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Salud y geografía

Del número de septiembre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El estado permanente de salud que tanto anhela la mayoría de la gente lo podemos tener ahora, justamente donde estamos. La verdadera salud no depende de las condiciones físicas, la casualidad, la localidad geográfica, el clima o la ley material. Es espiritual, la verdadera consciencia que es la cualidad básica no sólo del creador, la Mente divina, sino asimismo de sus múltiples manifestaciones.

Cada expresión individual de Dios, que es Mente, refleja las cualidades de armonía, inmortalidad y santidad inherentes en la verdadera consciencia, y aparecen en nosotros como salud perfecta. Quienquiera que seamos y dondequiera que estemos, en nuestro verdadero ser todos tenemos salud perfecta, consciencia verdadera. Como ideas de Dios no podemos estar sin ella. Sabiendo esto podemos gozar de salud científica y abundante en nuestra vida actual.

En la medida en que reconocemos este hecho por medio del Cristo, la idea espiritual de Dios, y nos identificamos con esa consciencia verdadera que nos pertenece aquí y ahora, nuestra salud tiene que mejorar a pesar del tiempo que pasa y de otras condiciones físicas.

La salud perfecta no depende de localidades geográficas ni de estaciones del año, tampoco depende de la edad, del ejercicio, de la atmósfera, de procesos excepcionales de limpieza (ya sean rituales o médicos), ni de dieta o higiene. Es, y por siempre permanece, espiritualmente mental.

El evangelio según San Lucas nos dice que cuando los diez leprosos se acercaron a Cristo Jesús rogándole que les tuviera misericordia y les ayudara, se pararon “de lejos”. Para ellos, el cielo de la buena salud ciertamente debe haberles parecido remoto. De acuerdo con la ley rabínica, ellos estaban excluidos de la sociedad por razón de la naturaleza de la enfermedad de la cual sufrían. Pero el Maestro inmediatamente rechazó la creencia de que ellos estaban separados de la salud y les dijo que fueran a los sacerdotes y, de acuerdo con la ley, obtuvieran la confirmación de que eran aceptables como individuos sanos. Y la Biblia dice que “mientras iban, fueron limpiados”. Ver Lucas 17:12–14;

Esto fue una prueba de que no tenemos que estar en cierta localidad o participar de ninguna ceremonia ritualística de sacrificio para ser liberados de la enfermedad. La salud ya está al alcance de toda persona en el lugar mismo en que ella se encuentra. Y puede obtenerse inmediatamente por medio del Cristo, la verdadera idea de Dios.

Inmediatamente después del relato de esta dramática curación de diez hombres, aparentemente muy enfermos, Lucas nos relata cómo Jesús respondió a una pregunta sobre cuándo había de venir el reino de Dios. La respuesta del Maestro fue inmediata y precisa: “El reino de Dios no viene con manifestación exterior. Ni dirán: ¡Helo aquí! o: ¡Helo allí! porque he aquí que el reino de Dios dentro de vosotros está”. vers. 20, 21 (según Versión Moderna); De acuerdo con la ley mosaica para el leproso (ver Levíticos, cap. 14), a los diez hombres se les requería que se mostraran a los sacerdotes para que éstos certificaran su curación. Siguiendo las instrucciones, ellos, sin dudar, se dirigieron hacia Jerusalén — o, en el caso del único samaritano entre ellos, probablemente éste se dirigió hacia el Monte Gerizim — para que se les declarara sanos. Pero ya estaban bien, y lo sabían. No tenían que ir a otro lugar para obtener su salud ni aun para asegurarse de que estaban ya sanos.

Hoy, comúnmente se cree que la salud se la puede encontrar más fácilmente en ciertos lugares. Se cree que el aire de las montañas, el clima seco de los desiertos, la luz del sol en regiones cálidas o el aire del mar ayudarán a mejorar nuestra salud. Sin embargo, Jesús nos ha mostrado que la armonía del reino de Dios, expresada no sólo en salud, sino en abundancia de toda clase de bien, provisión, relaciones felices, actividad progresiva satisfactoria y otras evidencias de bienestar, no depende de localidades geográficas. Ya están “dentro” de todos nosotros. Dondequiera que estemos podemos tener todo el bien que constituye el cielo.

En la proporción en que reconozcamos este hecho y lleguemos a entender la naturaleza del reino de Dios, reconozcamos su presencia y nos amoldemos a sus leyes, disfrutaremos más y más de sus beneficios espirituales, que incluyen la salud. Y esto es algo que todos podemos hacer, sea cual fuere nuestra situación geográfica. La Sra. Eddy escribe: “Nuestro gran Maestro ha dicho: ‘He aquí que el reino de Dios dentro de vosotros está’ — dentro de la comprensión espiritual que tiene el hombre acerca de todos los modos, medios, formas, expresión y manifestación divinos de la bondad y la felicidad”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 267;

La verdad que expone la Ciencia Cristiana de que la salud depende de estar en un estado de consciencia correcto más bien que en algún lugar geográfico determinado, puede que haga una gran diferencia a las personas que la aceptan. Reconocerán que pueden estar bien y felices dondequiera que se encuentren humanamente, ya sea en un clima seco o en uno húmedo, al nivel del mar o en las montañas, en regiones frías o cálidas, y aplicarán sus esfuerzos a cambiar sus pensamientos, en vez de cambiar su sitio de residencia. Esto con seguridad los acercará más a la solución de sus problemas de salud, no obstante lo serio que parezcan ser, o el tiempo que hayan persistido, porque como escribe la Sra. Eddy: “La consciencia verdadera es la salud verdadera”.Miscellaneous Writings, pág. 298.

No es necesario un largo período de tiempo para cambiar nuestros pensamientos — la convalecencia no necesita ser prolongada. El Cristo, o la verdadera consciencia, está siempre presente. Nunca está “de lejos”. La comprensión de la naturaleza perfecta de Dios y de la pureza y armonía de todo ser espiritual es omnipresente, y el hombre verdadero, creado a la semejanza de Dios, de la Mente, invariablemente refleja esta comprensión.

El que discierne este hecho espiritual puede, inmediatamente y con gratitud, abandonar sus falsas creencias y saber que él es perfecto y está bien — en el lugar mismo donde se encuentra.

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