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Lo que soy

Del número de abril de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Nos estamos limitando, posiblemente condenándonos, por los conceptos que los demás se han formado de nosotros? ¿Nos está afectando, impresionando o asustando la manera en que nos clasifican? ¿Están influyendo en nuestro comportamiento los conceptos de los demás hasta el punto en que actuamos del modo que ellos esperan que actuemos, cumpliendo así lo que ellos predicen?

Una abuela le dijo a su nietecito: “Tengo que ir a ponerme bonita para tu abuelo”. Sin dudar un instante el niño le respondió con toda sinceridad: “¡Pero tú siempre eres bonita para él!”

El metafísico que se dedica a mirar más allá de lo físico, mira al hombre, la manifestación de Dios, y ama lo que ve, sea lo que fuere que parezca esconder o nublar la identidad verdadera.

Una persona que se sentía abrumada por múltiples demandas se dio cuenta de que estaba tratando de ser la esposa que creía que su marido quería que fuese, la madre que sus hijos querían que fuese, el miembro de la iglesia y de la comunidad que la iglesia y la comunidad querían que fuese. En un momento de desesperación, oró en silencio: “Dios, ayúdame por favor”, y de inmediato se encontró diciéndose: “Pero si no soy un mortal. Soy una idea inmortal”.

Se sintió en paz inmediatamente al darse cuenta de que no tenía que ser todo para todo el mundo. Ella no era la manifestación de lo que otros creían que ella debiera ser; ella era la idea de Dios. ¡Qué maravilloso es ser la expresión individual de Dios, cumpliendo solamente con Sus demandas! Sabía que podía recibir de Dios la inspiración que necesitaba para todo lo que tenía que dar, y que en su identidad real estaba constantemente aprobada por Él.

Por medio de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, descubierta y fundada por Mary Baker Eddy, nos liberamos de confiar en el testimonio de los sentidos para encontrar la verdad acerca de nuestra identidad y la de nuestro prójimo. Sobre esto la Sra. Eddy escribe: “La Ciencia invierte el testimonio del sentido material con el sentido espiritual de que Dios, el Espíritu, es la única sustancia; y que el hombre, Su imagen y semejanza, es espiritual, no material. Esta gran Verdad no destruye sino que confirma la identidad del hombre — junto con su inmortalidad y preexistencia, o su coexistencia espiritual con su Hacedor”.Miscellaneous Writings, pág. 47;

A menudo estamos alerta para protegernos a nosotros mismos de una amenaza a nuestra seguridad pero rara vez lo estamos para protegernos de los conceptos que otros albergan sobre nosotros. Es la mente mortal — el sentido material irreal de las cosas — la que juzga y después alaba o condena, clasifica y predice. A diferencia de Dios, que ama lo que Él ha creado, y que aprecia y protege a Su expresión, la mente mortal proyecta celos, malicia, calumnias, separación y rivalidad en su propia creación. A menos que sepamos quiénes somos realmente y quién es nuestro prójimo, podemos ser inducidos a sentirnos culpables, avergonzados, inútiles, inseguros, tímidos, desalentados, deprimidos — todo porque estamos aceptando sin protestar los conceptos falsos de la mente mortal.

Cuando empezamos a ser obedientes al primer mandamiento y reconocemos que la Mente divina es Todo, nos identificamos a nosotros mismos más consistentemente como imágenes en la Mente divina. Esta comprensión nos capacita para darnos cuenta de que no podemos ser víctimas de los celos de la mente mortal — su odio del bien, sus tergiversaciones maliciosas de las verdades espirituales, su difamación de sus propios conceptos equivocados.

Tan cierto como que hay un solo Dios, hay una sola Mente; no hay inteligencia material y mortal en el Espíritu infinito. La Mente divina revela nuestra identidad, nuestro destino, y cuando recurrimos a la Mente en lugar de a la mente mortal en busca de guía y aprobación, nuestra experiencia humana se hace más armoniosa y más recompensadora. “Verdad, Amor y Vida son el molde celestial... De Dios el hombre es hijo fiel, imagen de Su amor”.Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 52; No nos sometemos a lo que afirma la mente mortal de que estamos programados desde antes de nacer por genes y moléculas sino que debemos declarar que: “Soy lo que Dios hace que yo sea”. Podemos rehusar a sentirnos insatisfechos porque no logramos cumplir lo que otros esperan de nosotros, y podemos encontrar verdadera realización cuando estamos en la expectativa de recibir nuevas revelaciones de cómo Dios manifiesta Su naturaleza y Su conocimiento en nosotros.

Cuando Felipe le pidió a Jesús que le mostrara al Padre, Jesús le contestó: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Juan 14:9. Cristo Jesús no sólo comprendió su relación con Dios como Su amado Hijo y heredero de todo el bien de Dios, sino que consistentemente probó esta relación y ayudó a otros a verse a sí mismos como receptores de las ideas y cualidades espirituales que daban testimonio de que ellos eran completos y perfectos. A las sugestiones que se presentan a nuestra consciencia humana de que carecemos de alguna idea o cualidad espiritual podemos declarar devota, agradecida y alegremente: “¡Soy la manifestación de Dios, al que amo, y que me ama eternamente!”

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