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¡Hay una salida!

Del número de abril de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Era un domingo por la tarde. Iba camino a California cuando de pronto me encontré atascado en medio de una larga fila de automóviles. Sus ocupantes habían descendido de los vehículos y se paseaban impacientes e indignados al lado de la carretera. Debido a que ésta estaba siendo reparada el retraso podía ser de una hora o más.

Era el día en que tenía que continuar viaje sin interrupción para llegar a tiempo a una entrevista en Los Ángeles. Mentalmente me uní a los refunfuñadores. ¡Cómo se atrevía el departamento de obras públicas alterar mi itinerario!

Gradualmente, sin embargo, la conmiseración y justificación propias cedieron a la gratitud. Pensé: “Están trabajando el día domingo para que yo tenga un mejor viaje. Entonces, ¿qué puedo yo hacer mientras tanto que sea útil?” Me vino esta idea: “Puedo marcar las citas de la Lección-Sermón Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana; para la semana próxima en mi Biblia y en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y mañana podré recuperar el tiempo perdido hoy”. Marqué la lección, y justo cuando terminaba se nos hizo seña de que podíamos seguir adelante.

Llegué a tiempo. Pero lo más importante en esta trivial, aunque molesta situación, típica de muchas otras que encontramos, es que pude ver que la solución de una circunstancia, ya parezca ésta ser simple o seria, puede presentarse con facilidad si se la busca espiritualmente. ¿Por qué? Porque debido a que somos hijos de Dios, también está en nosotros el mismo “Espíritu del Señor” que Cristo Jesús reconoció estaba en él: “Para... pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”. Lucas 4:18;

En realidad, nuestra verdadera identidad, hecha a la imagen de Dios, no puede experimentar nada que no sea la armonía y perfección del Padre. De modo que usted y yo solamente podemos ser tentados a creer el testimonio del sentido material, tentados a creer que la materia tiene poder para castigar o aprisionar. Creer en el sufrimiento no es menos tentación que creer en el pecado, y ambas creencias pueden vencerse con la ayuda de Dios.

San Pablo dio prueba inequívoca de esto. Con autoridad escribió: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. 1 Cor. 10:13;

Esto fue demostrado por un joven Científico Cristiano amigo mío quien, encontrándose absorto pescando en el mar, se encontró de pronto en medio de aguas de gran profundidad. Vestía botas de vadear para pescadores y había caminado a través de las aguas poco profundas hasta llegar a un banco de arena, a unos cien metros de la ribera, y allí estaba parado pescando. Eventualmente se dio cuenta de que la marea estaba subiendo rápidamente. Volviéndose para regresar, vio que el agua entre él y la playa se había convertido literalmente en un torrente de más o menos dos metros de profundidad, y con una corriente tan fuerte que amenazaba tumbarlo cada vez que se adentraba en ella.

Si esto hubiera sucedido, las botas de goma habrían actuado como un paracaídas en la corriente, sumergiéndolo en las aguas. Era sabido que el tratar de quitarse las botas de vadear y atravesar el canal a nado había costado la vida hasta de buenos nadadores.

Volviéndose rápida y completamente a Dios, casi gritó estas palabras inspiradas por un poema de la Sra. Eddy: “¡Pastor, dime cómo he de seguir!” Ver Himnario, No. 304; Instantáneamente también esta frase de la Sra. Eddy, de su libro Ciencia y Salud, le vino al pensamiento: “El Amor inspira, ilumina, designa y nos muestra el camino”.Ciencia y Salud, pág. 454; Mirando de nuevo a la corriente, vio que ésta estaba aumentando rápidamente, pero algo había sido añadido — unas manchas confusas y brillantes parecían estar justo debajo de la superficie del agua. Examinando la más cercana, encontró que el agua era allí lo suficientemente baja como para poder mantenerse de pie. Vio otras manchas iguales a las que podía saltar. Así lo hizo y de esta manera, saltando de mancha en mancha, pudo llegar hasta la playa.

Entonces comprendió lo que había sucedido: la acción del agua precipitándose había removido la arena del fondo del torrente y formado montículos debajo de la superficie produciendo así un efecto de manchas brillantes y confusas. Estos montículos le proporcionaron puntos seguros donde apoyar los pies en medio del torrente, que ahora estaba muy agitado y profundo. Y así pudo alcanzar la ribera a salvo.

Pablo fue tan a menudo rescatado de peligros inminentes que llegó a regocijarse en las debilidades, las angustias y las persecuciones. Ver 2 Cor. 12:10; No que se sintiera feliz con ellas, pero vio que pese a cuán delicadas parecieran ser las circunstancias, ellas ofrecían oportunidades para vencer las limitaciones humanas mediante el poder del Cristo. ¡Qué gran desarrollo espiritual le trajeron sus épocas de pruebas!

No hay duda de que esto fue también cierto con la Sra. Eddy. Repetidamente ella demostró que pese a cuán severa pareciera ser la condición material, el Amor divino ya estaba allí aguardándola con su tierna y liberadora lección. Por lo tanto, debido a su propia experiencia en la vida, nos asegura de que si recurrimos al poder del Amor para salvarnos, este poder nos salvará. “Recordad”, nos dice, “que no podéis ser puestos en ninguna condición, por más severa que sea, donde el Amor no haya estado antes que vosotros y donde su tierna lección no os esté aguardando”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, págs. 149-150;

Aquí alguien puede decir: “Yo sé que esto es verdad, pero me parece que me toma mucho tiempo e demostrarlo. ¿Cómo puedo hacer que mis oraciones sean más efectivas?” Hay muchas maneras de lograrlo, pero yo he encontrado las tres siguientes particularmente útiles.

Primero: Reflejar en vez de reaccionar. Es difícil ver la verdad mientras se reacciona emocionalmente a una situación. ¡Oh, esos pensamientos centrados en uno mismo! ¡Cómo se atrevía el departamento de obras públicas alterar mi horario!

No es abrigando resentimiento, temor u odio que nos liberamos de cualquier condición discordante. Pero sí podemos silenciar el sentido material y dejar que el Amor divino nos saque del problema — aun cuando e sentido material pueda argüir: “Estoy tan agraviado que no puedo estar calmo y pensar la verdad”. La impaciencia y la tensión no tienen poder o autoridad para privarnos del dominio que nos confiere nuestra primogenitura divina para disciplinar nuestro pensamiento y mantenernos calmos y tranquilos. Entonces, al igual que un lago en calma refleja sus alrededores, así también nosotros podemos reflejar la inteligencia y sabiduría divinas que nos rodean. El problema no es parte alguna de nuestra verdadera entidad, mas la verdad que lo resuelve sí lo es. Y podemos reflejar lo que necesitamos saber, cuando necesitamos saberlo.

Segundo: Niéguese a andarle buscando “cinco pies al gato”. Hurgar en la discordancia para encontrarle una causa, a la vez que uno está esforzándose por ver su irrealidad, tiende a darle realidad a la discordancia. Lo erróneo no se puede racionalizar. ¿Cómo comenzó esto? o ¿Cómo me envolví en esto? son preguntas equivocadas. Es obvio que si la discordancia hubiera alguna vez tenido causa, entonces sería real; podría ser persona, lugar o cosa. Mas Dios es el único creador. Sólo lo que Él crea existe realmente, y Él es el bien infinito. Por lo tanto, el mal, el error, la falta de armonía, no tienen origen. La imperfección no tiene punto de partida en la infinitud de un Dios que es perfecto ni en Su reflejo, el hombre perfecto.

Tercero: Para encontrar la solución deje de contemplar el problema. ¡Qué fútil es buscar luz en la oscuridad! La promesa de las Escrituras es: “En tu luz veremos la luz”. Salmo 36:9. No es en la discordancia donde encontramos armonía, ni algo en la nada, ni en el error la verdad que nos hace libres.

Científicamente hablando, el verdadero ser de uno no necesita salvación; ya es perfecto. Debido a que la única existencia real es espiritual, toda circunstancia material es ilusión — no está sucediendo.. La individualidad espiritual o verdadera identidad de nadie ha estado jamás enfrentando dificultades físicas. Como lo explica la Ciencia Cristiana, de lo único que necesitamos ser rescatados es de la ilusión de que la vida, sustancia e inteligencia están en la materia. El Salvador de este estado de autodecepción es el Cristo, la Verdad, como fue demostrado por Jesús.

Digámoslo nuevamente, el poder del espíritu de Dios que obró la resurrección de Jesús es inherente a cada uno de nosotros para ser utilizado aquí y ahora en nuestra propia salvación. Ya sea que se responda a este poder rápida o lentamente, en gran medida o un poquito allí, otro poquito allá, el Cristo eleva la manera de pensar material hacia el entendimiento espiritual y trae liberación.

¿Cuál es entonces la salida? La espiritualización del pensamiento. Al hacerlo, nos damos cuenta de que ya estamos fuera. Vivimos y nos movemos espiritualmente y encontramos nuestro ser entero en la totalidad de Dios, el bien.

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