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[Original en español]

Durante casi veinte años me estuve preparando para hacer un viaje a...

Del número de septiembre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante casi veinte años me estuve preparando para hacer un viaje a los Estados Unidos. A las pocas semanas de llegar a este país conseguí un empleo muy bueno, con grandes oportunidades de progreso. Más tarde tuve que cambiar de trabajo y el que conseguí no me ofrecía ninguna clase de perspectivas. En momentos de gran desesperación por injusticias laborales, unos amigos me enviaron una invitación para una conferencia de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) en español.

Asistí a la misma con gran temor porque no sabía de qué se trataba. Mientras el conferenciante hablaba quedé asombrada por el amor que expresaban sus palabras. Luego fui invitada a concurrir a los cultos en español que La Iglesia Madre brinda a la comunidad de Boston. Poco a poco empecé a comprender esta maravillosa religión que cambió totalmente mi vida. Mediante la aplicación de esta Ciencia, me siento como una persona nueva, con un gran amor hacia mis semejantes y con una gran gratitud a Dios por todas las demostraciones que tengo a diario de Su cuidado.

He sanado de estreñimiento, desconfianza, mal genio y orgullo personal. Un día, un practicista de la Ciencia Cristiana me recomendó que estudiara lo que Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 283): “La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que demore o detenga su acción perpetua y armoniosa”. Después de pensar profundamente en la inspiración que tuvo la Sra. Eddy al escribir estas palabras, y con la oración consagrada del practicista, no tuve más necesidad de tomar laxantes, a pesar de que, según me habían hecho creer, mi mal era hereditario. Hoy me encuentro totalmente libre de enfermedades, temores y dudas, pues mediante la Ciencia Cristiana he aprendido esta maravillosa lección: que el reino de los cielos está dentro de mí, y no necesito buscar exteriormente la alegría que me pertenece por derecho divino. Ahora sé que Dios nos rodea a cada uno de nosotros con Su amor infinito.

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