Uno de los más grandes anhelos del mundo es sentirse amado con un afecto espontáneo, ya que pocas son las personas que no sienten necesidad alguna de relacionarse con el prójimo. Infinidad de personas están ávidas de una mirada amistosa, de una palabra afectuosa, de un abrazo sincero — literal y figuradamente. Cuando sabemos que se nos ama podemos realizarlo casi todo, enfrentarnos a casi cualquier circunstancia. El afecto humano que se basa en lo espiritual deriva del Amor divino, y el mundo no puede prescindir de él.
¿Cuántos de nosotros podemos decirnos con convicción: “Dios me ama, por lo tanto me siento completo, satisfecho, sin carecer de nada”? Aquel que está subiendo los primeros peldaños de la escalera de la comprensión espiritual tal vez no haya alcanzado aún ese nivel. A medida que aprende a crecer espiritualmente, quiere y necesita evidencias concretas del amor de Dios en su vida diaria, amor sincero que siente y corresponde — un amor que lo rodea plenamente.
La verdadera religión, el cristianismo activo, no es una mera práctica fría y cerebral. A no ser que estemos evidenciando en nuestra propia vida cierto grado de la inteligencia, bondad y amor que provienen de Dios y ayudando a que otros los expresen, no hemos realmente descubierto nuestra identidad espiritual y verdadera. No vivimos en un vacío flotante de cierta clase de perfección y santidad vagas. El hombre, en verdad, es la semejanza de Dios. Esto se ha dicho infinidad de veces, pero ¿qué significa realmente? Significa que el hombre refleja a su Hacedor — la Verdad y el Amor divinos — en todo. Significa que debemos percibir ésta nuestra identidad y manifestarla activa y conscientemente en nuestro contacto diario con los demás.
Un amigo Científico Cristiano me contó de una experiencia que él y su pequeño hijo tuvieron cuando hacían un viaje en automóvil y el niño se enfermó. El papá persistentemente declaró la verdad del ser, la presencia del Amor divino y la perfección del hombre, pero el niño no mejoraba. Finalmente se sentó en el asiento posterior, tomó a su hijo en sus brazos y lo abrazó con ternura, profundamente consciente de esto: del poder sanador irresistible de Dios. No es de sorprenderse que el niño respondiera a este tratamiento y sanara. La experiencia le enseñó al padre una valiosa lección.
Aunque es cierto que la enfermedad, las dolencias, el pesar y otros problemas profundamente perturbadores no pueden ser eliminados simplemente mediante un abrazo, es importante, sin embargo, comprender y recordar que la frialdad o la indiferencia no tienen relación alguna con el Amor divino. La Sra. Eddy no aceptaba la insensibilidad entre sus seguidores: a menudo los instaba a ser compasivos y comprensivos. Nos dice: “La palabra tierna y el aliento cristiano dado al enfermo, la paciencia compasiva con sus temores y la eliminación de ellos, son mejores que hecatombes de teorías extremosas, la repetición de discursos trillados ajenos, y la mera declaración de argumentos, que son otras tantas parodias de la Ciencia Cristiana legítima, rebosante de Amor divino”.Ciencia y Salud, pág. 367;
La oración tiene que ser respaldada con acción positiva. La oración debiera hacernos más tiernos, más sensibles y más comprensivos para con las necesidades de nuestro prójimo. A veces existe cierta tendencia a restar valor a la bondad y al afecto humanos. Pero aquellos que se sienten enfermos, temerosos, desalentados, ancianos, o sin amigos — cualesquiera de esos millares de seres que viven anhelando amor casi desesperadamente — no pueden ser ayudados por trivialidades altaneras dispensadas desde una torre de marfil. Necesitan evidencia de nuestro verdadero interés por ellos, pues sin esta evidencia les es muy difícil sentirse amados. En tanto que el afecto humano se base en valores espirituales, en amor desinteresado, en sabiduría, en pureza y en un profundo reconocimiento de la bondad de Dios y de la unidad inseparable del hombre con Él, este afecto será efectivo — alentará y promoverá el desarrollo espiritual de todos los involucrados.
Cristo Jesús, el más compasivo de todos los hombres, no tardaba en dar consuelo y aliento a aquellos que lo necesitaban. Les dijo: “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Mateo 6:8; El amor fue la base de toda su misión terrenal. La Sra. Eddy dice: “La divinidad del Cristo se manifestó en la humanidad de Jesús”.Ciencia y Salud, pág. 25. ¿Está esta divinidad del Cristo manifestándose en nuestra humanidad?
Los afectos necesitan ser sustentados con la verdad del ser espiritual, la cual proclama el amor de Dios enalteciendo Su creación entera. Su universo no es material y sin mente, girando, rodando y derrumbándose sobre sí mismo. El universo de Dios es enteramente espiritual — Su expresión de Sí mismo. Y el hombre, en razón de que es creado por Dios, no puede expresar nada sino la naturaleza divina.
Necesitamos orar para nosotros mismos a fin de que no sólo nosotros seamos nutridos espiritualmente sino que podamos también compartir ese alimento divino con aquellos menos afortunados — aquellos que encuentran la vida difícil y cuya comprensión de Dios y de la perfecta unidad del hombre con el Amor es aún inadecuada para aportarles el consuelo y la confianza para seguir adelante. Es aquí donde aquellos que han obtenido una visión más clara y un reconocimiento más estable del gran amor de Dios, pueden ayudar.
Dios no nos creó para meramente pensar en el amor, o para sermonear sobre él, o para hablar sobre él tanto que caiga en el olvido. Nos creó para vivirlo.
