Un buen corredor de distancia media puede cubrir una milla en menos de cuatro minutos. Cristo Jesús lo podía haber hecho literalmente en un instante.
Jesús fue el exponente supremo del poder espiritual. Al caminar sobre el agua para ir a donde estaban sus discípulos, al aparecer delante de ellos después de la resurrección a través de puertas cerradas, demostró que ejercía un dominio completo sobre su cuerpo humano y sobre su ambiente. Al presente, logros como ésos pueden parecer estar lejos de nuestro alcance. Pero podemos comenzar ahora a tomar nota de la calidad de pensamiento que era la base del dominio que tenía Jesús sobre las condiciones materiales, y tratar de hacer lo mejor que podamos para ajustarnos a ella. El relato bíblico recalca su profunda humildad. Nunca actuó para glorificarse a sí mismo. Nunca permitió que el egotismo oscureciera su pensamiento y así interfiriera con su reflejo del poder divino. Dijo: “El Padre que mora en mí, él hace las obras”. Juan 14:10;
En realidad, todo el poder y la actividad le pertenecen a Dios, que es el Principio creativo, o la Mente divina. Esta Mente es Todo, y es la Vida que anima toda la creación. Su imagen o expresión, el hombre individual, vive en la totalidad divina y refleja su energía ilimitada. Cada movimiento del hombre real emana de Dios, y el reconocimiento humilde y devoto de esta verdad imparte la confianza, la agilidad mental, la coordinación, el vigor y la flexibilidad que son tan esenciales en el mundo de los deportes.
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