Desde mi niñez siempre sentía un gran temor por la natación, debido a varias experiencias desagradables. Aunque crecí familiarizada con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana nunca traté de vencer este temor — simplemente evitaba nadar. En consecuencia, este problema permaneció desatendido y por lo tanto sin solucionar.
Años después pasé unas vacaciones alojada en un hotel que tenía una piscina. Nunca pensé en usarla. Un día me invitaron a ir a nadar allí, pero categóricamente me rehusé. Luego, de pronto pensé: ¿Por qué consideras un hecho que la mayoría de las personas puedan nadar sin temor, mientras tú no puedes? ¿Acaso no es éste un problema que puedes solucionar con la ayuda de la Ciencia Cristiana, problema que debías haber solucionado hace ya mucho tiempo? Pero, en realidad, ¿de qué tienes miedo? ¿Y quién o qué te está convenciendo que existe razón para sentir este temor?
Empecé a considerar el asunto lógicamente a la luz de la Ciencia Cristiana enfrentando los pensamientos de temor en todo sentido. Y comencé a ver que en todos los casos el temor significa duda de la omnipotencia y omnipresencia de Dios, y de Su amor. Uno supone que hay un poder material y mortal, coexistente con Dios, el bien, y que en algunos casos es más poderoso que Dios. Tal manera de pensar revela una ignorancia acerca de Dios, el creador del universo espiritual y el hombre espiritual. En Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy escribe: “No existe poder aparte de Dios. La omnipotencia posee todo el poder, y el reconocer cualquier otro poder significa deshonorar a Dios”.Ciencia y Salud, pág. 228; Durante el resto de mis vacaciones fui a nadar todos los días, y lo disfruté mucho.
El estudio de Ciencia y Salud nos capacita para ver claramente que el hombre no es un mortal, sujeto al azar o accidentes, sino que por ser reflejo de Dios está subordinado a la ley divina y a la guía infalible de Dios. Su verdadera identidad es espiritual, perfecta, intacta y no está afectada por el error. Lo que quisiera inducirnos a sentir temor es la mente mortal, un estado de pensamiento falso basado sobre la mentira de que el hombre es material, por lo tanto mortal, que vive en un cuerpo físico y por lo tanto, puede ser lanzado de un lado a otro, entre el bien y el mal, la armonía y la discordancia, la salud y la enfermedad, el gozo y el pesar. Debemos reconocer el origen de esta mentira — que es ignorancia acerca de la naturaleza de Dios. Ésta es la manera de pensar mortal, procedente de la nada, y su único destino es desaparecer en la nada.
En el libro de texto la Sra. Eddy dice: “La comprensión, aun en parte, del Todopoder divino destruye el temor y planta nuestros pies en la senda verdadera, — la senda que conduce hacia la casa no hecha de mano, ‘eterna en los cielos’ ”.ibid., pág. 454; No debemos sólo afirmar teoréticamente nuestra unidad con Dios, y nuestra identidad espiritual verdadera, sino que debemos expresar una relación vital con Dios en todo lo que hacemos. Entonces nos sentiremos seguros, llenos de gozo y gratitud, en el omnímodo, infinito amor de Dios, y así podremos afirmar con convicción absoluta: “En Dios he confiado; no temeré. ¿Qué puede hacerme la carne?”. Salmo 56:4 (según Versión Moderna); Este sentimiento de unidad con Dios no será simplemente una momentánea experiencia. Podemos sentir la presencia de Dios en cada momento de nuestra vida. Si comenzamos y finalizamos cada una de nuestras acciones con Dios al igual que toda decisión que hagamos y todo lo que emprendamos, nuestro éxito está asegurado.
Necesitamos preguntarnos sinceramente, cuán a menudo en el curso del día estamos conscientes de la presencia de Dios, no sólo en los momentos de peligro, de temor o discordancia física, sino en todos los sucesos de la vida diaria — mientras salimos de compras, o vamos en el ómnibus, conversando con nuestro vecino, o haciendo las tareas de la casa — y creo que una contestación honesta nos sorprendería a muchos de nosotros. Podemos consciente y agradecidamente sentir la presencia sostenedora, consoladora y protectora del Amor divino en todo momento, hagamos lo que hagamos. Pensar en la eterna, divina presencia es tan natural para nosotros como lo es la presencia de sus padres para un niño quien, con absoluta confianza, recurre a ellos en busca de consuelo.
¿Acaso no dijo Cristo Jesús: “Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”? Mateo 18:3; El niño simplemente sabe que hay alguien ahí para ayudarle. ¿No debiéramos actuar como el niño y confiarnos totalmente a la ayuda de nuestro Padre celestial, sin ningún pero o condición aun cuando el pensamiento mortal nos sugiera que el alivio es poco probable o hasta imposible?
La mente mortal es la suma de todos los pensamientos falsos, materiales; es el opuesto hipotético de la Mente divina, Dios, y debe ser dominada. La Sra. Eddy nos advierte: “Tenéis que dominar los pensamientos malos en el primer momento, o ellos os dominarán en el segundo”.Ciencia y Salud, pág. 234; En realidad, sólo existe una Mente, Dios, el origen de todos nuestros pensamientos buenos, útiles, constructivos y fortalecedores. La mente mortal y sus creencias materiales y los temores que éstas engendran deben ser vistos como las falsedades que son y deben reemplazarse por el entendimiento espiritual.
Dios le da al hombre dominio sobre todas las cosas. Frecuentemente sentimos temor por algo que imaginamos que nos pueda acontecer en el futuro; mas esto es sólo una suposición. Es necesario que elevemos nuestro pensamiento por encima de la manera de pensar material y afirmemos la verdad de que el hombre, la creación de Dios, está siempre seguro en el amor de Dios, seguro en la protección divina, fuera del alcance de las saetas del mal — las falsas suposiciones de la mortalidad.
Recuerdo un simple ejemplo que me mostró la necesidad de evitar la manera de pensar temerosa. En la parte exterior de una de nuestras ventanas se hallaba una casita para pájaros, en la cual siempre les colocábamos semillas durante el invierno. Un crudo día de invierno, observaba los pájaros que volaban hasta la casita y revoloteaban a su alrededor esperando su turno y luego descendían para recoger los granos. Podía observar a los pájaros, pero como había una cortina en frente de la ventana, quedé oculta para ellos. Luego corrí la cortina y permanecí sentada, inmóvil. Un pájaro tras otro aparentemente alcanzó a verme, se detuvo en medio de su propósito, revoloteó de una a otra parte ansiosamente, hasta que finalmente se alejó sin haber llevado nada para comer. Este hecho me demostró simple pero claramente algo de la insensatez del temor. En realidad, nada había cambiado para los pájaros, no existía peligro alguno, pero el temor les había impedido obtener su alimento que urgentemente necesitaban.
¡Qué importante es prestar atención a nuestros pensamientos! El pensamiento lleno de temor, puede a menudo ser el comienzo de dificultades físicas o experiencias discordantes en nuestra vida, mientras que el poder de un solo pensamiento proveniente de Dios puede corregir y sanar toda dificultad que nos cause angustia y aflicción.
Encuentro maravilloso que el Dios a quien oramos, a quien recurrimos en busca de ayuda, es el mismo Dios a quien los grandes personajes bíblicos, los profetas, apóstoles, y Cristo Jesús, oraban. ¿Expresó Dios más amor y prestó más ayuda a ellos de lo que Él lo hace con nosotros? Ciertamente que no. El cuidado de Dios es tan eficaz hoy en día como lo era hace varios milenios, mas es esencial que nos volvamos a Dios con la misma confianza con que los hombres y mujeres de la Biblia lo hicieron en su época. Entonces también nosotros podemos saber y conocer la presencia protectora de Dios y desterrar el temor. También nosotros podemos decir: “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores”. Salmo 34:4.