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La Biblia abierta y los asuntos mundiales

Del número de septiembre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Gobernar por medio del Principio divino —¡qué desafío! ¡Qué oportunidad! Algunas veces es necesario tomar decisiones sobre el rumbo a seguir, a dónde ir, qué camino tomar. Pero es muy distinto cuando se sabe que siempre hay un Principio que no puede errar, que nos informa, gobierna y dirige cuando nuestros corazones están dispuestos a escuchar.

Tanto individuos como naciones buscan dirección y guía inspirados. El mundo anhela que se le asegure una respuesta para todos sus problemas: las trágicas guerras, la falta de moral, los dolorosos crímenes y raptos. La Biblia está llena de respuestas a las preguntas que nos hacemos hoy en día. La Sra. Eddy descubrió en la Biblia vislumbres de las leyes divinas que son la base de la Ciencia del ser o Ciencia Cristiana. Ella nos amplía el horizonte de lo que leemos en las Escrituras con estas palabras en Ciencia y Salud: “La Biblia contiene la receta para toda curación”.Ciencia y Salud, pág. 406;

El rey Salomón, dice la Biblia, devolvió un niño recién nacido a la madre verdadera. ¿No fue esto una demostración de la ley divina de la justicia y sabiduría, que reveló lo que pertenecía a alguien y por qué le pertenecía? (Ver 1 Reyes 3:16–27.) Cristo Jesús alimentó a cinco mil personas con cinco panes y dos peces. ¿No fue esto la revelación de la economía del Espíritu — que pone de lado la economía de la materia con sus restricciones y la manera de pensar fraccionaria de la mente carnal? (Ver Mateo 14:15–21.) Y más tarde, cuando el Maestro habló con la samaritana, iluminándola — quien se suponía despreciada y rehuida de esa sociedad — él penetró a través de las crueles paredes de la discriminación y el prejuicio, con la ley universal del Amor. (Ver Juan 4:7–29.) Estos no fueron milagros. Fue penetrar en el reino de la abundancia, eliminar restricciones y curar la desunión. La Biblia lo dice de esta manera: “Los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios”. Ecl. 9:1;

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