En el Salmo 23 leemos: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Y en Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice (pág. vii): “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”.
Comprobé la verdad de estas dos declaraciones después de una intervención quirúrgica de emergencia y tratamiento médico durante varios meses habiéndose diagnosticado que tenía un tumor. Los médicos me dijeron que había indicios de que el tumor permanecía activo, y que requeriría un tratamiento aún más intenso por tiempo indefinido.
En este estado, después de contarle mi situación a una de mis amistades que era Científico Cristiano, decidí que confiar en medios materiales no era la solución. Comprendí que debía recurrir a mi Padre — debía saber y comprender que todo lo que había pasado los meses anteriores no me había separado del amor de mi Padre-Madre Dios.
Me fue de gran ayuda la Lección-Sermón de esa semana en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana al tomar esta decisión. Aquí las palabras de Cristo Jesús se revelaron en términos que no daban lugar a duda (Mateo 6:24): “Ninguno puede servir a dos señores”. También las palabras en Ciencia y Salud (pág. 167): “No podemos servir a dos señores, ni percibir la Ciencia divina con los sentidos materiales. Los medicamentos y la higiene no pueden usurpar con éxito el lugar y el poder de la fuente divina de toda salud y perfección”; y continúa, “Sólo por medio de una confianza radical en la Verdad puede realizarse el poder científico de la curación”.
Nunca olvidaré cómo llenaban mi consciencia la maravillosa sensación de alegría y la liberación del temor después de haber decidido apoyarme otra vez totalmente en la Ciencia Cristiana. La desesperación fue reemplazada con la esperanza, y el temor que sentía particularmente por esta enfermedad, que reconocí que había estado latente en mi pensamiento por muchos años, fue completamente destruido.
Le pedí a uno de mis familiares que era Científico Cristiano que me apoyara mediante la oración. Desde ese momento no sentí dolor y se hizo más y más evidente que la curación estaba efectuándose. En poco tiempo los síntomas de la enfermedad habían desaparecido y pude reanudar una vida activa.
Durante este período fui sanado de resentimiento, lo cual era uno de los factores que ocasionaba los problemas mencionados. Estaba resentido contra un hombre con quien había trabajado armoniosamente por más de veinte años, pero que yo consideraba que me había tratado mal acerca de un problema relacionado con mi jubilación. Pude ver a mi compañero en la luz de su ser verdadero, como el hijo de Dios. Cuando después de un tiempo nos encontramos en una función pública, no había ningún vestigio de la tensión que habíamos experimentado previamente en nuestras relaciones, y él me habló expresando aprecio por los servicios que yo había prestado.
Otra curación por la cual estoy muy agradecido me comprobó que “la palabra de Dios es viva y eficaz” (Hebreos 4:12). Hace algunos años, estando una mañana en mi oficina, me di cuenta, por previas experiencias médicas durante la Segunda Guerra Mundial, que estaba sufriendo de una hemorragia interna. Poco después de esto, tuve que entrevistar al médico oficial de ese distrito por un asunto de salubridad relacionado con la municipalidad de la cual yo era jefe oficial ejecutivo. Durante esta entrevista me preguntó dos veces si yo me sentía bien, y las dos veces contesté que estaba perfectamente bien.
Aunque la mente mortal estaba tratando de inducirme a pedirle ayuda, resistí la tentación, sabiendo que yo era la expresión de Dios y que, por lo tanto, estaba divinamente gobernado y no podía ser perjudicado. Vencí el miedo con esta declaración, y cuando la entrevista terminó me fui a casa para estudiar y descansar. A la mañana siguiente esa evidencia del desorden había desaparecido de mi cuerpo. Estaba completamente sanado y desde entonces no he vuelto a sufrir de ese problema.
Cuando comencé el estudio de Ciencia Cristiana hace más de cuarenta años, una mañana me sentí tan elevado espiritualmente que me curé del vicio de fumar. Y al mismo tiempo un compañero de trabajo sanó también.
Por estas curaciones y por muchas otras a través de los años, por la instrucción en clase y por la oportunidad de trabajar en una iglesia filial, estoy muy agradecido.
Florence Heights, Tasmania, Australia
