Las corrientes de la espiritualidad fluyen de Dios, emanan de la Mente, de la Vida y el Amor. Ningún grado de intelectualidad puede jamás producir estas corrientes. Se originan en la Deidad y moran en el Espíritu. Son serenas, vigorosas e irresistibles. Aunque imperceptibles a los sentidos materiales, estas corrientes espirituales moldean el pensamiento humano y configuran la vida humana. A medida que las admitimos conscientemente en nuestra experiencia, estas corrientes vierten en nuestra vida los recursos del Espíritu, los recursos eternos, ilimitados y espirituales del bien, que purifican y elevan.
Las corrientes de la Verdad son rápidas. Pero a pesar de su rapidez, la Verdad es serena; y a pesar de su quietud, es vigorosa, inmediata e irresistible. Estas corrientes serenas y vigorosas ¡cuánto las necesitamos en nuestra vida! Todo aquel que ha recurrido a Dios en oración ha experimentado en cierta medida en determinados momentos, estas corrientes. En una hora de angustia el profeta Elías oyó “un silbo apacible y delicado”. 1 Reyes 19:12; Para Jesús estas corrientes espirituales eran el poder y la acción del Cristo siempre presente que acallaba la tempestad, alimentaba a las multitudes y sanaba a los enfermos.
La Ciencia Cristiana es la revelación total y final de la Verdad, que ha venido a nuestra época en cumplimiento de la profecía. La Ciencia Cristiana penetra en nuestra experiencia como vital corriente de pensamiento espiritual, transforma nuestra vida un poquito allí, otro poquito allá, cumpliendo así la promesa de las Escrituras: “Aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas”. Isa. 35:6, 7; Estas corrientes no son torrentes aisladas de la Verdad. Son la emanación infinita de una fuente infinita, que espiritualiza y eleva a la consciencia humana. Es importante percibir este punto porque si estas corrientes fueran aisladas y fragmentarias pronto se secarían y desaparecerían.
¿Cómo reconocemos estas corrientes? Por la paz y la alegría que crean en nuestros corazones. Las corrientes de la Verdad fluyen hacia lo alto, elevando a la humanidad hacia los cielos. Penetran y recorren los oscuros valles del sentido material, pero nunca se salen del Espíritu, porque la Mente infinita es el centro y la circunferencia del ser. Dios nada sabe de una circunferencia en cuyo exterior ocurren cosas. Para la infinitud no hay exterior. Tenemos que aprender esto y proceder sobre esta base si queremos utilizar el poder del Espíritu para cambiar detener el curso de estos tiempos. Las corrientes de la Verdad espiritualizan la consciencia, cambiando la perspectiva humana de la enfermedad a la salud, de lo infructuoso a lo productivo y de la esclavitud a la libertad.
Opuestas a las corrientes de la verdadera espiritualidad parecen existir creencias universales de la existencia material. ¿Qué hizo Jesús ante la creencia de vida en la materia? Probó que no era verdad. Desde su nacimiento hasta su ascensión demostró que era falsa. Despojó a la materia de toda pretensión de realidad, ya sea como causa o como efecto, y enseñó a sus seguidores a hacer lo mismo.
¿Es física o mental la existencia material? Ésta es la pregunta importante que cada uno debe contestarse, porque de nuestra respuesta a esta pregunta depende toda nuestra perspectiva de la vida, incluso aquello a lo que recurrimos en busca de curación. ¿Quién experimenta la existencia material — la mente mortal o la materia? Debe experimentarla la mente mortal, porque la materia es una imagen en la mente mortal. Sin mente mortal que la conozca y prolongue, no habría materia. La materia es el estado subjetivo de la mente mortal. Es lo que la mente mortal ve y cree de sí misma y que carece de existencia o semejanza de realidad, fuera de lo que esta errónea así llamada mente le atribuye. Debemos comprender que la materia no es una cosa o substancia en la cual o por la cual la mente mortal actúa. En sí misma es nada más que mente, una supuesta mente que, en realidad, no existe. Dios es la sola y única Mente.
La Ciencia demuestra que todo lo real pertenece al reino de la Mente perfecta. Explica la materia como una tergiversación acerca de la Mente que es Dios. Así es como la Ciencia Cristiana cura solamente por medios mentales, porque si la materia fuera algo fuera de la mente y hubiera más que una Mente o Espíritu, las condiciones físicas no podrían ser sanadas por medios metafísicos. Cristo Jesús lo probó. Nunca fue hundido en las corrientes del error sino que prevaleció sobre ellas y nos dejó su ejemplo.
La Sra. Eddy llama a las creencias de la existencia material “una escueta impostura”. Ella muestra que todas las pretensiones de vida en la materia son una creencia sin ley, ¡un engaño que no debemos aceptar! ¡Pensemos en esto! Todas las llamadas leyes universales de la existencia material son una impostura — las leyes que dicen que la inteligencia depende de la materia, que el hombre es víctima y objeto del hábito, la sensualidad y la lujuria, que debe pecar y que ama el pecado; las leyes que dicen que el hombre enferma, se debilita, se pone inútil y se agota, que se pone decrépito, envejece y muere. Cada una de estas llamadas leyes es ilegal, un enorme engaño, fraude y mentira. Si se le quita la ley al mal, no tiene en qué apoyarse. ¿Quién hizo esta llamada ley que ordena que el hombre debe morir? ¿Quién promulgó la ley que dice que el hombre es la víctima indefensa del pecado y de la sensualidad? Ciertamente que no fue Dios.
La próxima vez que la mente mortal le hable, recuerde que es una imposición y no se deje engañar. Debiéramos reprender al error como la Sra. Eddy nos enseña. Ella dice: “La Ciencia dice al temor: ‘Tú eres la causa de toda enfermedad; pero eres una falsedad autoconstituida — eres oscuridad, nada. Estás sin “esperanza y sin Dios en el mundo”. No existes y no tienes derecho de existir, porque “el Amor perfecto echa fuera el temor” ’ ”.Retrospección e Introspección, pág. 61;
Jamás tenemos que someternos a la impostura. No somos víctimas indefensas de la enfermedad, la edad, los accidentes, el dolor o el pecado. Éstos no tienen ley que los apoye. La Ciencia Cristiana exige que acallemos el concepto falso y mortal acerca del ser, que nos elevemos por encima del concepto corporal y dejemos que el pecado caiga por falta de testigo. “Las corrientes serenas y vigorosas de la verdadera espiritualidad” tienen que profundizar nuestra vida y limpiar nuestros corazones. Entonces encontramos refugio en la Verdad.
Las corrientes de la materia y de la mente mortal pretenden seguir su curso como fuerzas destructivas irreprimibles — corrientes de temor, odio, crimen e inquietud; corrientes de ilicitud, inmoralidad, sensualismo, toxicomanía y pecado. La mente mortal se expresa en corrientes de ignorancia y superstición, de emoción y fervor inmoderado. Todas estas corrientes deben dar lugar eterno a las corrientes de verdadera espiritualidad.
La necesidad de vigilancia, es decir, la necesidad de crecimiento espiritual, nunca ha sido tan grande como lo es en la actualidad. No podemos flotar en la superficie de la Ciencia Cristiana y abrigar la esperanza de triunfar con declaraciones científicas que no estamos demostrando en nuestra vida diaria. Tampoco podemos contentarnos meramente con que la Ciencia Cristiana nos haga buenos seres humanos. No sólo debemos ser cristianos, sino también Científicos, que piensan profundamente, estudian, oran, meditan y demuestran. Debemos estudiar el libro de texto, Ciencia y Salud, no para adquirir habilidad intelectual para citarlo, sino para obtener esclarecimiento espiritual para vivirlo. Y al estudiar debemos seguir la línea de razonamiento de nuestra Guía y así ser partícipes de su gran descubrimiento. Todo lo desemejante al Cristo en nosotros nos lo revelará la Verdad y lo echará fuera, para que podamos nacer nuevamente del Espíritu.
La Sra. Eddy afirma: “Aquel que ha nombrado el nombre de Cristo, que virtualmente ha aceptado las exigencias divinas de la Verdad y el Amor en la Ciencia divina, diariamente se aparta del mal; y todos los esfuerzos inicuos de supuestos demonios, jamás podrán cambiar el curso de aquella vida que fluye invariablemente hacia Dios, su fuente divina”.Miscellaneous Writings, pág. 19.
“Las corrientes serenas y vigorosas de la verdadera espiritualidad” nunca nos dejan donde nos encuentran. Nunca convergen hacia lo que no sea la Vida eterna. Sanan, purifican y santifican nuestro ser; fluyen por nuestra vida formando profundas quebradas de indescriptible belleza; calientan las frías aguas del temor y la duda con corrientes de Amor consolador; desbordan en los sitios resecos y áridos dejando lagunas de radiante reflexión; disipan las nieblas del sentido y avivan la llama que quema la paja, hasta que encontramos nuestra individualidad en Dios; y la consciencia del Cristo en toda su gloria reine triunfante.
