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Refugio contra las fuerzas destructivas del pensamiento

Del número de septiembre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La creencia de que existe una mente mortal, negativa, que se evidencia como mortales contenciosos y obstinados, y la creencia de que un mortal puede controlar a otro sin su consentimiento o que podemos ser víctimas del pensamiento erróneo de otra persona, pueden probarse como completamente falsas a la luz de las enseñanzas de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). En realidad no existe una mente mortal. No existe tal control. Y no es posible tal transferencia de pensamiento cuando mantenemos un sentido claro de la unidad y totalidad de la Mente divina y reconocemos al hombre como la expresión perpetua de la Mente, gobernado por Dios y bajo Su dominio.

Aunque es consolador comprender que no somos responsables de lo que otros piensan, debemos llevar un poco más adelante esta comprensión y no temer lo que suponemos que otros puedan estar pensando de nosotros. Toda la pretensión de que existe una mente separada de Dios u opuesta a Dios, el bien infinito, es una ilusión. “En realidad no hay mente mortal”, escribe Mary Baker Eddy, “y por consiguiente no hay transmisión del pensamiento mortal ni de la fuerza de voluntad. La vida y el ser emanan de Dios. En la Ciencia Cristiana, el hombre no puede hacer daño a nadie, puesto que los pensamientos científicos son pensamientos verdaderos, que pasan de Dios al hombre”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, págs. 103–104;

La verdadera individualidad del hombre existe en Dios, el Espíritu, y no puede ser manipulada ni influenciada erróneamente. La comprensión de esta verdad hace ineficaz el control mesmérico o hipnótico del pensamiento. Reconociendo el poder enaltecedor del pensamiento que tiene su origen en Dios, Pablo dijo: “Nosotros tenemos la mente de Cristo”. 1 Cor. 2:16; En los negocios, en la iglesia y en el hogar — en todos los aspectos de la actividad humana — la presencia callada y equilibrada de un individuo que está bajo el dominio y gobierno de la Mente de Cristo ejerce una influencia sanadora. El pensamiento que está de acuerdo con Dios, el bien infinito, está dotado del poder de la omnipotencia. Examina todo testimonio desde el punto de vista enaltecido de que el Espíritu lo es todo. Sin esfuerzo separa la cizaña del trigo. Reconoce y ejemplifica la presencia de Dios, el bien infinito, la presencia de la Verdad, la Vida y el Amor.

El hombre verdadero nunca está en peligro, ni puede ser hipnotizado por el miedo, la mala práctica mental maliciosa, el pecado ni la ignorancia. Es sólo la creencia falsa acerca del hombre la que trae miedo y desamparo — el miedo de que el hombre está a merced de la materia y vive en un mundo hostil material. Si aceptamos esta falsa creencia, quizás tengamos que sufrir por estos conceptos erróneos. Encontramos completa protección de creer en lo que es falso en la comprensión espiritual de lo que es verdadero. La Biblia nos dice que Moisés designó ciudades de refugio (ver Números, cap. 35), a donde aquellos apremiados por el peligro podían huir y encontrar refugio. Nosotros también tenemos un refugio cuando las pretensiones del pecado, la enfermedad y la mortalidad parecen apremiarnos. Podemos encontrar seguridad y paz “al abrigo del Altísimo” y “bajo la sombra del Omnipotente”. Salmo 91:1; Este refugio no es material ni está en algún lugar lejano; está aquí, ahora, y eternamente asequible — es la consciencia divina, la comprensión de la totalidad de Dios, el reino de los cielos dentro de nosotros. A este lugar de refugio no se le puede asaltar. Podemos recurrir a él con seguridad y alegría para encontrar refugio contra toda discordancia del sentido humano, y siempre hallaremos protección total.

Preocupada siempre por el bienestar y la seguridad de aquellos que serían sus seguidores, la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana escribe: “Científicos Cristianos, sed una ley para vosotros mismos, de modo que la mala práctica mental no os pueda dañar, ni dormidos ni despiertos”.Ciencia y Salud, pág. 442; La ley de Dios se vuelve nuestra a medida que nos identificamos correctamente y reconocemos que somos hijos e hijas de Dios, linaje perfecto de la Mente — espirituales, inmortales, incorpóreos — sin perder de vista nunca nuestra filiación con Dios. Cristo Jesús es nuestro Ejemplo y Mostrador del camino. Cuando fue acusado falsamente y llevado ante el sumo sacerdote, el Evangelio según San Marcos registra que se le preguntó: “¿Qué testifican éstos contra ti?”, y que él “callaba, y nada respondía”, no dando tan siquiera nombre a aquello que quería identificarlo falsamente. Jesús sabía que la creencia de que el hombre está separado de Dios, la Mente divina, y que por lo tanto puede ser identificado con aquello que es desemejante a Él — con la mente mortal — es el error básico del pensamiento. El Maestro rehusó identificarse con la mente mortal. Pero cuando el sumo sacerdote le preguntó: “¿Eres tú el Cristo... ?” él respondió: “Yo soy”, y no dijo nada en su propia defensa excepto aquellas palabras que afirmaban lo que era su verdadera identidad. Ver Marcos 14:60–62;

No tenemos ninguna información de que Jesús alguna vez negara que él representaba al Cristo, la idea verdadera de Dios. Al contrario, él dijo, como San Juan nos relata: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Juan 14:6; Él siempre enfatizó su unidad con el Padre, declarando que había venido no para hacer su propia voluntad sino la voluntad del Padre que lo había enviado.

El claro reconocimiento de que el hombre, en su verdadero ser, es espiritual y perfecto, el amado Hijo del Padre, Dios, capacitó a Jesús para elevarse por encima del sentido humano de conflicto entre la Verdad y el error hacia la percepción de que la Verdad es Todo. No siempre podremos utilizar plenamente, como él lo hizo, los hechos espirituales del ser, aunque reconozcamos que son verdaderos. A veces podremos ver más allá de donde podemos ir. Pero reconociendo que nuestra visión está más cercana a nuestro verdadero ser en Cristo, gozosamente avanzaremos del reconocimiento a la realización y prueba, mediante la curación y la regeneración.

A cada paso del camino tenemos que entender que el poder de Dios no es en realidad una fuerza superior que lucha con éxito contra otra fuerza, puesto que el poder de Dios es uno e infinito. Nuestra demostración del poder divino consiste en nuestro tranquilo reconocimiento de este hecho irrevocable. Encontramos protección al estar conscientes de la omnipotencia y omnipresencia de Dios.

La consciencia infinita no puede ser invadida, puesto que incluye todo el ser verdadero. Para la infinitud no hay exterior. No existe nada fuera de la consciencia divina. La consciencia divina constituye todo lo que el hombre es, todo lo que el universo es. Las creencias falsas pueden pretender confundirnos, pueden parecer reales, así como las huecas imágenes que se proyectan sobre una pantalla cinematográfica parecen reales. Pero la Ciencia Cristiana nos capacita para reconocer que las creencias falsas son, después de todo, sólo apariencias irreales. No tenemos que aceptarlas como verdaderas. Nuestro refugio contra lo que es falso y destructivo está en el conocimiento de Dios, la Verdad, y este conocimiento es el reino de los cielos dentro de nosotros. En el universo de la Verdad, el verdadero reino de nuestra vida y ser, el Amor es supremo, y la Mente gobierna todo en paz y armonía imperturbables.

Nuestra salvación contra las fuerzas agresivas de la mente mortal radica en que nos demos cuenta claramente de la filiación del hombre con Dios, de su unión con el Amor divino. Equipados con los hechos espirituales del ser — la clara y tranquila convicción de la presencia de Dios expresada en la belleza, pureza y perfección del Cristo — nos rehusamos a que se nos arrastre hacia la arena del error contendiente por medio del temor, el odio, la opresión, la mala práctica mental o cualquier otro poder opuesto a Dios. Sabiendo que no hay más que un Dios, el bien, que hizo todo lo que fue hecho, ¿por qué debemos creer en la realidad de algo que Dios no hizo? A medida que fielmente persistimos en afirmar nuestra unidad con el Principio divino, reconociendo la naturaleza completamente espiritual de nuestro ser, no caeremos en la tentación de sucumbir a la creencia de que el hombre es mortal y sujeto a las fuerzas destructivas de la enfermedad, el sufrimiento, la carencia o el magnetismo animal.

El hombre no es un ser dual. Expresa a Dios, el Espíritu, el Uno infinito. Esta unidad de Dios con el hombre es una roca sobre la cual podemos afirmarnos seguros y serenos, y contra la cual los asaltos del mal golpean en vano.

Para evitar la confusión y destruir el mesmerismo agresivo de la mente carnal, debemos, de todo corazón, volver nuestro pensamiento hacia Dios. Comprendiendo las verdades del ser divino, abandonamos toda creencia en la realidad del mal. Al vivir de acuerdo con la Verdad, no nos inquieta el error. Nuestro trabajo es pensar correctamente y dejar que nuestra vida testifique de la verdad. Nuestras armas no son carnales sino espirituales. Nuestra defensa no está en el pensamiento oscurecido sino en la iluminada comprensión espiritual. Nuestra victoria está asegurada. Demuestra la tierna presencia del Cristo sanador. No perjudica a nadie y no causa pérdida alguna a nuestro prójimo. Del Cristo derivamos nuestra fuerza para ser fieles, pacientes y, sobre todo, para que expresemos amor. Confiando alegremente esperamos el resultado de nuestro esfuerzo, sabiendo que cada hora exige nuestro trabajo de oración.

La Sra. Eddy nos asegura: “El refugio del hombre está en la espiritualidad, ‘bajo la sombra del Omnipotente’ ”.La Unidad del Bien, pág. 57.

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