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La Ciencia Cristiana ha bendecido mi vida durante más de sesenta años.

Del número de septiembre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana ha bendecido mi vida durante más de sesenta años. Deseo expresar mi gratitud por esta maravillosa y demostrable religión establecida por la Sra. Eddy, religión que encuentra su autoridad en la Biblia y en las enseñanzas de Cristo Jesús.

La notable curación que experimenté recientemente me impulsa a escribir este testimonio en la esperanza de que ayudará a otros, en caso de que su curación pueda parecerles lenta en manifestarse. A medida que uno se aferra a la verdad tal como es enseñada en la Ciencia Cristiana, la curación se efectúa, pues el Amor divino nunca falla.

Por cinco años tuve un quiste muy desagradable en la nariz. Durante este tiempo recibí tratamiento de varios practicistas de la Ciencia Cristiana. Un día escuché a un maestro de Ciencia Cristiana relatar a un grupo de Científicos Cristianos la historia de un niño que también era Científico Cristiano. Su perro fue atropellado por un automóvil. Mientras el niño se arrodillaba al lado del animal herido, le dijo a un hombre que estaba cerca: “Por favor, señor, no vea lo que está mirando”. Esto me ayudó muchísimo cuando la desfiguración parecía tan real. Me negué a creer en la evidencia de los sentidos materiales.

La tenacidad de la dificultad me hizo estudiar más. Tal vez si hubiera recibido una curación rápida, no hubiera aprendido tanto acerca de la Verdad. En ocasiones, estudié la Lección-Sermón en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana varias veces al día. Estoy muy agradecida por la ayuda de los practicistas, por los cultos de la iglesia, por participar en distintas actividades, por la inspiración recibida al tocar y cantar los himnos, y por el tiempo que pasé, casi a diario, en una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Después de cinco años sané.

Me di cuenta de esto cuando mi peluquera me preguntó si me había operado el quiste en la nariz, pues éste había desaparecido. Le contesté: “Sólo la operación de la Verdad, tal como la conocemos en la Ciencia Cristiana”. Pareció sorprenderse porque no se habían empleado medios materiales.

Esta curación se efectuó después que un practicista me dijo que estudiara este pasaje de la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 207): “Sólo hay una causa primordial. Por tanto, no puede haber efecto de ninguna otra causa, y no puede haber realidad en nada que no proceda de esta causa grande y única”. Desde entonces la condición empezó a desaparecer y pronto estuve completamente sanada. Estoy muy agradecida porque mi esposo, que no es Científico Cristiano, permitió que yo confiara en mi religión y no insistió en que fuera a consultar a un médico.

Estoy muy agradecida por haber asistido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana; también por haber recibido instrucción en clase de un excelente maestro.


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