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La ley de Dios: Base para la paz

Del número de abril de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Cristo Jesús envió a sus setenta discípulos por el mundo a predicar el evangelio, dijo: “En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa”. Lucas 10:5; Más que un saludo cortés, en este caso, para algunos las palabras de Jesús podrían haber indicado que estaba por cumplirse el gran anhelo de una nación. Durante generaciones enteras los judíos habían anticipado con gozo la llegada del Mesías prometido, uno de cuyos títulos había de ser, según la profecía: “Príncipe de paz”. Isa. 9:6; Y para los que eran receptivos, las enseñanzas de Cristo Jesús verdaderamente les trajeron paz — y también ahora traen paz. Cuando se llevan a la práctica esas enseñanzas, nos capacitan para llegar a ese estado de profunda y bien establecida serenidad espiritual que acompaña a la consciencia de que Dios es el Principio todopoderoso, o Padre infinito, de la creación. Esas enseñanzas nos traen descanso y paz, sabiendo que el orden armonioso establecido por Dios en todo lo que Él hizo todavía está en vigor y siempre lo estará.

Puesto que el Principio divino jamás deja de ser supremo y jamás deja de mantener la paz perpetua, podemos saber que todos los objetos creados por Dios existen eternamente en la única Mente en perfecta armonía y proceden de ella. De acuerdo con la ley divina continuamente hay un apacible y progresivo desarrollo del bien espiritual en todo lo que Él hizo, desde lo más pequeño hasta lo más grande.

A medida que razonamos científicamente sobre el hecho de que Dios es Amor, como Cristo Jesús nos reveló a Dios, y constantemente lo honramos a Él como el único poder, como hizo Jesús, entonces sabemos con certeza que no hay influencia opuesta perturbadora que inquiete la paz y la armonía del universo de Dios o impida su progreso. La Ciencia Cristiana enseña que fue sobre la base de esta comprensión que el Maestro pudo, sin perder la serenidad espiritual, enfrentarse con la espantosa evidencia mortal de peligro que a veces se le presentaba y vencerla. Cuando otros sentían temor, él con prontitud rechazaba la sugestión de peligro, obedientemente se rehusaba a reconocer otro poder que no fuera el infinito Yo soy, el Espíritu divino. Los Evangelios dicen que “reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza”. Mateo 8:26; En otra parte los Evangelios relatan que Jesús negaba la evidencia de los sentidos y traía paz a los mentalmente enfermos, a los atormentados físicamente y a los afligidos por la pena y el temor.

El poder que el Maestro ejercía, está igualmente disponible hoy para que nosotros lo utilicemos a fin de establecer la paz de Dios, no sólo en nuestra vida y hogar sino también en el mundo. La Ciencia Cristiana enseña que este poder era el producto de la comprensión de la ley apodíctica de Dios, el Amor divino, y del reconocimiento de que no hay otro poder o ley. Habiendo discernido esta verdad, y habiéndola demostrado hasta cierto grado en su vida y en beneficio de los demás, Mary Baker Eddy pudo decir: “¡Qué gloriosa herencia se nos da mediante la comprensión del Amor omnipresente! Más no podemos pedir; más no podemos desear; más no podemos tener. Esta dulce seguridad es el ‘Calla, enmudece’ para todo temor humano, para el sufrimiento de toda clase”.Miscellaneous Writings, pág. 307;

Pero, ¿podemos realmente creer y afirmar que el Amor es omnipresente cuando los sentidos están aseverando la presencia de algo desagradable? ¿Hay bien donde parece haber maldad? ¿Hay armonía, salud y abundancia donde parece haber discordancia, enfermedad y escasez? Los sentidos espirituales contestan ¡Sí! Y podemos probar esto con la misma confianza con que Jesús estableció el hecho espiritual de que había paz donde había evidencia mortal de una tempestad. Pero para hacer esto necesitamos expresar, por lo menos hasta cierto grado, el Cristo, la verdadera idea de Dios, que él expresaba, y seguir rechazando firmemente el testimonio negativo y afirmando vigorosamente la presencia del bien espiritual.

Jesús no pasó por alto al viento y a las olas, sino que los reprendió — y entonces cambió la evidencia. Y cuando él sanó al hombre de la mano seca, no simplemente rehusó ver su impedimento, sino que lo encaró científicamente. Exigió al hombre: “Extiende tu mano”. Y el relato continúa: “Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra”. Mateo 12:13;

Refiriéndose a la acción de Jesús al sanar este caso, la Sra. Eddy escribe: “Él anuló las leyes de la materia, demostrando que son leyes de la mente mortal y no de Dios. Él señaló la necesidad de efectuar un cambio en esta mente y sus leyes abortivas. Él exigió un cambio de consciencia y de evidencia, y efectuó este cambio mediante las leyes superiores de Dios”.Unidad del Bien, pág. 11;

Hoy, la Ciencia Cristiana nos está enseñando cómo, mediante la práctica de la ley divina, podemos traer a cada aspecto de nuestra vida la paz espiritual que Dios ha establecido en Su universo desde el comienzo. La Sra. Eddy escribe: “El gobierno del Amor divino es supremo. El Amor gobierna el universo, y su edicto ha sido promulgado: ‘No tendrás dioses ajenos delante de mí’ y ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ ”. Y continúa: “Tengamos, pues, esa molécula de fe que remueve montañas, esa fe armada de la comprensión del Amor, tal como es en la Ciencia divina, donde la justicia reina”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 278.

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