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CONSOLACIÓN

Del número de septiembre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No hay por qué afligirse ni desesperar,
Cuando un ser amado a nuestra vista no está más.
Silla vacía no hay en nuestro verdadero hogar,
Ni obscuridad en el universo de luz que es de Dios.

Solos y desamparados no tenemos que estar,
Lamentando gozos que nunca volver podrán;
Ya que nuestro Padre-Madre copiosas riquezas tiene
De bendiciones — que el ciego pesar no puede vislumbrar.

Jamás el verdadero amor dejará de fluir,
Mas crece, aumenta, permanece y bendice
a nosotros, a todos, cuando cada día nos dice
que ese amor que ilumina todo pesar debemos compartir.

Somos fieles a quienes amamos
(y que creemos que se han ido), cuando nuestro afecto,
desprendiéndose del egoísta pesar, se eleva,
para incluir al mundo aliviando todo su penar.

El ser amado más amado será
Cuando lo veamos como el amado del Alma,
Y los lazos humanos nos unan sin lamento
Con ese divino y puro Amor que perfectos nos hizo.

No hay pérdidas cuando hemos amado verdaderamente;
pues el Cristo, nuestro Amigo permanente, con nosotros está.
Caminaremos hasta que el error sea refutado
y la muerte se disuelva en la Vida que no tiene final.

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