Si la verdadera humildad está presente en el corazón del hombre de negocios, de la secretaria, del artesano, del ama de casa — si está presente en el corazón de cada persona en todas partes, en toda situación — traerá felicidad.
Todo bien proviene de Dios, el Amor, el único creador. Él es quien ha puesto en perfecto y eterno movimiento toda manifestación individualizada del bien. No obstante, el sentido personal, es decir, el sentido erróneo, material de la existencia, atribuiría el bien que se manifiesta en nosotros como el resultado de nuestro propio mérito, independiente de Dios. Esto explica por qué nos sentimos heridos cuando nuestros mejores pensamientos parecen no ser bien recibidos por los demás o cuando parecen pasar desapercibidos.
Si reconocemos que Dios es el creador de toda perfección, y es el origen de toda evidencia humana de perfección, incluyendo los sentimientos afectuosos, puros y justos que albergamos en nuestro corazón, entonces esta verdadera humildad acalla todo orgullo de mérito personal al que podamos estar aferrados. Rehusa asimismo permitir que un sentido material de la existencia pretenda hacer el más mínimo reclamo de realidad, y hace que nos volvamos naturalmente hacia Dios, la fuente de hermosos y buenos pensamientos.
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