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El concurso de natación

Del número de septiembre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Carlos era un experto nadador que iba a una piscina todos los días para perfeccionarse con un buen entrenador. Lo hacía desde que tenía diez años de edad y casi nunca faltaba.

Una noche, Carlos despertó con dolor de oídos. El dolor persistió durante varios días y noches. No iba a la escuela y ni siquiera deseaba pensar en la natación.

Pero no desperdiciaba el tiempo. Estaba aprendiendo a escuchar la voz de Dios, a dejar el falso concepto de oído físico y aceptar el verdadero concepto de oídos que la Sra. Eddy nos da en Ciencia y Salud: “No los órganos de los llamados sentidos corporales, sino el entendimiento espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 585;

Su mamá le sugirió que también pensara profundamente sobre el significado del primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Ex. 20:3; Y le explicó que debido a que Dios es Espíritu, no podemos creer en la materia como si fuera un dios, o en el dolor como si fuera un dios, sin quebrantar el primer mandamiento. El dejar que nuestro pensamiento y acción estén sujetos a la materia o al dolor, sería permitirles que nos gobiernen.

Carlos trató de ser obediente al primer mandamiento en su pensamiento. Verdaderamente lo intentó. Cuanto más lo hacía, tanto más fácil le era. Fue más firme en guardar la ley — en estar consciente de la totalidad de Dios, Espíritu, y la nada de la materia. El dolor cesó y volvió a oir normalmente.

Previamente su entrenador lo había anotado en un concurso de natación que se llevaría a cabo el día siguiente, y Carlos se levantó la mañana del concurso preguntándose qué hacer. Se sentía con deseos de ir, pero pensaba: “¿El volver a nadar le traería nuevamente el problema?” ¡Él no quería eso!

La Biblia estaba a su alcance y él había puesto un señalador en los Diez Mandamientos. La abrió y comenzó a leer el segundo mandamiento: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”. vers. 4.

Comenzó a razonar así: “Estas leyes son leyes espirituales. No cambian nunca y puedo apoyarme en ellas. Una piscina de natación no es exactamente “aguas debajo de la tierra”, pero puedo estar seguro de que debido a que Dios es Todo no hay nada acerca del agua que pueda dañarme. No tendré dioses ajenos delante de Dios”.

Tomó su traje de baño y su toalla y fue al concurso. Era hermoso estar nuevamente con sus amigos y zambullirse en la piscina. Nadó tan rápido como pudo hasta el otro extremo, dio un giro y regresó al punto de partida. ¡Hasta el cloro en el agua le olía agradable! Nunca se había sentido mejor.

Fue el fin de su problema de oídos. Y el comienzo de una nueva comprensión de los mandamientos.

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