Desde mi niñez siempre sentía un gran temor por la natación, debido a varias experiencias desagradables. Aunque crecí familiarizada con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana nunca traté de vencer este temor — simplemente evitaba nadar. En consecuencia, este problema permaneció desatendido y por lo tanto sin solucionar.
Años después pasé unas vacaciones alojada en un hotel que tenía una piscina. Nunca pensé en usarla. Un día me invitaron a ir a nadar allí, pero categóricamente me rehusé. Luego, de pronto pensé: ¿Por qué consideras un hecho que la mayoría de las personas puedan nadar sin temor, mientras tú no puedes? ¿Acaso no es éste un problema que puedes solucionar con la ayuda de la Ciencia Cristiana, problema que debías haber solucionado hace ya mucho tiempo? Pero, en realidad, ¿de qué tienes miedo? ¿Y quién o qué te está convenciendo que existe razón para sentir este temor?
Empecé a considerar el asunto lógicamente a la luz de la Ciencia Cristiana enfrentando los pensamientos de temor en todo sentido. Y comencé a ver que en todos los casos el temor significa duda de la omnipotencia y omnipresencia de Dios, y de Su amor. Uno supone que hay un poder material y mortal, coexistente con Dios, el bien, y que en algunos casos es más poderoso que Dios. Tal manera de pensar revela una ignorancia acerca de Dios, el creador del universo espiritual y el hombre espiritual. En Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy escribe: “No existe poder aparte de Dios. La omnipotencia posee todo el poder, y el reconocer cualquier otro poder significa deshonorar a Dios”.Ciencia y Salud, pág. 228; Durante el resto de mis vacaciones fui a nadar todos los días, y lo disfruté mucho.
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