Durante casi veinte años me estuve preparando para hacer un viaje a los Estados Unidos. A las pocas semanas de llegar a este país conseguí un empleo muy bueno, con grandes oportunidades de progreso. Más tarde tuve que cambiar de trabajo y el que conseguí no me ofrecía ninguna clase de perspectivas. En momentos de gran desesperación por injusticias laborales, unos amigos me enviaron una invitación para una conferencia de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) en español.
Asistí a la misma con gran temor porque no sabía de qué se trataba. Mientras el conferenciante hablaba quedé asombrada por el amor que expresaban sus palabras. Luego fui invitada a concurrir a los cultos en español que La Iglesia Madre brinda a la comunidad de Boston. Poco a poco empecé a comprender esta maravillosa religión que cambió totalmente mi vida. Mediante la aplicación de esta Ciencia, me siento como una persona nueva, con un gran amor hacia mis semejantes y con una gran gratitud a Dios por todas las demostraciones que tengo a diario de Su cuidado.
He sanado de estreñimiento, desconfianza, mal genio y orgullo personal. Un día, un practicista de la Ciencia Cristiana me recomendó que estudiara lo que Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 283): “La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que demore o detenga su acción perpetua y armoniosa”. Después de pensar profundamente en la inspiración que tuvo la Sra. Eddy al escribir estas palabras, y con la oración consagrada del practicista, no tuve más necesidad de tomar laxantes, a pesar de que, según me habían hecho creer, mi mal era hereditario. Hoy me encuentro totalmente libre de enfermedades, temores y dudas, pues mediante la Ciencia Cristiana he aprendido esta maravillosa lección: que el reino de los cielos está dentro de mí, y no necesito buscar exteriormente la alegría que me pertenece por derecho divino. Ahora sé que Dios nos rodea a cada uno de nosotros con Su amor infinito.
Antes de conocer esta religión estaba decidida a suicidarme, pues no tenía razón para seguir viviendo. Mi familia no entendía por qué yo vivía en el extranjero, y yo ya no tenía incentivo o alegría para trabajar en un lugar inarmonioso e inestable. Pero gracias a la ayuda de practicistas, empecé a corregir mis pensamientos y a estar agradecida a Dios por todas las bendiciones recibidas. Trabajando con lo que la Sra. Eddy nos dice (ibid., pág. 494): “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”, vencí esas sugestiones agresivas.
Doy gracias a Dios por haberme preparado el camino para conocer la Ciencia Cristiana y por poder estudiar las obras que nos dejó la Sra. Eddy, que iluminan las Escrituras y la vida de Cristo Jesús, bendiciendo así al mundo entero. También estoy agradecida por La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana, que sigue fiel y consagradamente la obra de la Sra. Eddy; por los practicistas, que dedican su vida al progreso del Movimiento; como también por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial muy activa. La instrucción en clase Primaria con una maestra de pensamiento muy espiritual me enseñó quién es mi Padre-Madre Dios.
Boston, Massachusetts, E.U.A.
