En los cien años transcurridos desde la publicación de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, la verdad contenida en este libro ha venido obligando al profundamente arraigado materialismo a salir a la superficie. El mal desenmascarado parece más activo. A medida que la Verdad destruye al mal, éste vocifera con más intensidad hasta que reina la armonía. Este proceso, que purifica y realiza, es inocuo para individuos e instituciones en la medida en que se aplica la Ciencia Cristiana.
Esta Ciencia quita al mal la espoleta de su explosiva y expansiva pretensión de que tiene poder destructivo. Un equipo de demolición de bombas utiliza su conocimiento de la naturaleza y operación de explosivos para manipularlos o quitarles la espoleta. De manera similar, la Ciencia Cristiana emplea su explicación del carácter y acción espurios del magnetismo animal para anularlo. En este sentido podemos preguntarnos lo siguiente: ¿Qué es el magnetismo animal? ¿Dónde ataca? ¿Cómo obra? ¿Cómo debemos dominarlo para destruirlo?
¿Qué es el magnetismo animal? Es simplemente la mentira acerca de la Verdad. La ignorancia y las tinieblas querrían encubrirlo como sí fuera algún poder misterioso y real. Cristo Jesús desenmascaró este mito llamándolo el diablo o el mal, un homicida y mentiroso, carente de verdad (véase Juan 8:44). La mentira se observa en sus depravados efectos sobre la humanidad: odio, envidia, rivalidad, venganza, sensualidad, deseo de matar o destruir; aceptación de la desintegración, el deterioro, la perversión, el retraso o la desfiguración; creencia en la delincuencia, la guerra, los accidentes, la demencia, el pecado, la enfermedad y la muerte.
Descubrimos las primeras sugestiones del magnetismo animal cuando nos sentimos temerosos, confundidos o apáticos. El magnetismo animal trata de inducirnos a que dejemos de amar e intenta paralizar el bien ocultando la verdad de que el hombre es la imagen de Dios.
Estos elementos negativos de la mente humana son creencias acerca de un poder opuesto a Dios, una noción de que el mal es tan real como el bien y el odio tan poderoso como el amor. ¿Puede haber un poder opuesto al Todopoderoso? Esta falsa pretensión es sólo una ilusión: fuerzas mentales irreales que pretenden ser reales. Su pretensión de poder está en proporción directa a nuestra aceptación de la mentira o a nuestra falta de aceptación de la Verdad. La destrucción de la mentira con la Verdad libera a la familia humana y a sus instituciones y las pone en condiciones de cumplir las funciones que Dios les ha otorgado.
¿Dónde ataca el magnetismo animal? Esta pregunta es innecesaria. Puesto que el magnetismo animal carece de mente y de poder, no puede planear una estrategia ni iniciar un ataque. No puede atacar a la Verdad, porque cuanto más se acerca a la Verdad tanto más se ve que es una mentira, destruyéndose de esta manera a sí mismo, como ocurre con las tinieblas que se aproximan a la luz.
Describir el ataque del magnetismo animal es como describir un fantasma; en realidad, no hay fantasmas, pero, mientras la gente crea que los hay, es menester considerar esas creencias a fin de desenmascarar la falsedad de sus pretensiones fraudulentas. Para que ataque el mal, necesita del consentimiento de la persona. Alguien ha de creer la mentira acerca de la Verdad y luego actuar de acuerdo a ella en el reino humano como si ésta fuera verdad. Al personificarlo, la mente humana pretende dotar al mal impersonal de poder y plan de ataque. La Verdad desarma este poder imaginario.
La defensa de la Verdad es necesaria especialmente en tres puntos vulnerables: nuestras flaquezas, nuestras virtudes humanas no redimidas y la tendencia a eliminar lo humano en lugar de transformarlo.
Nuestras flaquezas pueden comprender la creencia de que somos mortales, de que somos materiales, de que hay vida y sensación en la materia o dolor y placer en el cuerpo, y de que enfrentamos peligros reales denominados pecado, enfermedad y muerte. La familia del “yo” es fuente de muchas flaquezas: la autocompasión, la justificación propia, etc. La Verdad destruye las flaquezas.
Nuestras virtudes no redimidas ciertamente incluyen nuestros pensamientos, sin bautizar o regenerar, acerca de nosotros mismos, de nuestra familia, de nuestra educación, riqueza y trabajo. Es menester que desaparezcan el falso orgullo, la búsqueda del encumbramiento, y la impiedad, y que sean sustituidos por el reconocimiento de Dios, la fuente de todo. Nuestras virtudes se transforman en flaquezas si anteponemos lo humano a lo divino olvidando nuestra fuente, confundiendo el efecto con la causa y pensando que somos causa. La causa siempre se ha ocupado y se ocupará de su efecto, pero el efecto nunca puede transformarse en causa. La Verdad nos redime.
El justo reconocimiento de Dios corrige también el error que radica en tratar de eliminar lo humano en lugar de transformarlo. Cuando tratamos de poner en plano de igualdad a lo mortal (la mentira acerca del hombre real) con lo humano (nuestra actual percepción limitada del hombre real) logramos que lo humano parezca indigno de la asistencia divina. Cuando ponemos a Dios en primer término demostramos que la divinidad abraza a la humanidad, elimina la mortalidad y libera la capacidad de realización de lo humano en la medida en que conscientemente reflejamos a nuestro Padre-Madre Dios.
Las sugestiones falsas no pueden perjudicarnos. Si diariamente cedemos a la voluntad divina sabemos que esas sugestiones sólo tienen que ser cambiadas por nuestro ser verdadero, nuestra verdadera sustancia, fortaleza e inteligencia — la realidad de nuestra identidad como hijos de Dios. El progreso humano acompaña siempre a este proceso de redención. La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy, lo dice claramente: “La creciente necesidad de confiar en Dios para que El nos defienda contra las formas más sutiles del mal, nos hace recurrir a Él con menos reserva en busca de ayuda, y así viene a ser un medio de gracia. Si vivimos correctamente, todo esfuerzo ajeno por perjudicarnos, sólo nos ayudará; pues Dios nos capacitará para sobreponernos a todo cuanto tienda a impedir nuestro progreso”.Miscellaneous Writings, pág. 115;
La operación del magnetismo animal, en caso de ser aceptada, nos alejaría de la Ciencia Cristiana, que destruye al magnetismo animal. Si la aceptamos, dejamos de orar, de estudiar y de leer la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana; y nos excusamos diciendo que no encontramos inspiración en la oración o en el estudio. El magnetismo animal nos hace pensar que gozamos de lo humano más que de lo divino o nos impele hacia el absolutismo, de modo que cesamos de disfrutar de lo humano y de querer transformarlo por medio de lo divino. Nos hace argüir sobre la metafísica en lugar de vivir el amor. Seríamos fariseos que dicen y no hacen — que hablan mucho y oran poco o nada, soñando en futuras demostraciones en lugar de vivir al Cristo cotidianamente.
¡Pero no tenemos por qué consentir! Con poderosos esfuerzos espirituales se pueden corregir todos los errores que impidan el progreso individual e institucional. El percibir las pretensiones del magnetismo animal, su naturaleza y operación, y saber qué es, dónde ataca y cómo obra, nos da fuerza para dominarlo con seguridad e inteligencia.
¿Cómo podemos dominar el magnetismo animal para destruirlo? Ciertamente que no debiéramos temer el mal, ignorarlo, evitarlo o culparnos a nosotros mismos, a otros o a las instituciones a causa de él. Tampoco debiéramos llamarlo persona, lugar o cosa para llevarlo con nosotros a todas partes. Nuestro primer paso es no personificarlo. No estamos ante una persona mala, un lugar malo o una cosa mala, ni tampoco ante un grupo de personas inicuas. Probablemente el mayor obstáculo que se opone al éxito en el tratamiento de la mentira es tratar de hacerle algo al mundo, a los demás o hasta al magnetismo animal a fin de modificarlos.
La Ciencia Cristiana se demuestra desde el punto de vista de nuestra propia consciencia. Es nuestra propia consciencia la que debe asemejarse al Cristo. El consejo de la Sra. Eddy es: “Aprovechad toda oportunidad de corregir el pecado siendo perfectos vosotros mismos”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 249; Nuestra protección radica en nuestra propia capacidad, pura y otorgada por Dios, para ver la perfección — la presencia y el poder omnímodos de Dios. Esto incluye la disposición a recogerse calladamente en oración silenciosa. Cuando prestamos atención, Dios Se revela por medio del Cristo, Su idea verdadera. De este modo la pretensión del magnetismo animal se ve por lo que realmente es: una mentira, lo opuesto de la verdad, lo irreal y carente de poder. Entonces vamos adelante viviendo nuestra oración.
Jesús nos advirtió: “Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Mateo 10:16; Jesús nos dio así un ejemplo sencillo de cómo dominar el magnetismo animal. Para ser “prudentes como serpientes” debemos saber lo suficiente del error para destruirlo con la Verdad. Debemos ver que el error es irreal y que no forma parte de la buena creación de Dios. Debemos combatirlo partiendo estrictamente de nuestro propio pensamiento y rechazando sus pretensiones ilegítimas.
Para lograrlo debemos ser “sencillos como palomas”, esto es, dar cabida únicamente al Cristo en la consciencia. Como Jesús, debemos empeñarnos en no tener nada en la consciencia que pueda atraer o ser vulnerable al mal, nada que sea desemejante a Dios y Su reflejo. Esto significa que debemos reconocer como reales sólo las cualidades semejantes a Dios, aunque parezca que hay individuos que nos están persiguiendo.
La verdadera defensa contra la mala práctica mental comprende el amar a nuestros enemigos, separar el error de la persona. Nuestra propia compasión a la manera del Cristo es nuestra protección. Este camino a la manera del Cristo consiste en ver lo que Dios está haciendo por todos y por nosotros. De este modo somos una ley para nosotros mismos y no para los demás, porque estamos viviendo de conformidad con la ley divina establecida en el Sermón del Monte. Devolver el bien por el mal, amar a nuestros enemigos y orar por quienes abusan de nosotros, ¿no es éste acaso el amor sanador y abnegado del Cristo? Cuando amamos a nuestros enemigos hemos cumplido con la ley del Amor divino.
Creer en la mala práctica mental nos impediría hacerlo. Nos llevaría a ocultarnos en las pequeñas cuevas del “yo” en busca de protección. Para dejar de ver la mala práctica mental debemos amar a nuestros enemigos incluyéndolos en nuestras oraciones, como lo hacía la Sra. Eddy: “Todos los días oro así: ‘Dios, bendice a mis enemigos; hazlos Tus amigos; hazles conocer el gozo y la paz del amor’ ”.Miscellany, pág. 220.
El poder real del cristianismo verdadero está presente cuando desinteresadamente nos rehusamos a dar cabida en nuestro pensamiento a las creencias del magnetismo animal que asediarían a nuestros llamados enemigos, especialmente cuando ellos son nuestros compañeros de la iglesia. Podemos identificarlos con el hombre que Dios creó. Esta identificación va acompañada de un sentido de amor y compasión.
El espíritu del Cristo aniquila absolutamente al magnetismo animal y la mala práctica mental. Nuestro Padre-Madre Amor nos sostiene a todos en la familia universal del hombre. Con este espíritu del Cristo demos hacer algo acerca de las mentiras que se nos presentan como verdaderas respecto de nosotros mismos, de los demás y de nuestras instituciones. Podemos dominar al magnetismo animal, a la mentira acerca de la Verdad, con la verdad acerca de la mentira — esto es, su total irrealidad. Podemos unirnos con amor de maneras espiritualmente innovadoras para cumplir con todas las funciones de la iglesia y resolver los problemas individuales y de la comunidad. El mundo anhela este ejemplo a la manera del Cristo.
