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“El derecho moral” del hombre

[Original en alemán]

Del número de abril de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A veces las personas religiosas encuentran difícil comprender por qué les ocurren problemas tales como accidentes o enfermedad y no encuentran la respuesta en las enseñanzas y hechos relatados en la Biblia. Pueden entonces atribuir estos incidentes desafortunados a algún poder adverso, o bien considerarlos como una ley natural.

Sin embargo, tales experiencias ni son el resultado de una ley natural ni se derivan de la acción de las fuerzas materiales. Son consecuencia de una creencia falsa. Son, de hecho, el resultado de la ignorancia del gran amor de Dios por Su creación, el hombre y el universo.

Es fundamental que rechacemos la creencia de que los incidentes antagónicos son el resultado de un poder opuesto a Dios, un poder ante el cual la humanidad tiene que someterse. Debiéramos partir de la base de Dios perfecto y hombre perfecto y aferrarnos al hecho de que Dios, la Mente infinita, es la única causa, el único creador. El Cristo, la verdadera idea de Dios, exige que la humanidad supere toda creencia y evidencia de discordancias y acepte como real solamente el bien, que se deriva de Dios, el Principio divino.

La Ciencia del Cristo despierta a los mortales que sufren para que puedan percibir el bien que Dios otorga constantemente, y de este modo sentir la inspiración para demostrar su unidad con Dios. El hombre verdadero, como expresión de la consciencia divina, siempre está consciente de su filiación con Dios y expresa todas las cualidades divinas, incluyendo salud y armonía.

La Ciencia Cristiana nos muestra que las falsas pretensiones de la mente mortal con respecto al hombre verdadero pueden corregirse al purificar y espiritualizar nuestro pensamiento. Éstas se superan a medida que nos elevamos a la comprensión espiritual del ser. Las enfermedades de las cuales los mortales parecen sufrir no son más que falsas creencias proyectadas en el cuerpo. El único lugar donde deben ser corregidas es en nuestro pensamiento. De hecho, el mal no tiene causa, ni lugar que ocupar. Puesto que Dios es la inteligencia infinita, la única consciencia, Él llena todo el espacio e incluye todo ser verdadero en Sí mismo.

Del mismo modo que no hay lugar para la oscuridad en un cuarto lleno de luz, así en presencia de Dios no queda lugar para Su opuesto. Armados con este entendimiento espiritual, podemos vencer las sugestiones falsas de la mente mortal. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe:

“Tenéis que entender el modo de libraros de las teorías humanas sobre la salud, pues de lo contrario no os sentiréis nunca del todo libres de alguna dolencia. La armonía y la inmortalidad del hombre jamás se alcanzarán sin el entendimiento de que la Mente no está en la materia”. Y continúa: “Desterremos la enfermedad como a un proscripto, y sujetémonos al dominio de la armonía perpetua, — la ley de Dios. El hombre tiene el derecho moral de anular una sentencia injusta, sentencia jamás impuesta por la autoridad divina”.Ciencia y Salud, pág. 381;

Por lo tanto, es nuestro derecho moral considerar como irreal las creencias materiales que a veces parecen tan aterradoras y desconcertantes. Son irreales porque no son creadas por Dios, el bien infinito. Dios, el creador perfecto, mantiene Su creación, incluso al hombre, como la expresión de Su ser. Sin Su testigo, el hombre perfecto, Dios no podría manifestarse, así como el sol no podría manifestarse sin sus rayos.

Dios y el hombre son por consiguiente uno como Mente e idea, causa y efecto. El hombre verdadero no puede estar separado de Dios. La Biblia nos alienta en las palabras de Santiago: “La prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Sant. 1:3–5;

En todo momento podemos recurrir a Dios en busca de sabiduría, pues Dios es la Mente que todo lo sabe, y el hombre es Su reflejo perfecto. Conociendo que nuestra identidad perfecta refleja a Dios, el Amor divino, debiéramos expresar continuamente el amor y ser compasivos y magnánimos. Podemos manifestar la Verdad divina siendo honestos e íntegros, asimismo reflejar la Vida expresando vitalidad y vigor, y evidenciar que somos la semejanza del Espíritu aceptando únicamente el bien como nuestra herencia.

Cristo Jesús, nuestro gran Modelo, vino a mostrarnos la naturaleza verdadera de Dios y la eterna filiación del hombre con Dios. Armado con la Verdad y el Amor en su grado máximo, le fue posible vencer toda discordancia, incluso el pecado y la enfermedad. Aún hoy, el poder sanador del Cristo, la Verdad, está a nuestro alcance mediante las enseñanzas de la Ciencia Cristiana.

Cuando buscamos a Dios con sinceridad, y cuando verdaderamente confiamos en el único infinito, a quien llamamos Dios, y cuando nuestro único esfuerzo es servir a Dios más eficazmente, es decir, obedecer Sus mandamientos y vivir de acuerdo a ellos, experimentamos más de Su gran amor todos los días. ¿Por qué no comenzar hoy mismo a ejercitar este “derecho moral”?

La Sra. Eddy nos alienta a que nos fijemos la meta del bien. Ella escribe: “Amados alumnos, habéis entrado en el sendero. Persistid pacientemente en él; Dios es el bien, y el bien es la recompensa de todos aquellos que buscan diligentemente a Dios. Vuestro progreso será rápido, si amáis el bien supremamente, y comprendéis y obedecéis al Mostrador del camino, quien, yendo delante de vosotros, ha escalado la empinada cuesta de la Ciencia Cristiana, está asentado sobre el monte de santidad, la morada de nuestro Dios, y se sumerge en la fuente bautismal del Amor eterno”.Miscellaneous Writings, pág. 206.

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